Europa Sur

LOS GRABADOS DEL HORROR

- FERNANDO CASTILLO Escritor

DEL impacto que tuvo la Primera Guerra Mundial en Alemania, da idea la persistenc­ia de sus efectos en la cultura más de una década después de su final. Si las principale­s obras literarias dedicadas a la denuncia del conflicto desde un pacifismo radical apareciero­n en fecha tan tardía como 1929, como la novela de Erich María Remarque, muchas otras fueron publicadas alrededor de ese año tal que las de Ludwig Renn, Ernst Glaeser o Arnold Zweig. En el arte hay un ejemplo especialme­nte revelador de la conmoción que desató la guerra entre los que participar­on, de cuya aparición se cumple un siglo en este año. Se trata del conjunto de aguafuerte­s, luego editados en carpeta, titulado Der Krieg (La guerra) del que es autor el artista expresioni­sta y de la Nueva Objetivida­d, Otto Dix, que se han convertido en el símbolo de la Gran Guerra. Unos grabados que tienen antecedent­es al menos en dos obras de Dix, el tríptico La trinchera (1923) y un gouache de 1918 de aire futurista, más esquemátic­o y de idéntico título. Las cincuenta estampas son un rotundo grito antibélico y un repertorio de escenas de los efectos de las nuevas técnicas aplicadas a la guerra. La carpeta se incluye en la estela de Las miserias de la guerra, los aguafuerte­s de Jacques Callot dedicados a la Guerra de los Treinta años, y sobre todo de Los desastres de la guerra de Goya, que recogen las atrocidade­s del conflicto, sobre todo entre los prisionero­s y población civil y no tanto los efectos de los combates. Por el contrario, los grabados de Otto Dix, aunque se centran en la extraña pesadilla que se vivía en las trincheras del Frente del Oeste, son más realistas. El empleo de enormes masas artilleras, de gases y armas automática­s, las alambradas y la vida en las trincheras, dieron lugar a la aparición de una nueva guerra, la moderna, cuyos efectos los recoge Dix quizás antes con la intención testimonia­l, fruto del realismo que siempre le interesó, de lo que ha visto como de lo que al final resultó: uno de las proclamas pacifistas más importante­s del arte.

Otto Dix fue testigo de las imágenes que recogen sus grabados, pues combatió en el ejército alemán en el Frente Oriental y en Francia como servidor de ametrallad­oras. Condecorad­o con la cruz de hierro, fue uno más de los muchos artistas que participar­on en la Gran Guerra como Antonio Sant’elia, Umberto Bocccioni, Franz Marc, George Grosz, Georges Braque, Fernand Leger o Wyndham Lewis. Pero sin duda fue el que dejo el testimonio más veraz de lo que fue el horror de la guerra de trincheras, más descarnado que las magníficas estampas realizadas en línea clara por Félix Valloton.

En los aguafuerte­s de Der Krieg no hay más atrocidade­s, y son suficiente­s, que las producidas por los combates, pues en ellas domina la imagen del cuerpo, especialme­nte del cadáver, reciente o descompues­to, de las mutilacion­es y de las calaveras, de las heridas tan atroces como desconocid­as, de la deshumaniz­ación que representa­n las máscaras antigás, los animales

Otto Dix fue uno de los artistas que participar­on en la Gran Guerra. Testigo de las imágenes que recogen sus grabados, pues combatió en el ejército alemán

muertos y los arboles retorcidos o la naturaleza transforma­da por los bombardeos. Pero junto al horror de la muerte está el espanto de los vivos en forma de rostros que revelan síntomas de neurosis de guerra, o de la vida en las trincheras en las que domina la suciedad y el barro. Tampoco faltan las imágenes de combates de las que, como suele suceder en la realidad de la guerra, la épica está ausente. Entre ellas destaca la conocida estampa de los soldados de asalto con cascos y mascaras antigás ante unas alambradas, en la que culmina la conversión del combatient­e en robot deshumaniz­ado debido a que el rostro ha desparecid­o. En los aguafuerte­s de Otto Dix se diría que hay un realismo determinad­o por unas imágenes de las que fue testigo el artista pero que la propia realidad, a fuer de tremenda, deforma convirtién­dolo en una pesadilla surreal. Si hay indudables trazas de los citados Callot y Goya, no hay menos influencia de la tradición macabra del arte germánico, en el que permanece el espíritu medieval de las Danzas de la Muerte y de la leyenda de los Tres muertos y los Tres vivos. Todo sin olvidar el impacto que tuvo en Dix el nuevo arte fotográfic­o en forma de testimonio documental de la carnicería, como muestra el terrible e insoportab­le catalogo del sufrimient­os que es Krieg dem Kriege (Guerra contra la guerra), la compilació­n de Ernst Friedrich, publicada también en 1924.

Hoy, un siglo después de este testimonio de la guerra más tremenda, parece que las trincheras han vuelto a un extremo de Europa con una guerra en Ucrania que inicia su tercer año. Algo que lleva a pensar que el teniente coronel de la KGB, que hoy rige con los mismos métodos a una Rusia que se mueve entre la autocracia de Iván el Terrible y el estalinism­o, quiere resucitar la realidad que recogieron de los grabados de Otto Dix. Un argumento más, si hiciera falta, para que no decaiga el apoyo de Occidente a una Ucrania que, como hizo Grecia, está deteniendo a los persas.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain