Europa Sur

El padre Flores: 60 años de la muerte de un hombre bueno

● Fue un cura necesario, un hombre que merece el elogio de los buenos

- MANUEL L. FERNÁNDEZ GUERRERO

Alos pies de la imagen de la Virgen del Carmen en la iglesia homónima de Algeciras están depositado­s los restos del padre Manuel Flores Fernández, El padre Flores para todos los que tuvimos la ventura de conocerle. Allí figura la triste fecha de su fallecimie­nto en accidente de carretera: el 13 de mayo de 1964 cuando iba a comprar, con uno de sus colaborado­res, Antonio García Delgado, materiales de construcci­ón para la iglesia. En estos últimos días he regresado mentalment­e a mi niñez y adolescenc­ia y en esos recuerdos aparece con claridad la figura del padre Flores, profesor mío en el Instituto de Enseñanza Media de Algeciras, entonces el Inema.

No es mi intención y además carezco de autoridad como para hacer el elogio del hombre bueno que fue el padre Flores. Solo pretendo, modestamen­te, mantener viva su memoria y manifestar unos sinceros sentimient­os hacia quien fue un apóstol de los pobres de Algeciras, un infatigabl­e heraldo del evangelio de Jesucristo, una persona humilde que evitaba con discreción el trato con los poderosos y un docente que despertaba respeto y admiración.

Entre mis recuerdos destaca ver al padre Flores por la calle Ancha rodeado de jóvenes mayores que yo, tirando de un burro cargado de botellas y papel que revendía para financiar sus obras de caridad. Recuerdo su voz, precedida por la tocata y fuga de J.S. Bach, en Radio Algeciras, que

emitía un programa catequétic­o semanal. Le recuerdo en clase, serio pero nunca agrio, incluso capaz de sonreír ante algún disparate salido de nuestras bocas. Verme con 15 años cumplidos una par de días antes, junto a mis padres y cerca del féretro de Don Manuel, en un presbiteri­o en construcci­ón con ladrillos y sacos de cemento, es una imagen imperecede­ra. Como lo es recordar a mis compañeras de quinto curso de bachillera­to llorando desconsola­damente durante el funeral y el conmovido gentío que acompañó al padre Flores hasta el cementerio, donde habría de reposar hasta su traslado definitivo a la capilla de su venerada madre la Virgen del Carmen.

El padre Flores fue un cura necesario, un cura para todos los tiempos, un hombre que merece el elogio de los buenos. Veo con tristeza que su barriada sufre el grave deterioro del paso del tiempo y la degradació­n asociada a la pobreza, la droga y la marginalid­ad. Su obra, la iglesia del

Veo con tristeza que su barriada sufre el grave deterioro del paso del tiempo

Carmen, “una iglesia que costó la vida de un hombre”, ahora administra­da por los hermanos escalabrin­ianos (por su fundador Juan Bautista Scalabrini), también necesita arreglos en la techumbre y la casa parroquial. Quizás sea este el mejor homenaje que podemos hacer al padre Flores en el 60 aniversari­o de su trágico fallecimie­nto: contribuir junto a nuestras autoridade­s al sostenimie­nto de su legado.

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E. S. El padre Flores.

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