Cuando los alemanes cantaban ‘Olé España’
● La poderosa selección de la RFA en 1982 fue disco de oro con una canción llena de tópicos
F.a.gallardo
Karl-heinz Rummennige daba mucho miedo. El káiser. Todo lo alemán sonaba metálico. Tópicos bélicos de eficiencia. Realmente las guerras mundiales por entonces estaban más lejos que ahora y Alemania parecía disfrazarse de otro tiempo bajo las siglas de RFA (República Federal Alemana) frente a la otra Alemania (la República Democrática Alemana, RDA o DDR, nombre mentiroso donde los hubiera).
La RFA, campeona de Europa y con el veterano Breitner ex campeón del mundo, parecía imbatible. Bueno, casi. Cuando Argelia les venció al arrancar el Mundial 82 fue de esas lecciones para todo el orbe. Los alemanes, que iban vestidos con los colores de Prusia (como sigue siendo a día de hoy), se clasificaron con amaño con el ex Imperio Austríaco y fueron de la mano para eliminar a los argelinos. En la siguiente fase debía de emparejarse con Irlanda del Norte y al final les cayó la depauperada selección anfitriona, la española, que es la que debió de haber estado en la semifinal del Sánchez Pizjuán. Mítico encuentro donde los hispano-franceses de Platini merecieron clasificarse. Schumacher, el portero, Harald, embistió brutalmente a Battiston, al que dejó KO. No se llevó ni la tarjeta amarilla. Y Schumacher canturreaba “olé olé, olé olá, olé España, mi felicidad” y parecía inofensivo pero destilaba esa mala hostia que sumaba a la técnica con la que la RFA parecía ganar antes de jugar.
Hace 40 años, con la bulliciosa fiesta de Naranjito los correosos representantes de la Alemania capitalista, fueron disco de oro por ese que encabezaba Michael Schanze, un presentador de la televisión alemana, de padres músicos, que ideó un doble elepé con dos canciones españolas y unas cuantas romanzas dedicadas a Polonia, Italia y a desaparecidos países como la URSS y Yugoslavia. Los jugadores alemanes
cantaban a la confraternización, abajo los muros, en un 82 que se sentía tan moderno que caía rendido a cosas tan rancias como estas loas de arpegios de tablao de turistas. Incluso le cantaron a Kuwait algo así como “Buenos días, Mediodía” (por Oriente Medio).
La idea partía de un éxito de 1978. El ganador de Eurovisión 1966, el austríaco Udo Jurgëns, había cantado con que había sido campeona del 74
A Schanze no se le escapó la oportunidad. Este músico ‘pariente’ de Luis Cobos, plas, plas, es como si Joaquín Prat hubiera grabado con Santillana, Gordillo y López Ufarte (nuestra selección grabó un disco con el himno de Plácido Domingo). En varios programas de la ZDF apareció el cantor con estos talludos niños del coro en chándal: Fischer, Briegel, los Forster o el káiser, con sonrisa de alelaos, monosilabeando. Y en las filas, también el seleccionador Jupp Derwall, más sonriente que de costumbre. Apoyaban eso de “las simpáticas señorritas, con esos labios de carmesí”, “primero vino, después flamenco, si no has vivido un amor latino, vente pa España con ilusión”. Letra zarzuelera en alemán, aunque la versión en español también se vendió. Imaginemos en el Spotify que Messi formara dúo con Cristiano cantando “Qatar, cuánto te quiero”.
En esta operación de marketing la selección de la RFA aparecía más simpática de lo que era y Schanze se quedó con el cante. Hizo más discos mundialistas entre canciones infantiles y adaptaciones musicales de Los cantantes de nos dieron coba porque mucho tararí, señorritas y corazones, y al final nos eliminaron con justicia en el Bernabéu.
en tiempos ‘prehistóricos’ era entonces el hábito amable antes del de las tres en el que acudían actores en promoción teatral, artistas varios, académicos, médicos. Era el personal que no aparecía en los oficialistas informativos de ministros y de guerras de por ahí. Tenían sus ventanas fijas por la parrilla que ahora se antojarían programas encorsetados, estancos, faltos de impacto y voces plurales. Vázquez (su hermano Javier, no confundir con Jorge Javier, alcanzó hasta los matinales en los años 90) formaba parte de una programación que siempre iba en chaqueta. Tan sólo los espacios infantiles rebajaban la etiqueta. El decoro y el sastre eran inevitables y así se aceptaba por todas las partes. Era la televisión que heredaba todo de la radio formal.
Santiago Vázquez dirigió y presentó en la transición de los 70 a los 80 un espacio de tarde del que los niños escapaban tras oír a ABBA cantando y donde se hablaba con psicólogos, pediatras e igual se trataba una emergencia en el Tercer Mundo como se aconsejaba a los padres de entonces cómo domesticar a los adolescentes que son ya abuelos a día de hoy.
Por razones políticas, este fallecido periodista que comenzó en la T VE del Paseo de la Habana en 1959 no tuvo mucho mayor recorrido de lucimiento con la administración socialista. Quedó ubicado lejanos recuerdos entrañables, con su dicción confidente y su rictus de preocupación. Y a su lado, la sonrisa de Adela Cantalapiedra, que por entonces un jeque del Golfo se interesó para incorporarla a su harén pagando lo que fuera, comunicándolo por vía diplomática. El mundo aún tenía varias capas de pintura de menos.