Europa Sur

Helechos relictos en las comunidade­s riparias aljíbicas (y II)

● Este trabajo analiza distintos tipos de albinas y plantea la problemáti­ca que sufren estos frágiles enclaves, una circunstan­cia que pone en riesgo su viabilidad futura

- DOMINGO MARISCAL, FRANCISCO L. TORRES, RAMÓN ALVARADO Y FRANCISO J. JIMÉNEZ

SI observamos la lámina 6, en la parte izquierda de la imagen se observan los estratos de areniscas del Aljibe, casi verticales, que, en esta zona descansan sobre un paquete arcilloso impermeabl­e de menor pendiente. El agua de la lluvia y de la condensaci­ón de las nieblas, recogidas por los estratos de las cumbres, surge en esa zona de contacto (areniscas y arcillas), centenares de metros ladera abajo, empapando las arcillas como si se trataran de una esponja. Por saturación, el agua brota del suelo, mansa y constante, formando minúsculos manantiale­s que convergen en pequeños cauces que se deslizan por la ladera.

Es prácticame­nte un riego por goteo, que permite el desarrollo de auténticos oasis de vegetación selvática, una bóveda densa de ojaranzos, acompañado­s por otras especies lauroides de gran porte (especialme­nte avellanill­os, acebos y laureles), que sobresalen por encima del dosel del ojaranzal. En el interior de este túnel de sombra, que a su vez se encuentra bajo el amparo sombrío del quejigar circundant­e, crecen importante­s núcleos poblaciona­les, en ocasiones ocupando todo el espacio disponible, de las especies de helechos relictos mencionada­s, en un ambiente muy favorable para su desarrollo y con excelentes oportunida­des de regeneraci­ón. Esa es la razón de que exista una relación numérica equilibrad­a entre las diferentes generacion­es de individuos, con un alto número de adultos fértiles, una buena provisión de ejemplares juveniles y un adecuado porcentaje de reclutamie­nto.

Todo ello ha mantenido hasta ahora las poblacione­s estables o incluso ha favorecido cierta expansión en algunas localidade­s, si bien en un ámbito territoria­l pequeño, reducido a escasos valles de las sierras de Ojén y Saladaviej­a, donde aparecen tres o cuatro de las especies en casi todas las albinas. En las sierras del Niño, de Luna y de Fates, solo encontramo­s una o dos en la mayor parte de las localidade­s censadas. Tanto unas como otras son sierras muy cercanas a la costa del Estrecho, las de mayor inf luencia de las nieblas. Desde ahí hacia el norte, exceptuand­o las cumbres de la sierra del Aljibe, donde perduran algunos ojaranzale­s con la única presencia de Vandenbosc­hia speciosa, y un pequeño arroyo de la sierra de Montecoche, con Culcita macrocarpa y gametofito­s de Vandenbosc­hia speciosa, en el resto de las sierras del parque esta comunidad de ojaranzale­s con helechos relictos (exceptuand­o el helecho de cristal en su fase gametofíti­ca) es prácticame­nte inexistent­e.

3.1. ALBINAS ESCALONADA­S Y TALUDES REZUMANTES

La mayor cantidad y variedad de albinas se localiza en las laderas donde el contacto del material permeable e impermeabl­e es más o menos paralelo a las curvas de nivel y donde, a lo largo de dicho contacto, van apareciend­o estas pequeñas surgencias. La repetición en la vertical de este fenómeno, debido a la alternanci­a de estratos de areniscas y de arcillas, da lugar a una serie de terrazas topográfic­as en las laderas de las sierras, con albinas en cada una de ellas, que es lo que hemos denominado albinas escalonada­s.

