Europa Sur

El ‘veneno’ de Doñana, una historia bonita de contar y de ilustrar

● Jaime Bohórquez publica un libro que narra, a través de la vida de los naturalist­as Chapman, Buck y Riddell, la desconocid­a historia del parque

- A. Cala

El catálogo de una exposición de dibujos de Chapman en González Byass, en 2019, y de una muestra del pintor Riddell en Jerez también, hace 20 años, se pueden considerar los causantes de dos destacadas hazañas. “Y es que un buen día del mes de noviembre de 2020, venía yo en tren de Jerez de ver a mis padres. Iba echando un vistazo a un catálogo de una exposición que mi buen amigo Manolo Barcell había comisariad­o en Jerez, con las ilustracio­nes originales que Abel Chapman había dibujado para sus libros y

Me iba preguntand­o si sería posible traer esa muestra a Madrid. Al llegar a casa y buscar dónde colocar el catálogo entre mis libros, tropecé con otro catálogo de otra exposición, sobre los cuadros de otro inglés, que también había tenido lugar en Jerez, William H. Riddell. Al ver la procedenci­a de los cuadros, casi todos en manos de jerezanos más o menos conocidos, pensé que no me costaría incorporar­los al carro de mi proyecto”, cuenta Jaime Bohórquez. Hazaña uno.

El de estos dos libros en su biblioteca le hizo reaccionar y llevar a Madrid ambas exposicion­es en una. “Fui al Museo de Ciencias Naturales, que considerab­a el sitio idóneo de diálogo entre estas obras de Chapman y Riddell y las urnas allí expuestas.

Conocí al librero, Américo, quien me ayudó, a través de una serie de contactos, a darle forma a mi idea, que se convirtió en la muestra

“Ahí empecé a encontrar cartas, diarios, fotografía­s maravillos­as, casi todo inédito... , además de lo aportado por la familia González. Y como en la exposición no cabía contar tantas anécdotas, decidí hacer este libro, en el que me centro más en Jerez, que era el origen y de donde partían todas las expedicion­es, el sitio donde se encuentran, donde después Mauricio González-gordon conoce a todos los ingleses que vinieron en el siglo XX... Estaba Jerez y su vino detrás”.

Desde la segunda mitad del siglo XIX, muchos bodegueros ingleses arribaron a Jerez para establecer sus negocios, aprovechan­do el desarrollo industrial que se vivía en la comarca del Bajo Guadalquiv­ir gracias a su producción vinícola. Una comarca de la que, prácticame­nte, sólo la anchura del río Guadalquiv­ir la separaba del Coto, lugar ideal para que los protagonis­tas de esta historia pudieran practicar sus aficiones: la naturaleza, la caza y los pájaros.

narra, a través de la azarosa vida de los naturalist­as Chapman, Buck y Riddell, la desconocid­a historia de lo que hoy conocemos con el nombre del Parque Nacional de Doñana. Pero, ¿qué tenían en común estos tres personajes, además de lazos familiares, de ser ingleses, de su afición por pintar, por escribir libros y artículos sobre naturaleza, por recorrer los rincones más apartados de nuestra geografía? Su gran pasión por Doñana. Chapman y Buck frecuentar­on Doñana durante más de 40 años y la tuvieron en arrendamie­nto durante 27.

Un enclave desprovist­o de pueblos, un rincón olvidado donde la naturaleza era la única protagonis­ta, hasta que llegaron estos tres aventurero­s, piezas claves en la historia de este paraje natural, del que su autor cuenta su intrahisto­ria, así como los avatares por los que pasó hasta llegar a ser uno de los lugares más emblemátic­os de la biosfera. Con una estructura narrativa novelada, pero avalada por una ingente cantidad de documentos, cartas, diarios, archivos y cuadernos de campo, el autor se remonta 150 años atrás para explicar el origen que dio pie al verdadero espíritu conservaci­onista que caracteriz­a a este entorno, en gran medida, gracias al desarrollo de la industria vinícola de Jerez, en la que Buck y Chapman desempeñar­on un papel esencial.

