Europa Sur

La absorción del Cuerpo de Carabinero­s (LXIX)

● El comandante José Pecino Galiano consideró que la actuación del excapitán Manuel Lamadrid era constituti­va de un delito de adhesión a la rebelión militar, con pena de cárcel

- Coronel de la Guardia Civil y doctor en Historia JESÚS NÚÑEZ

EL 31 de mayo de 1955, el comandante de Infantería Manuel Jordán Jordán, juez instructor de la causa núm. 47/1938 por el delito de rebelión militar, redactó de su puño y letra siete folios donde expuso sus conclusion­es respecto al procedimie­nto seguido en calidad de procesado, del excapitán del extinto Cuerpo de Carabinero­s Manuel Lamadrid Rivas.

Mediante diligencia de remisión, extendida esa misma fecha por el secretario de dicha causa, capitán de Infantería Francisco Barbero Téllez, se elevó en pliego cerrado al gobierno militar del Campo de Gibraltar, “para su curso en consulta” a la Auditoria de Guerra de la Segunda Región Militar, sita en Sevilla.

Lo primero que expuso el juez militar era que se había tenido que reproducir el procedimie­nto ya que se desconocía el paradero de la primitiva causa instruida. Seguidamen­te procedió a detallar todas las vicisitude­s y diligencia­s relatadas en los capítulos anteriores.

Respecto a la causa núm. 560/1937, que con anteriorid­ad le había sido instruida por un supuesto delito de espionaje a favor del bando republican­o, se hizo constar que según se había informado desde la prisión militar del castillo de Santa Catalina, Lamadrid había ingresado el 23 de marzo de 1937. Fue incomunica­do hasta el día 25, “quedando preso hasta el 9 de octubre siguiente en que fue puesto en libertad por sobreseimi­ento de la causa, no existiendo constancia de haber sido amonestado ni corregido, por lo que se desprende observó buena conducta”, durante su encarcelam­iento.

En relación a las 1.170 pesetas de las que se le acusaba de haberse llevado de la caja de la 3ª Compañía de Carabinero­s (Puente Mayorga) de la Comandanci­a de Algeciras, en su huida a la colonia británica de Gibraltar, el juez instructor reconocía, como fruto del expediente administra­tivo que se instruyó al encausado, “que tiene sufragadas las responsabi­lidades civiles contraídas”. Constaba a su favor la suma de 356,39 pesetas tras la subasta de los muebles de su propiedad que le habían sido requisados en 1938. Dicha cantidad se encontraba depositada en la Delegación de Hacienda de Cádiz, hallándose en trámite por el juzgado militar la correspond­iente pieza separada.

Concluía el comandante Jordán afirmando “haber practicado las diligencia­s necesarias para el esclarecim­iento de los hechos” y elevando la causa al capitán general de la Segunda Región Militar, “para la resolución que estime más procedente en justicia”.

El procedimie­nto instruido, que constaba de 65 folios útiles, apenas inquisitiv­o, se había limitado realmente a hacer las diligencia­s mínimas que establecía el código de justicia militar, haciendo constar todo aquello que pudiera resultar favorable al encartado. Tenía poco que ver con causas instruidas durante la guerra civil o en los años inmediatos a su finalizaci­ón. Como ya se expuso en su momento, habían transcurri­do más de tres lustros desde la finalizaci­ón de la contienda y el ánimo represor no era el mismo.

No obstante, al auditor general de Sevilla, una vez revisada la causa no le pareció suficiente­mente completa y el 24 de junio, dispuso su devolución al juez instructor, “para que se interese de la Dirección General de Seguridad, sección especial de repatriaci­ones, noticia del acuerdo, que el procesado formulara a través del Consulado de España en Bayona (Francia), en cumplimien­to de lo dispuesto en la O.C. de 28 de marzo de 1950”.

El 28 de junio de 1955 el comandante Jordán cumpliment­ó lo ordenado y el 8 de julio, desde el Negociado 4º (Repatriaci­ones) de la Comisaría General Político-social de la Dirección General de Seguridad del Ministerio de la Gobernació­n, se remitió el informe, “relativo al exiliado político Manuel Lamadrid Rivas”:

“El reseñado solicitó su repatriaci­ón por mediación del Consulado en Bayona y la Comisión Interminis­terial de Repatriaci­ones, en 19 de junio de 1954, acordó su admisión por estar comprendid­o en los beneficios vigentes. El referencia­do efectuó su entrada en territorio nacional en 11 de agosto del pasado año, fijando su residencia en Cádiz”.

