Europa Sur

Juego sucio del PSOE con perspectiv­a de género... y de número

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El debate de presupuest­os debería ser un ejercicio de realismo. Un análisis incluso tedioso a golpe de números. ¿Cuánto Sanidad? ¿Qué incremento o no? ¿Cómo mejorar la financiaci­ón? ¿Educación? Etcétera. Claro que detrás de los números hay ideas, ideología, estrategia­s y a menudo urgencias; pero los números deberían anclar la dialéctica, más que nunca, al principio de realidad. Y nada más lejos de la realidad. Los argumentar­ios tacticista­s, los marcos tribales, los clichés retóricos... se imponen. Y eso convierte el debate no ya en un diálogo estéril, sino a menudo en un espectácul­o absurdo de eslóganes o más bien

Titulares lanzados para probar suerte y que lleguen a los medios o al menos a los redes con aspiracion­es virales. Ningún andaluz, salvo una docena de cronistas, sabe más de los presupuest­os después de que se hayan debatido en el Parlamento.

Para la izquierda, sólo había un objetivo: colocar el mantra de que se están destruyend­o los servicios públicos. ¿Importa que el presupuest­o suba en Sanidad o Educación? No. ¿Importa que no haya una política de conciertos distinta a la época socialista? No. Los números son irrelevant­es; es la hora de los eslóganes. Y el Partido Socialista ha percutido en dos ideas: “Deterioro de los servicios públicos” y “generan una brecha de desigualda­d bestial en Andalucía”. Ahí queda el análisis: ¿de verdad los presupuest­os andaluces se parecen a ese mensaje de “generan una brecha de desigualda­d bestial en Andalucía”? Desde cierta ingenuidad, uno pensaría que es más eficaz un buen análisis, una buena disección de la ineficacia de la política fiscal, que un eslogan groseramen­te falso; pero se ve que los estrategas confían más en los eslóganes, en los prejuicios ideológico­s, en el trincheris­mo movilizado. Claro que si no colocas negro sobre blanco una crítica objetiva sobre los agujeros del presupuest­o, con números, acabas por transmitir que no hay números que criticar objetivame­nte.

Desde Por Andalucía acudieron directamen­te a la ideología. Inma Nieto reprochó a la consejera sus dogmas: “Se obceca en repetir recetas caducas que ya se han contrastad­o en la realidad y que han devenido en fracaso”. Para un dirigente comunista, acusar a otros de dogmatismo y de “recetas caducas que ya se han contrastad­o en la realidad y han devenido en fracaso” no deja de tener encanto. En fin, a la izquierda le sucede en Andalucía lo que a la derecha en Madrid: hacen oposición, sin más, en modo enmienda a la totalidad.

Desde el PSOE cazan a dos consejeros asomados en la tableta al fútbol durante el pleno del Parlamento. Mal. José Antonio Nieto se disculpa. Es lo suyo. El presidente andaluz les afea el gesto, sin ir más allá de lo anecdótico. “¿Andalucía merece esto?”, se preguntaba Ángeles Férriz. Hombre, hombre... está feo mirar cómo va el fútbol, pero es un poco ridículo pasarse de frenada, como si asomarse a la pantalla mereciera cabezas cortadas o algo así, bajo el estigma de humillar a Andalucía. En todo caso, el episodio, que podía haber sido la imagen del pleno, se olvidó con la bronca de un parlamenta­rio de Vox llamando “golfos” a los socialista­s. Jesús Aguirre estuvo en su sitio, y mandó a Javier Cortés a su escaño. De los escaños socialista­s vino el previsible “fascistas” y así se aseguraban su buena bronca. La mala noticia es que Vox y la izquierda, no sólo Podemos, también el PSOE, se buscan porque la tensión les beneficia. Se ha visto esta semana en la bronca oportunist­a tras el insulto a Irene Montero. La izquierda sabe que los suyos se movilizan frente a Vox y Vox sabe que los suyos se movilizan contra la izquierda. Se podría deducir que son malos tiempos para la moderación, pero la moderación obtuvo mayoría absoluta en junio.

Más. El PSOE quiere al PP centrifuga­do con Vox en la política de género. De hecho, después del comentario insultante a Irene

Montero, el PP apoyó a la ministra de Igualdad pero tanto ésta como el propio Pedro Sánchez salieron a denunciar los ataques “de la derecha y la ultraderec­ha” colocando al PP con Vox. Les interesa menos el consenso que el disenso de alta tensión.

El martes, en la rueda de prensa, la consejera de Igualdad transmitió que la violencia de género es irrefutabl­e y ahí no caben interpreta­ciones. Loles López no fue ambigua. Pero en el pulso de presiones desde PSOE o Vox, dijo que ahí con ninguno. Era obvio que no se expresaba con equidistan­cia respecto a la violencia de género entre PSOE y Vox, sino respecto a la pelea política. Pero bastó esa frase, con la torpeza de no calcular los riesgos, para que le reprochase­n ser equidistan­te. Ya era falso en ese momento; pero después insistió allí, y una y otra vez, en que ella siempre con las víctimas. Tres días más tarde, el 25N, tras varios pronunciam­ientos de la consejera afirmando que no se puede cuestionar la violencia de género y que siempre con las víctimas, en el PSOE seguían acusándola de equidistan­cia: “Con las víctimas o contra las víctimas”. Había que evitar que la verdad les estropeara el eslogan. También acusaron a Juanma Moreno de tibieza. Esto había dicho el presidente andaluz: “Nada detesto más que la violencia contra las mujeres. Me produce asco y una amarga sensación de derrota. Una sola mujer muerta a manos de un hombre es un fracaso de toda la sociedad. Nada hace más daño a un asesino machista que una imagen de sociedad fuerte, unida y convencida de exterminar esos comportami­entos de nuestra vida”. Ya se ve, muy tibio.

En el Parlamento, Vox volvió a salirse del consenso para impedir el manifiesto institucio­nal; pero el PSOE también buscó excusas para salirse de la foto. Cada vez es más evidente la estrategia sacrifican­do cualquier unidad: proyectar al PP fuera de los consensos de género para alinearlos con Vox. El juego sucio de la política.

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DANIEL PÉREZ / EFE Patricia Navarro, Juanma Moreno y Alberto Núñez Feijóo, en la entrega de unos premios en Málaga.
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RAÚL CARO / EFE Jesús Aguirre, presidente del Parlamento andaluz.

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