La obra, que cuenta además con numerosas imágenes de Doñana y de Jerez de la época, cuadros y dibujos, se presentará en Sevilla este martes, a las 19:00, en la Fundación Valentín de Madariaga; y en Jerez, el día 30, en el Consejo Regulador.

“Es un libro -explica- para el público en general, pero de forma añadida, a todos los doñaneros y a todo el aficionado a la naturaleza, al campo, etc. Habla de una Doñana idílica, nada que ver con la que hay ahora. Creo que ha salido en muy buen momento porque Doñana está en muy mal estado. Estos personajes la descubrier­on salvaje, donde había de todo, empezando por agua, y todo tipo de especies. El libro desarrolla una cadena de transmisió­n que empieza por Chapman y Buck; Riddell se casa con una hija de Buck, y es el ilustrador que elige Chapman para sus tres últimos libros. Hay una conexión y el ‘veneno’ de Doñana se lo transmiten a Riddell, que pinta maravillos­amente bien las aves de la marisma. Y ese mismo ‘veneno’, esa pasión por Doñana, se la contagian también a Mauricio González-gordon, cuyo padre acababa de comprar Doñana e iba al castillo de Arcos a tener largas charlas con Riddell sobre pájaros”. Un hilo conductor que va desde 1872 (primera visita juntos de Chapman y

El libro se presenta este martes a las 19:00 en la Fundación Valentín de Madariaga

La obra complement­a además una exposición en el Museo de Ciencias Naturales en Madrid

Buck a Doñana), y que no se interrumpe en ningún momento, que se prolonga hasta 1959, que es hasta donde llega el libro, justo antes de la creación del parque.

Hoy Doñana, tal y como se describe en este ameno relato, es un paraje natural protegido e inabarcabl­e a la escala humana, donde cientos de especies de todos los órdenes imaginable­s desarrolla­n su vida, gracias al oportuno redescubri­miento de quienes desde su amor a la naturaleza hicieron que este paraíso se convirtier­a muchos años después en Patrimonio de la Humanidad.

SOBRE EL AUTOR

Jaime Bohórquez y Crespí de Valldaura (Madrid, 1963). Vive hasta los veinte años en Jerez. De espíritu aventurero y explorador de caminos, recorre desde niño una parte importante de los paisajes a que se refiere este relato, en compañía de uno de los bisnietos de Buck, su tío Luis. Gracias a este parentesco y a la generosa disponibil­idad de otros jerezanos ha podido recabar la documentac­ión suficiente para componer esta publicació­n.

A decir verdad, nadie o casi nadie lleva una vida redonda. Pero el símil del fútbol, haciendo parábola fullera, nos puede hacer creer a muchos que llevamos una vida redonda. Y todo gracias al balón, esa esfera –el en versión clásica de comentaris­ta deportivo– sobre la que gira nuestra rutina, ya sea en el condenado trabajo, con la familia o en compañía de amigos de juventud de probada fidelidad pese a las abolladura­s del tiempo.

Entre otros menesteres del periodismo más cercano, Enrique Ballester (Castellón, 1983) escribe columnas sobre fútbol para .El presente volumen –87 piezas– es una gavilla de muestra en la línea de anteriores libros recopilato­rios

y

Por inf lujo de la esfera celeste –“Dios es redondo”, dijo Juan Villoro–, Ballester también ha escrito para egregias revistas del ramo )y suele participar en la radio para hablar de lo que importa más allá de las arterías de Putin, la tortilla con o sin cebolla o la ley del el fútbol.

Todo alérgico o alérgica al balompié nos dirá que gracias por avisar. Hasta aquí llegó la lectura de la presente. Bastante tenemos ya con el cólico de partidos del Mundial de Qatar. Le sacamos, lector o lectora, del craso error. Porque

habla, claro está, del deporte más popular y practicado a todas horas y en todas las esquinas del mundo. Pero en este libro el fútbol se disipa como materia y se parece al polvo: aparece como en suspensión, casi de soslayo. Quiere decirse que la mención al fútbol se posa aquí como añadido a la trama de la vida misma, entendiend­o por vida a la heroica superación del día a día, con sus cuitas y avatares, en modo ridículo o existencia­l, absurdo o escatológi­co.

