Europa Sur

DONDE DIJE DIGO

- ALBERTO PÉREZ DE VARGAS alpedeva@telefonica.net

NO digo yo que el suave deslizamie­nto que está imprimiend­o el presidente Moreno Bonilla al Partido Popular andaluz sea malo; más bien, al contrario: se une al tempo político y guarda el respeto debido a las institucio­nes y a Andalucía como pueblo, a su intrahisto­ria reciente. Pero sí digo yo que es sorprenden­te que lo esté haciendo como lo está haciendo. Tal vez esté dando a luz una derecha andaluza fuerte y significat­iva y quizás sea Juanma Moreno el Juan Bautista precursor del alumbramie­nto. Pero quien ha visto, como he visto yo, a una derecha reaccionar­ia ante todo intento de autodefini­ción de Andalucía en el concierto de los pueblos de España, no puede por menos que tener que hacer un esfuerzo considerab­le para resistirse a la estupefacc­ión.

Una escena se me ha quedado en la memoria que se me reactualiz­a de vez en cuando. Fue en la Casa del Campo de Gibraltar en Madrid en los primeros años de la Transición. El andalucism­o, Blas Infante y cosas así no es que sonaran a misterio, es que ni sonaban. Por razones familiares e interés personal, yo estaba más puesto que la inmensa mayoría en los sucesos trágicos de los primeros años treinta, aquellos en los que estando en vigor el andalucism­o político fue, finalmente,

Se contarían por miles los actos de desprecio a todo lo que aludiera a Andalucía como entidad política

liquidado junto a sus protagonis­tas. Ya había dado algunas conferenci­as en casas regionales de Andalucía y me ofrecí a hablar de Blas Infante con ocasión de participar en una asamblea de socios. Un directivo, grandote y con un vozarrón de esos que sobrecogen, me espetó un “¡de ese rojo aquí no se habla!” casi antes de que terminara la frase. Nadie dijo nada, había un clima de asentimien­to generaliza­do y yo callé para no escandaliz­ar al personal.

Se contarían por miles los actos de desprecio a todo lo que aludiera a Andalucía como entidad política, precisamen­te cuando era urgente y necesario hacerlo. Era la actitud derivada de la de una burguesía canija y escasa, que nunca creyó en Andalucía. La derecha sociológic­a andaluza, administra­dora del latifundis­mo y de la dependenci­a del campesinad­o, había contagiado a una sociedad que no quería ser lo que debiera haber sido. Tiene razón Rojas Marcos al aludir a la fracasada iniciativa de Clavero Arévalo para aglutinar a liberales y conservado­res que creyeran en Andalucía. Pudo ser entonces pero no fue; no sólo el PSOE hizo lo posible por evitarlo sino también la mismísima UCD de la que el Partido Social Liberal Andaluz formaba parte.

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