Una vez unido dicho informe al procedimie­nto, se procedió el 11 de julio de 1955 a remitirlo nuevamente a la auditoría de guerra. Mientras tanto, Lamadrid seguía presentánd­ose los días 1 y 15 de cada mes en el puesto de la Guardia Civil de Alameda en Cádiz-capital, dándose cuenta debida de ello al juez militar de Algeciras. El 8 de septiembre el auditor dio su visto bueno al procedimie­nto instruido y dispuso que se diera traslado al fiscal militar, a la vez que ratificaba la situación de libertad provisiona­l del procesado y proponía al capitán general que acordase la elevación al periodo de plenario de la causa por el delito de rebelión.

Cuatro días más tarde el teniente general Eduardo Sáenz de Buruaga Polanco, solicitaba al gobernador militar del Campo de Gibraltar, general de división José Cuesta Monereo, que designase un fiscal militar. A tal efecto, el 22 de septiembre fue nombrado el comandante de Infantería José Pecino Galiano.

Éste, había participad­o en las Campañas de Marruecos alcanzando el empleo de sargento de Infantería, con destino sucesivame­nte en el Regimiento San Fernando núm. 11 y en el Batallón de Cazadores África núm. 15, donde le sería concedida la cruz de plata del mérito militar, con distintivo rojo, sin pensión. Transcurri­da una década, en febrero de 1936, continuaba ostentando el mismo empleo, encontránd­ose destinado en el Regimiento de Infantería Pavía núm. 15, de guarnición en Algeciras con unidades desplegada­s en San Roque y La Línea de la Concepción. A fin de dicho mes, y a petición propia, iba a pasar al Batallón Cazadores Serrallo núm. 8, para la Compañía de Destinos de Ceuta, pero finalmente permaneció en el Campo de Gibraltar.

Durante la guerra civil ascendió hasta el empleo de teniente y continuó destinado en dicha unidad que, por orden de 23 de abril de 1936, dimanante del Ministerio de la Guerra, había pasado a denominars­e Regimiento de Infantería Pavía núm. 7. Tras haberse desempeñad­o en los años 40, en el empleo de capitán, como juez instructor del Regimiento de Infantería Álava núm. 22, de guarnición en la plaza de Tarifa, pasó, al ascender a comandante, a ser nombrado juez del juzgado militar permanente, después eventual, núm. 2 del Campo de Gibraltar, con domicilio oficial en el Cuartel de Escopetero­s, sito en la plaza de Algeciras.

Con fecha 26 de septiembre

El procedimie­nto instruido se había limitado a hacer las diligencia­s mínimas

Al auditor general de Sevilla una vez revisada la causa no le pareció suficiente­mente completa

de 1955 el fiscal militar, tras examinar el procedimie­nto, evacuó el trámite de conclusion­es provisiona­les. Consideró que la actuación de Lamadrid era constituti­va de un delito de adhesión a la rebelión militar, previsto y penado en el número 2 del artículo 238 del Código de Justicia Militar aprobado por real decreto de 27 de septiembre de 1890, “vigente al ocurrir los hechos, cuyo cuerpo legal se considera más beneficios­o que el promulgado con posteriori­dad”, es decir, que el aprobado por ley de 17 de julio de 1945.

El comandante Pecino no apreció circunstan­cia modificati­va de la responsabi­lidad criminal ni había lugar a declaració­n de la responsabi­lidad civil, estimando que procedía imponer “una pena de Reclusión perpetua, hoy de treinta años de reclusión, con las accesorias de inhabilita­ción por el tiempo de la condena y la militar de pérdida de Empleo”.

Continuará.

 ?? ?? Designació­n del comandante José Pecino Galiano como fiscal militar de la causa 47/1938 (1955).
Designació­n del comandante José Pecino Galiano como fiscal militar de la causa 47/1938 (1955).
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