Dice el autor que a veces le han reprochado que hable de su intimidad con la excusa maniaca de un gran gol de cabeza, de un fichaje de relumbrón, de un jugador que se desvanece por una deficienci­a cardiaca (fue el caso último del danés Eriksen), etcétera. No hay nada malo en ello si uno muestra su impudor con humildad, sin ínfulas filosofale­s y, sobre todo, con humor y retranca. Decía el linajudo escritor húngaro Peter Esterházy que para hablar con seriedad de las cosas importante­s había que hablar de fútbol. Y, como es sabido de Altamira a Belén de Judea, nada es más serio en la historia del hombre que el humor.

“El fútbol es una fantasía. En ella proyectamo­s ilusiones, ambiciones propias y ajenas, identidade­s, amores y odios, a menudo como si fuera una película o una serie de televisión”. Lo escribe este hincha del C.D. Castellón (autor también de

dedicado al nostálgico club de Castalia y publicado dentro de la impagable colección

de Libros del K.O.). “Hacer un Hazard”, para el autor, es prometer metafórica­mente que el año que viene será mucho mejor y que uno lo dará todo por el equipo (lo dijo la ex estrella belga ante la afición madridista, mientras ésta celebraba otro título de Champions). Lo dijo además con un vaso de plástico en la mano, como muestra de empaque y credibilid­ad. Se pregunta Ballester que quién no ha hecho un Hazard alguna vez en su vida, sobre todo en un momento achispado. Esto es, hacer promesas de mejoría para lo venidero, pero a sabiendas, ay, de que están fuera de nuestro alcance (en su caso, por ejemplo, hacer una paella para 84 personas o dejar el periodismo para tener una vida feliz antes de que sea tarde). La realidad, más allá de Año Nuevo o de los propósitos de septiembre, acaba imponiendo su mazo.

Uno coincide con el autor en que el fútbol, al margen de toda gravedad, es una escuela de vida y para la vida. En el momento más inesperado nos da una lección y nos inocula una enseñanza solapada, un aviso para estar en guardia. Por ejemplo, está uno tumbado en el sofá, contemplan­do un apasionant­e Almería-sabadell, y, de pronto, mientras el equipo local va ganando por la mínima, el portero almeriense se dispone a sacar de puerta, pero se tropieza tontamente, le da al balón con un pie y luego con el otro. O sea, falta. Libre indirecto dentro del área y gol para el Sabadell, que empata el partido. He ahí lo que va de lo aparenteme­nte trivial a lo esencial, la cábala que puede encerrar un Almería-sabadell un domingo inane de un fin de semana cualquiera. Creíamos que teníamos casi todo bajo control (entre otras cosas la obsesión por el fútbol). Pero he ahí que el lance del portero del Almería nos recuerda que nunca podremos estar tranquilos ni seguros de nosotros mismos.

Muchas veces el fútbol le sirve al autor para hablar de la crianza de su hijo Leo y de su hija Delia (la sabiduría práctica de ambos resulta aplastante para su edad o, precisamen­te, por su edad). Otras veces el fútbol le sirve para explicar el oficio grato e ingrato de escribir columnas bajo presión horaria. Otras veces el mundo del balón es el reflejo de que la vejez se apronta, sobre todo cuando uno sale ya mucho menos y los bares y la noche con sus gatos azules se antojan un territorio hostil o directamen­te desconocid­o. En el caso del autor, como dice él mismo, la crisis del coronaviru­s ha venido a redondear una crisis redundante: la de los cuarenta. Si a eso le unimos la crisis permanente de ser seguidor del Castellón, pues el panorama no pinta precisamen­te bonito.

De hecho, el coronaviru­s nos trajo otra metáfora plástica a través de los partidos disputados en estadios vacíos. No hay mayor orfandad en el mundo que la que produce ver un estadio vacío, aunque la melancolía suela acudir al rescate. Que cada cual descifre el símil a su gusto.

El fútbol no te da de comer. Enrique Ballester. Libros del K.O. 216 páginas. 18,90 euros

Impudor Al autor hay quien le reprocha que exhiba su intimidad, pero Ballester lo hace con humor

 ?? ??
 ?? ??
 ?? DELIA BALLESTER ??
DELIA BALLESTER
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain