RIESGO CIERTO DE REFERÉNDUMS
DURANTE más de un siglo, la eugenesia se consideró una visión avanzada del mundo; se diría que las propuestas de su pionero Francis Galton y de su primo Charles Darwin, sobre el control de la población humana, marcaron tendencia. La sombra de esta moda se alargó hasta los horrores del Holocausto y otras infamias posteriores, aunque a nuestro tiempo ha llegado en forma más sutil. En 2017, Islandia proclamó que pronto será el primer país del mundo en el que dejarán de nacer niños con síndrome de Down, gracias al aborto “compasivo” de fetos con diagnóstico precoz de la copia adicional en el cromosoma 21. En Estados Unidos, la tendencia de la medicina contemporánea a eliminar el dolor a cualquier precio acabó en la famosa crisis de los opioides. Francia, fiel a su herencia de faro de la humanidad, se convierte ahora en el primer país del mundo en incluir en su Carta Magna el derecho al aborto como forma de garantizar la libertad de la mujer para interrumpir voluntariamente su embarazo.
Este impulso compasivo –que prescribe todo tipo de fármacos contra el dolor o incentiva abortos como libre expresión del deseo materno– arrastra una paradoja: al lidiar con el dolor de la gente, se extingue antes al sufridor que al sufrimiento. Si la compasión consiste literalmente en sufrir con otro, en participar voluntariamente de su dolor, en compartir la carga y hacer más llevadera la experiencia, entonces esta categoría se ha distorsionado al punto en que ya no representa voluntad alguna de ayuda, sino el deseo de acabar de raíz con el sufrimiento. Es la lógica de siempre, aunque ahora más sofisticada. Si se profundiza en ella, no está claro que sea un vicio desatado, propio de culturas decadentes, sino más bien una virtud pervertida que, como un ángel caído, se ha
EN cincuenta días, del 21 de abril al 9 de junio, tres resultados electorales marcarán el contexto político en el que se decantará el futuro de la XV Legislatura. Las votaciones en el País Vasco, Cataluña y en toda España para elegir a los europarlamentarios nacionales tendrán por distintos motivos trascendencia en la estabilidad del Gobierno.
La competencia entre socios del Ejecutivo de Pedro Sánchez en Euskadi y Cataluña se conocerá primero. En el caso vasco, los socialistas del PSE tendrán que hacer de árbitros entre PNV y Bildu, a quienes los sondeos vuelto demonio. Nada hay de nuevo en las nuevas formas de eugenesia o de selección artificial de nonatos desde que Platón en el siglo III a. de C. planteara en su República la necesidad de “mejorar” la población.
Hablar hoy de eugenesia puede resultar hiperbólico. Como sus destinatarios son los más débiles –ancianos, nonatos, mujeres o pobres–, quien cuestiona su lógica corre el riesgo de ser considerado un bárbaro sin compasión. No obstante, hay algo que confunde en la comprensión de esta torcida virtud. En lugar de proporcionar a mujeres y a hombres jóvenes educación sobre el sentido de la fecundidad humana, o de forjar “propuestas de costumbres” que susciten solidaridad
auguran un ajustado resultado que se dirimirá por un escaso margen de votos e incluso con empate a escaños. Cuál de los dos partidos esté por delante y por cuánto margen delimitará si es viable la reedición del pacto PNV-PSE y si los de Arnaldo Otegi lo aceptan sin cuestionar su apoyo al Gobierno, que es la opción más probable.
La convocatoria catalana es la más trascendente, por la compleja y cruenta relación entre los independentistas que invistieron a Sánchez y que le han arrancado una infame ley de amnistía. El PSC lleva ventaja en los sondeos, pero no está claro ni si Salvador Illa –que ya ganó los anteriores comicios– podrá gobernar –solo o en coalición– y quién se hace con el primer puesto en la competición entre ERC y Junts, que está mediatizada por la presencia del prófugo Carles Puigdemont
Hablar hoy de eugenesia puede resultar hiperbólico. Como sus destinatarios son los más débiles, quien cuestiona su lógica corre el riesgo de ser considerado un bárbaro sin compasión
con la mujer que, sola o sin pareja estable, queda embarazada, todo lo que se ofrece a cambio es el derecho a interrumpir el embarazo, como si fuera un método tan natural que ni siquiera provoca un poco de pesadumbre. O en lugar de analizar por qué tantos ancianos solicitan la eutanasia, se les ofrece directamente el servicio exprés de la parca, y con ello se exime a la comunidad de soportar la soledad y la decadencia psicosomática de los ancianos.
Lógicas tan sutiles constituyen la materia prima de la que se nutre la eugenesia contemporánea, cuyo fin consiste en acabar con el sufrimiento que nace de la cepa de la realidad humana. Pero frente a la compasión – que se orienta a la persona que sufre–, su forma contemporánea se centra en el interés del compasivo, que ya no busca aliviar el sufrimiento, sino eliminarlo y no soportar el dolor del otro. Es una lógica que se vuelve seductora ante la dificultad que supone arrastrar cualquier sufrimiento. Detrás de la apariencia del sempiterno afán por erradicar el dolor ajeno crece en secreto una semilla corrupta que, andando el tiempo, brota en forma de abortos de fetos con síndrome de Down, esterilizaciones forzada en mujeres, eutanasia y selección artificial. En esta lógica escatológica, si desaparecen las circunstancias que alimentan el dolor también desaparece la necesidad de bregar con él.
Esta forma perversa de compasión, fundada en el deseo alquímico de transformar la realidad, no encuentra asiento estable en el mundo que habitamos. La historia de ese mundo enseña que no hay manera de erradicar el sufrimiento, ni siquiera el de aquellos que más se ama. La realidad es como es, e integrarla impone asumir el contraste entre el bien y el mal. Pero en la visión cínica del que permanece indiferente, la belleza de la dignidad ontológica de la vida humana no se hace patente, y menos aún la bruticie. La infame lógica de la eugenesia no elimina el sufrimiento, sólo lo esconde en un lugar donde no se ve. Puede que Francia, la patria de los derechos del hombre, con su reciente reforma constitucional, haya renunciado, paradójicamente, a la ley del más débil y abierto la veda a esa otra ley que rige en la selva –la del más fuerte–, anticipando así la capitulación de todo lo que define la civilización.
Tres elecciones en 50 días pueden convertir las consultas de autodeterminación, como la amnistía, en ‘constitucionales’
como candidato, quien humilló de nuevo a Sánchez en su discurso de autoproclamación, recordando que le ha arrastrado a declarar “totalmente constitucional” una amnistía que antes no cabía –en realidad sigue sin caber– en la Carta Magna.
Cualquiera que sea el resultado catalán complicará la gobernanza a Sánchez, que seguirá en una situación de debilidad extrema. Que será aún mayor si el resultado de las elecciones europeas confirma que el PP es, como en julio, el partido más votado, pero con una distancia mucho mayor.
Es precisamente en la necesidad de Sánchez de evitar un desfallecimiento que desemboque en la caída de su Gobierno lo que amplifica el riesgo de que convoque algún tipo de consulta para satisfacer la demanda independentista del inexistente derecho de autodeterminación.
Las urnas pueden dejar una realidad política en el que el único aliciente para que Junts, ERC o Bildu sigan apoyando a Sánchez sea la consecución de los referéndums. En plural: en Cataluña y País Vasco. El presidente aún los niega porque están fuera de la Constitución. Justo como la amnistía hasta el 23 de julio.