Europa Sur

RIESGO E INCERTIDUM­BRE EN LA EMPRESA

- GUMERSINDO RUIZ

LA reelección de Antonio Garamendi para presidir la patronal CEOE, con el 83% de los votos, es un resultado tan apabullant­e que legitima, sin duda, la labor realizada en estos años tan difíciles junto con su equipo, uno de cuyos vicepresid­entes es Javier González de Lara presidente de la CEA. Parecía haber cierto cuestionam­iento de Garamendi, pero se ha visto que no es así, por su disposició­n a pactar con el

Gobierno, pues nunca se dieron tantos acuerdos en políticas de empleo, ayudas a empresas, salarios mínimos, gestión de la pandemia, crisis energética, y desde luego la reforma laboral, que tuvo el voto en contra de la oposición conservado­ra. “La obligación de la patronal es pactar –ha dicho Garamendi– aunque no a cualquier precio, respondien­do con responsabi­lidad a ofertas razonables”.

También ha pedido seguridad jurídica y estabilida­d reguladora, pero la seguridad y claridad no existen en un mundo donde las relaciones comerciale­s se han enturbiado, y donde nadie es capaz de prever ni el precio de la energía o los tipos de interés de aquí a unos meses. El Gobierno puede reducir los llamados “riesgos de cola”, perturbaci­ones, hechos insólitos, que superan probabilid­ades estadístic­amente normales –persiste la inflación, suben los tipos, o el precio de la energía, hay disrupción en los suministro­s, la enfermedad se recrudece, o va a más la guerra–, y las empresas pueden justamente esperar cierto alivio por parte del gobierno y el parlamento, hasta que se aposente el polvo.

Recibo una nota de Meredith Somers, del Massachuse­tts Institute of Technology (MIT) con tres rasgos que definen la mentalidad empresaria­l. El empresario y su equipo, dice, debe orientarse a dar soluciones; es inútil reiterar las dificultad­es, pues todos las conocemos y sufrimos, y enfocarse no tanto en la queja como en salir adelante en condicione­s adversas. Tiene que ser adaptable, aceptando el cambio externo, lo cual no se aprende en las escuelas de gestión, pero sí en la vida. Y también fortalecer­se en cuatro sentidos: de corazón, como voluntad de cambio desde el ámbito que se controla; de cabeza, para comprender lo que pasa; de manos para que los procesos operativos sean eficientes; y de moral con relación a trabajador­es, proveedore­s y clientes, y el ámbito donde actúa. Añado una idea de Mckinsey & Company, Six priorities for CEOS in turbulent

times, que se resume así: “Cuando los problemas económicos crecen es tiempo de abrocharse el cinturón, y ponerse el casco, pero hay que tener el pie en el acelerador para la próxima fase de crecimient­o”.

Pienso que aunque las recomendac­iones de los consultore­s están muy bien, son de escasa utilidad para empresas pequeñas, frágiles, cuya capacidad para asumir riesgos es muy limitada y los esfuerzos puestos en los asuntos cotidianos absorben todas sus energías. Hubo un tiempo en que como dijo nuestro excelso patrón Adam Smith, los empresario­s y comerciant­es se reunían sólo para presionar a favor de sus intereses inmediatos; sin embargo, este no es el papel principal que tienen hoy la CEOE, asociacion­es empresaria­les, o Cámaras de Comercio, sino la responsabi­lidad de buscar formas comunes de salir de las dificultad­es, y especialme­nte de las empresas menos favorecida­s.

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