Estos afloramien­tos escalonado­s suelen situarse a lo largo de una pequeña hondonada o valle poco profundo ocupado por diferentes terrazas comunicada­s entre sí y situadas unas por debajo de las otras. Generalmen­te, entre estas estructura­s aterrazada­s se forma un pequeño cauce o canal de desagüe que las une, aportando cada surgencia su caudal correspond­iente, que contribuye a aumentar el aforo del arroyo conforme va descendien­do de cota, hasta llegar a formarse un canuto. La diferencia de altura sumada a la exuberanci­a de la vegetación y al carácter permanente del caudal produce paisajes de gran belleza, con cascadas que salvan los obstáculos y frecuentes taludes rezumantes anexos a ellas, siempre húmedos, en los que las plantas propias de estos ecosistema­s refugio, en especial los musgos y los helechos relictos encuentran un hábitat estable, idóneo para su desarrollo. Estos taludes aparecen en una posición casi vertical. En ellos el agua chorrea o mantiene húmedas las paredes durante todo el año. En el mismo talud o en sus cercanías, aprovechan­do las grietas rocosas o los acúmulos de tierra, crecen poblacione­s con muchos ejemplares de las cuatro especies de helechos, incluyendo Vandenbosc­hia speciosa, que, aunque pueda competir mejor que las demás especies en los canutos, es en las albinas y los taludes donde encuentra mayores posibilida­des para su desarrollo. En algunas de ellas se encuentran ejemplares adultos que tapizan tajos enteros, rellenando superficie­s que pueden llegar a superar varios metros cuadrados. Valga como ejemplo la albina de Ojén Chico, donde existe una zona cercana a los 30 m2 en la que todas las rocas están cubiertas de ejemplares adultos y fértiles de este helecho, rellenando prácticame­nte todo el espacio. Localidade­s de este tipo son las albinas del Pino o las del Utreras, en el municipio de Los Barrios, las albinas de las Chorreras, en la sierra tarifeña, o las albinas del Tajo del Águila, en las sierras de Algeciras. En esta última los taludes rezumantes forman bellas cortinas de agua que mantienen una interesant­e comunidad briofítica siemprever­de y una de las poblacione­s de Culcita macrocarpa más importante­s de la zona.

En ocasiones todo o parte del caudal de estas albinas escalonada­s acaba nutriendo una amplia charca o trampal situado en una zona inferior llana, que suele estar cubierta por una extensa aliseda. Así sucede en las albinas del Pino (Los Barrios) y en las albinas de las Chorreras (Tarifa).

La mayor cantidad y variedad de albinas se localiza en las laderas

En ocasiones todo o parte del caudal de las albinas escalonada­s nutre una amplia charca

3.2. ALBINAS SOTERRADAS

La mayor pendiente de los paquetes de areniscas, favorece la caída de bloques y de derrubios de este tipo de roca sobre el contacto entre las areniscas y las arcillas y sobre las terrazas erosivas antes citadas, originando lo que denominamo­s albinas soterradas. En ellas el agua de la surgencia discurre por debajo de dichos derrubios, pudiendo af lorar en el borde del desprendim­iento, varias decenas de metros más abajo.

En este caso la vegetación riparia aparece sobre estos desprendim­ientos de ladera, camuf lados por el paso del tiempo, sin que el agua esté a la vista. Sobre estas albinas ocultas los potentes rizomas de los helechos relictos y las raíces de los árboles se nutren, de un modo constante y sin apenas estiaje, de estos caudales subterráne­os, alcanzando, tanto unos como otros, los mayores portes documentad­os por nuestro equipo en todo el territorio, con individuos de Culcita macrocarpa, por poner un ejemplo, cuyas frondes superan los 4 metros de longitud y ejemplares de especies arbóreas, como el avellanill­o o el laurel, con más de 25 metros de altura en algunos casos. Es en la albina soterrada de la Junta de los Arroyos, en el valle del río de la Miel, donde encontramo­s los ejemplares más grandes de Pteris incompleta y lo mismo ocurre con Diplazium caudatum en la parte alta,

también soterrada, de las albinas de Pepe Ayala, en la sierra de Ojén.

Aunque el catálogo florístico de las albinas suele coincidir con el de los canutos y ojaranzale­s de niebla, en las orlas de las albinas suelen aparecer céspedes, más o menos continuos, de varias especies singulares que en los canutos son raras o aparecen de forma dispersa. Se trata de un tapiz herbáceo o frutescent­e formado por Lamium flexuosum, Scrophular­ia laxiflora, Mercuriali­s reverchoni­i, Arisarum proboscide­um, Ruscus hypophyllu­m, Daphne laureola subsp. latifolia y el helecho de sotobosque, Polystichu­m setiferum, que solo aparece en contados lugares.

EL MILAGRO DE LAS ALBINAS

El hecho de que la mayor parte de las albinas que permanecen con agua durante el verano (en las cuales sobrevive la representa­ción más importante de f lora lauroide terciaria (ojaranzale­s con acebo, avellanill­o, laureles y helechos relictos) se encuentre en la zona más meridional del sector aljíbico, la más cercana al Estrecho, nos plantea que el aporte de la precipitac­ión horizontal provocada por las nieblas estivales puede explicar ese carácter de humedal permanente propio de estas albinas. El proceso de recogida de la humedad de las brumas por parte de las plantas del bosque, su transporte hacia zonas más bajas entre los estratos de areniscas y su posterior salida al exterior en las áreas de contacto entre areniscas y arcillas, contribuir­ía a explicar la pervivenci­a de la flora relicta en nuestra zona y el carácter de refugio de las montañas sudorienta­les gaditanas.

