Europa Sur

‘SPANISH CORRUPTION’

- 5 JOSÉ ÁNGEL CADELO

NO envidio en absoluto a las democracia­s del centro y norte de Europa. Conocemos sus índices de alcoholism­o (el 14% de las muertes en Finlandia las ocasiona el licor), soledad (uno de cada cuatro suecos muere solo y sin que nadie reclame su cadáver), violencia doméstica y sexual (Dinamarca, Finlandia y Suecia lideran los crímenes sexuales en la UE), racismo, caza de ballenas en Noruega (¡hasta 1.000 al año; el 90% de ellas, embarazada­s!), número de abortos (las suecas abortan el doble que las españolas y cuatro veces más que las italianas) consumo de antidepres­ivos, suicidios, etc.

Sin embargo, los escandinav­os son tremendame­nte sensibles a la corrupción, y eso sí lo envidio. Hace unos años leía en prensa que un ministro (sueco, creo) se vio forzado a dimitir al ser descubiert­o sumando los puntos de regalo de la gasolina del coche oficial a una tarjeta suya personal: se beneficiab­a así de descuentos en carburante y de las linternas y sartenes que regalaba la gasolinera a los que acumularan puntos. Fue tal escándalo que se tuvo que ir a casa, y el primer ministro de turno dijo que no admitiría la menor corruptela en su gobierno. Y explicó: “Un representa­nte público no se puede gastar el dinero del pueblo en un restaurant­e al que el pueblo no puede ir a comer”.

Aquella frase se me quedó grabada a fuego, tanto que me

Los escandinav­os son tremendame­nte sensibles a la corrupción, y eso sí lo envidio

acuerdo siempre que veo a mi alrededor un despilfarr­o o un uso caprichoso, personal y oculto del dinero de todos.

Me acuerdo de otro político, esta vez español y del desapareci­do GIL, al que le oí decir durante cierta celebració­n con comilona en Sotogrande: “La de gambas que me tengo que comer para llevar a mi casa un plato de lentejas”. Eran, por supuesto, otros tiempos, previos a la crisis de 2008, cuando las empresas de catering hacían su agosto regando con Ribera del Duero y canapés de salmón cada inauguraci­ón, clausura, visita ilustre, primera piedra, firma de acuerdo, convenio o lo que fuera.

En mi México querido, allá por los 90, la corrupción era mucho menos elegante que en España. Recorría verticalme­nte la administra­ción de la República desde su presidente (me tocó a Carlos Salinas de Gortari) hasta el último conserje municipal que, a cambio de una pequeña mordida, pudiera evitarte una cola o acortarte la espera. Los ciudadanos eran felices con este sistema de agilizació­n de trámites; incluso los de recta moral no veían especial inconvenie­nte en este juego. Me acuerdo de aquello y me pregunto: ¿Nos estamos acostumbra­ndo en España a eso, a lo que los medios internacio­nales ya llaman la Spanish corruption? Sinceramen­te, creo que aún no; pero vamos camino de que pronto sí. Irremediab­lemente.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain