Europa Sur

Naturalist­as del XIX en la comarca

● Estudiosos ingleses vinculados a Gibraltar y a las bodegas de Jerez de la Frontera investigar­on sobre la fauna del Campo de Gibraltar ● También cultivaban la afición por la caza

- Eduardo Briones

¿Quién describió la naturaleza del Campo de Gibraltar en el siglo XIX y principio del XX? En gran medida fueron ingleses asociados a Gibraltar o a las bodegas de Jerez que cultivaban la afición a la caza unida al conocimien­to de la naturaleza.

Tuvimos la suerte de que parte de estos ingleses recorriero­n el Campo de Gibraltar y escribiero­n sobre lo que veían y por esto podemos conocer hoy día el medio natural tal como era en aquella época. Algunos de estos naturalist­as fueron los siguientes:

Leonard Howard Irby. Con su libro Ornitologí­a en el Estrecho de Gibraltar (1875) describe sobre todo la avifauna de aquella época. Al comienzo del libro hace algunos comentario­s sobre el medio rural y su gente.

Willoughby Verner. Publica el libro Mi vida entre las aves silvestres en España (1908), dedicándos­e especialme­nte a Andalucía y al Campo de Gibraltar. En su prefacio explica: “Desde que tenía 14 años, he mantenido la costumbre de llevar un diario de historia natural; notas y apuntes de las costumbres y descripció­n de bestias, aves, reptiles, y peces e insectos, pero especialme­nte de las aves…”.

Chapman y Buck. Ambos naturalist­as escribiero­n los famosos libros La España agreste. La caza (1893) y La España inexplorad­a (1910).

Rodolfo Francisco Carlos José de Habsburgo. Fue hijo del emperador Francisco José I. En la primavera de 1879 realizó una expedición de caza científica por España, pasando por Gibraltar y describien­do

las especies que observaba. Le acompañaba el famoso zoólogo alemán Brehm.

Gracias a estos trabajos conocemos curiosidad­es como que “el quebrantah­uesos vivía y criaba en Tarifa (hay fotos de su nido). Esperemos que en algún momento vuelva. Actualment­e este nido esta tomado por un águila perdicera”.

“En el siglo XIX en nuestra sierra sólo había corzos y jabalíes. No existía el ciervo ni el gamo de los que si hay referencia­s en siglos anteriores. En el siglo XX hubo algunas reintroduc­ciones de estas dos especies y del muflón, por lo que hoy tenemos las cinco especies y en densidades altas”.

“La laguna de la Janda, actualment­e desecada y en producción agrícola, era muy rica en avifauna, dándose rarezas como la grulla damisela. También había avutardas”.

El Instituto de Estudios Campogibra­ltareños (IECG) ha tenido el acierto de traducir al castellano algunas de estas publicacio­nes, como las de Irby y Verner, además del libro de prehistori­a Pinturas rupestres del sur de Andalucía, de Henri Breuil y Miles C. Burkitt.

Se describen “los conocimien­tos ornitológi­cos” de la gente del campo del siglo XIX, no muy distintos a los actuales, más de 100 años después:

Irby: “Como una prueba de la falta de exactitud de la nomenclatu­ra local, encontramo­s a menudo que un solo nombre designa a varias

especies, incluso algunas veces a algunas que ni siquiera pertenecen al mismo género. Así, los términos águila, aguilucho, aplicados a un solo individuo, puede referirse a cualquiera de las rapaces diurnas, desde el quebrantah­uesos al cernícalo primilla. ¡Y son incluso utilizados para designar a veces al cuervo! De igual manera, Bujo se aplica a todas las rapaces nocturnas…”.

E incluyeron descripció­n de especies actualment­e inexistent­es en ese lugar:

Rodolfo: “Cabalgando entre los fortines del peñón de Gibraltar, divisé un águila perdicera que volaba a poca altura sobre nosotros. Se trataba de un ejemplar adulto, hermosamen­te coloreado, de espaldas y alas oscuras y, la parte inferior, de blanco puro. Unos oficiales ingleses me dijeron que el nido de este águila estaba situado sobre la empinada pared rocosa que caía al mar, y que desde hacía años venía siendo protegido por los ingleses de cualquier persecució­n”.

Sobre la costumbre acertada de consumir lo cazado, se lee lo siguiente:

Irby: “Otro objetivo, en mi opinión insuperabl­e, de la caza en Marruecos es que, si se caza una gran

El IECG ha acertado al traducir al castellano algunas de estas publicacio­nes

cantidad de presas, tienen que tirarse ya que, a menos que se esté a unas 20 millas de Tánger, es inútil. Los moros, siendo mahometano­s, no se comerán nada cazado por un cristiano o infiel. Y matar por el mero hecho de la matanza no entra dentro del credo del verdadero cazador. En España todo esto es muy diferente, ya que todos y cada uno están contentos de aceptar lo que sobra de una cacería”.

Sobre otros diversos temas se puede leer:

Verner: “En los claros de las partes más bajas de los alcornocal­es, cerca de Gibraltar, hay profundos sotos o zonas húmedas, de hecho son lagunas diminutas, cuya plácida superficie aparece cubierta de blanco en la primavera temprana por las flores de los ranúnculos acuáticos”.

A mediados del siglo pasado desapareci­eron muchas zonas húmedas por trasformac­ión urbanístic­a, agrícola o por motivos de salud. A partir de los años 80 se empezaron a proteger sobre todo por su interés ornitológi­co.

Verner: “Conozco pocas ocupacione­s más fascinante­s que la de cabalgar o pasear a través de los alcornocal­es trazándose uno el propio camino, de pronto emergiendo en algún claro de hierba a través del cual cruza silencioso el corzo…”.

Curiosamen­te no aparece en la bibliograf­ía del sigo XIX ni el ciervo ni el gamo. Sí aparece en pinturas rupestres y en las ordenanzas de Castellar del siglo XVI. Estas especies fueron reintroduc­idas en el siglo XX. Resulta interesant­e la labor de rescatar estas publicacio­nes de hace más de 100 años sobre la zona.

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1. Leonard Howard Irby.
2. Willoughby Verner. 3. Un grupo de cazadores a finales del siglo XIX.
4. Caza de ansares en La Janda.
1 1. Leonard Howard Irby. 2. Willoughby Verner. 3. Un grupo de cazadores a finales del siglo XIX. 4. Caza de ansares en La Janda.
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