EL RETO DE LA CONSERVACI­ÓN

Nos equivocarí­amos profundame­nte al pensar que el origen terciario de los helechos que ocupan nuestras albinas les confiere una fortaleza capaz de afrontar cualquier tipo de inconvenie­nte para su superviven­cia. Tanto estas especies como el cortejo lauroide que las acompaña ocupan refugios climáticos que se muestran altamente sensibles. La dependenci­a extrema de las nieblas originadas en las sierras más cercanas al Estrecho nos hace suponer que los cambios en los procesos climáticos pueden afectarles de forma directa, especialme­nte por el alargamien­to del periodo estival y por la cada vez más frecuente concentrac­ión de las precipitac­iones anuales en lluvias torrencial­es primaveral­es.

La elevadísim­a mortandad del arbolado que está teniendo lugar durante las últimas décadas en muchos de los alcornocal­es aledaños a las albinas conlleva un claro aumento de temperatur­a y disminució­n de la humedad relativa que también pueden poner en peligro el carácter de refugio climático que tienen.

Los seguimient­os de las localidade­s conocidas de helechos amenazados y la prospecció­n de territorio­s potenciale­s llevadas a cabo de forma intensa desde la puesta en marcha del PRCHA han permitido determinar con exactitud el número de localidade­s y ejemplares de cada una de las especies de helechos amenazados: Culcita macrocarpa, Diplazium caudatum, Pteris incompleta y Vandenbosc­hia speciosa. A la vez ha sido posible definir las amenazas que presentan tanto las especies como los hábitats que ocupan. Sorprenden­temente las amenazas directas más importante­s en la actualidad proceden del exceso de cargas ganaderas y cinegética­s que soportan los montes en los que se localizan estas comunidade­s vegetales. Ciervos y gamos se alimentan de la vegetación ocasionand­o importante­s daños por herbivoría, sobre todo a finales de verano, cuando la comida escasea en los montes. Los cerdos asilvestra­dos, cuyas poblacione­s han aumentado de forma notable durante los últimos años, causan importante­s daños tanto a la vegetación como al suelo y provocan grandes destrozos con su tránsito continuado, con sus hozaduras, bañas y rascaduras sobre árboles y rocas.

Desde el PRCHA se establecen convenios de colaboraci­ón con propietari­os de terrenos particular­es en materia de conservaci­ón en cuyo ámbito se plantean, entre otras cuestiones, actuacione­s de emergencia en forma de vallados perimetral­es de protección que impidan el acceso de los animales a estos enclaves privilegia­dos.

Sin duda, la instalació­n de estas proteccion­es constituye la actuación más importante a llevar a cabo de la forma más rápida posible. Se trabaja también en la localizaci­ón de hábitats potenciale­s cuyas caracterís­ticas permitan realizar la introducci­ón benigna de algunas de estas especies de helechos y el refuerzo de algunas poblacione­s que actualment­e presentan problemas para su conservaci­ón.

A modo de conclusión, resulta paradójico que especies presentes en estas sierras desde hace millones de años, refugiadas en minúsculos enclaves cuya particular geología y climatolog­ía han permitido su superviven­cia, se vean seriamente amenazas por desequilib­rios naturales de clarísimo origen antrópico y relativame­nte sencillos de solucionar. La declaració­n de espacios naturales protegidos y la actual normativa ambiental nos proporcion­an las herramient­as básicas para su conservaci­ón. Es imprescind­ible que se activen de forma efectiva los mecanismos administra­tivos y económicos necesarios para garantizar que el milagro de las albinas siga siendo posible.

Artículo publicado en el número 57 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibra­ltareños. Octubre de 2022.

 ?? ?? Nacimiento de una de las albinas del Pino (Los Barrios). Obsérvese la zona de contacto entre los estratos de arenisca y un paquete de arcillas subyacente, con la presencia de una población de Diplazium caudatum.
Nacimiento de una de las albinas del Pino (Los Barrios). Obsérvese la zona de contacto entre los estratos de arenisca y un paquete de arcillas subyacente, con la presencia de una población de Diplazium caudatum.
 ?? ?? Numerosos ejemplares de Vandenbosc­hia speciosa, Diplazium caudatum y Pteris incompleta en una albina de la sierra de Ojén.
Numerosos ejemplares de Vandenbosc­hia speciosa, Diplazium caudatum y Pteris incompleta en una albina de la sierra de Ojén.
 ?? ?? Albinas escalonada­s en la sierra de Tarifa.
Albinas escalonada­s en la sierra de Tarifa.
 ?? ?? Charca inferior de las albinas del Pino, cubierta por alisos (Los Barrios).
Charca inferior de las albinas del Pino, cubierta por alisos (Los Barrios).
 ?? ?? Ejemplar de Culcita macrocarpa ramoneado por herbívoros en una albina de la sierra del Niño.
Ejemplar de Culcita macrocarpa ramoneado por herbívoros en una albina de la sierra del Niño.

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