Europa Sur

TRANSPAREN­CIA

- EDUARDO JORDÁ

LOS que escuchamos Spotify –¿dónde si no se puede escuchar a Mike Heron o a Fotheringa­y?– sufrimos un bombardeo constante de publicidad institucio­nal. Yo no sé la cantidad de dinero público que se destina a ensalzar la obra del gobierno central o a intentar convencern­os de lo bien que hace las cosas –porque de eso se trata–, pero deben de ser cantidades importantí­simas (por algo será que Spotify ha puesto su nombre al estadio del Barça). Y el caso es que una de estas campañas está destinada a vendernos la idea de la transparen­cia. De forma falsamente neutral, aséptica, institucio­nal, la campaña viene a decirnos que no hay un gobierno más “transparen­te” que éste. Y por cierto, la campaña está financiada con fondos europeos. Una buena forma de invertir el dinero público, sí señor.

Pero ¿realmente hace falta una campaña a favor de la transparen­cia? ¿No es éste el gobierno más transparen­te en toda la historia de la democracia? Porque este gobierno actúa de una forma tan transparen­te, tan evidente, tan palmaria, que hasta el más tonto debería darse cuenta. Y el único propósito del gobierno Sánchez es colonizar las institucio­nes y ponerlas a su servicio. Sea como sea y al precio que sea. Y si alguna institució­n del Estado no se deja controlar, se la va desactivan­do por medio de

El único propósito del Gobierno Sánchez es colonizar las institucio­nes y ponerlas a su servicio. Sea como sea

una sutil campaña de desprestig­io público (“la derecha judicial”, “los jueces fascistas”, “los machistas que odian a las mujeres”, etc). Por supuesto, el PP también intentó colonizar las institucio­nes, pero nunca llegó tan lejos. ¿Pruebas? Pues ahí tienen la propuesta para magistrado del Tribunal Constituci­onal que ha hecho el gobierno Sánchez del antiguo ministro de Justicia del propio gobierno Sánchez. Vaya fórmula magistral de exhibir transparen­cia: “Que nadie se preocupe: aquí vamos a colocar a los nuestros y solo a los nuestros. Y al que no le guste, que se vaya a otra parte” (los franquista­s lo planteaban de otro modo: “Y al que no le guste, que se vaya a Rusia”, decían).

Qué transparen­te todo, sí señor. Ya ni hay que tomarse la molestia de disimular un poco: la colonizaci­ón de las institucio­nes ha de ser total. Es el modelo iliberal que tanto indigna a las bellas almas –un modelo que lleva inexorable­mente a autócratas como Trump o Putin o Xi Jinping–, aunque en este caso nuestras bellas almas guarden silencio. Benditos sean.

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