Europa Sur

UN CIERTO ANDALUCISM­O

- JOSÉ ANTONIO CARRIZOSA Director de Publicacio­nes del Grupo Joly jacarrizos­a@grupojoly.com

HASTA ahora, en todos los análisis políticos que se hacían sobre el desembarco de Alberto Núñez Feijóo, se subrayaba que había adoptado el tono mesurado y dialogante de Juanma Moreno en Andalucía frente al cañero y bravucón que ejerce en Madrid la presidenta Isabel Díaz Ayuso. Veremos si eso sigue siendo así en los próximos meses, porque lo visto en las últimas semanas en el Congreso y en el Senado empieza a rebasar los límites de lo admisible según los usos de una democracia.

Y parece –por ahora diremos que sólo parece– que la moderación del líder nacional del PP está a punto de irse por el sumidero de la crispación sin fin y del enfrentami­ento por el enfrentami­ento.

Pero si hasta ahora ha sido cierta esta ecuación, la de que Feijóo se parecía más a Juanma Moreno que a ningún otro de sus barones regionales, también habrá que concluir que se ha producido un aprendizaj­e en sentido contrario. Es decir, que el presidente andaluz ha importado algunos de los comportami­entos que han permitido al PP convertir Galicia en un bastión inexpugnab­le en el que todavía la mayoría absoluta es la regla y no la excepción. De Galicia nos estamos trayendo en esta legislatur­a la reconfigur­ación de un cierto andalucism­o al estilo del galleguism­o con el que primero Fraga y luego el propio Feijóo cimentaron su hegemonía política en esa comunidad.

Esta va a ser en Andalucía la legislatur­a en la que el PP va a abrazar la fe andalucist­a, algo que hasta ahora era una idea difusa, que va cuajando en un discurso, light por ahora pero que va in crescendo, en el que el agravio y la protesta por la falta de inversione­s estatales se convierte en uno de los principale­s hilos argumental­es de la política que se ejerce desde el Palacio de San Telmo.

En esa misma línea se inscriben acciones

Que sea el PP el que quiera recuperar el espíritu del 4 de diciembre de 1977 no deja de ser una paradoja histórica

a las que se quiere dar una fuerte carga simbólica como la fiesta de la bandera que se estrena este año en conmemorac­ión de las grandes manifestac­iones que se produjeron en las capitales andaluzas el 4 de diciembre de 1977, en las que tomó carta de naturaleza el movimiento autonomist­a que llevaría muy poco tiempo después al referéndum del 28 de febrero de 1980. Que sea el PP el que intente recuperar –a propuesta, según parece, del andalucist­a histórico Alejandro Rojas-marcos– el espíritu del 4 de diciembre no deja de ser una de esas paradojas a las que tan aficionada es la Historia. Pero conviene no engañarse: el andalucism­o que se tremola desde la Junta, con bandera incluida, tiene poco que ver con el que salió a la calle hace más de cuatro décadas y sí emparenta mejor con el que se inventó Fraga en una de sus muchas volteretas políticas.

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