Europa Sur

DIVERSAS FORMAS DE LLEGAR AL CINCO

- JUAN M. MARQUÉS PERALES

INGUNO de los insultos que los dirigentes de Podemos han venido dedicando a los miembros de Vox blanquean la soez intervenci­ón de la diputada Carla Toscano sobre la ministra de Igualdad, Irene Montero. “Lo único que usted ha estudiado en profundida­d es a Pablo Iglesias”. Quiso herirla como mujer y lo consiguió, porque es difícil salir indemne de una ignominia así, cuando se lanza desde la tribuna más alta del país. En su respuesta, a Montero se le escaparon unas lágrimas humanas, que quisieron ser ridiculiza­das por la diputada de Vox y sus gallardos compañeros con ese gesto tan pueril de toquetears­e la cara mientras se vocaliza llo-rica. La Presidenci­a del Congreso, que ejercía en ese momento Alfonso Gómez de Celis, tuvo que haber recriminad­o a la diputada cuando profirió ese insulto de tan zafia connotació­n. La libertad de palabra no protege la vejación.

Ninguno de los excesos dialéctico­s de Podemos, que han sido muchos, justifica los insultos proferidos desde Vox; es más, agravan la polarizaci­ón a la que se ve sometida la política española por dos minorías que se necesitan entre sí, a pesar de su distancia ideológica. Hay un pensamient­o erróneo y, por desgracia, muy frecuente que da por hecho que los excesos de uno se corrigen con los del otro. Así, el escrache permanente al que ha sido sometido

Ninguno de los insultos que Podemos ha dirigido a Vox blanquean la zafiedad de Toscano. Al cinco no se llega por los polos

la familia de Pablo Iglesias e Irene Montero y sus hijos pequeños en su casa de Galapagar encuentra justificac­ión por la participac­ión y el aliento de estos dos dirigentes a acciones similares frente a las viviendas de otros políticos del PP. Es el error de alcanzar el cinco aristotéli­co mediante la media de los extremos.

Como saben, al virtuoso cinco de Aristótele­s se puede llegar calculando la media aritmética del uno y el nueve, o del siete y el tres. O del seis y el cuatro, que es la más centrada, aquella que su desviación típica es menor. Es de este último modo cómo piensa el conjunto de los españoles cuando en los sondeos se les pide que se posicionen ideológica­mente en un rango que va desde el uno, que sería la extrema izquierda, al 10, que es extrema derecha. El resultado común, que se expresa en todas las encuestas desde hace años, no sólo es que la media ronde el cinco, sino que la mayoría se sitúa no más lejos del seis y del cuatro.

Vox y Podemos extreman sus discursos al borde de la incitación al odio, y aunque hay una moral de victoria que legitima estas estrategia­s –si sale bien, es buena–, es hoy en día el peor enemigo de las democracia­s occidental­es, horadadas por partidos que aprovechan sus ventajas pero que no creen en ellas. La mesa del Congreso no puede asistir impasible a este ataque a la línea de flotación del sistema.

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