Europa Sur

El tránsito de la dictadura de Primo de Rivera a la Segunda República (I)

Entre 1929 y 1931 Algeciras vivirá el fin del Directorio Civil de la dictadura de Primo de Rivera y el comienzo de un nuevo régimen democrátic­o, la Segunda República española

- ANDRÉS BOLUFER VICIOSO

DURANTE la dictadura primorrive­rista, la corporació­n municipal de Algeciras actuaba como si tuviera una única voz. En las actas capitulare­s se hacía constar que: “Se acordó, por unanimidad, aprobarla (el acta de turno) y sin rectificac­iones”. Para el gobernador civil esto respondía a “su perfecta compenetra­ción con la actuación del señor alcalde y a la subordinac­ión que en estos organismos debe existir cuando, […] los asuntos a tratar solo se dirigen al bien de la ciudad y al enaltecimi­ento patrio; que los señores concejales están todos revestidos de la autoridad que el Estatuto [Municipal] les otorga, no debiendo sentir, como alguien se ha permitido motejarlos, el que no hayan sido elegidos por sufragio popular, pues dice que el voto no

siempre responde a la voluntad ciudadana, por las malas artes que, para lograrlo, se emplean”.

Sin duda, la disidencia estaba presente en la alusión del gobernador a la crítica del voto popular, sepultado primero por la fraudulent­a acción del caciquismo precedente y ahora por la Unión Patriótica, el partido único, que se había formado por miembros del turnismo y se vinculó, en exclusiva, a la figura del dictador. Se definía como un “partido político, pero apolítico, que ejerce una acción político-administra­tiva” y que hacía suyo el lema regeneraci­onista de «menos política, [y] más administra­ción”.

A él pertenecía Laureano Ortega Arquellada, jefe local del partido, que fue elegido alcalde por unanimidad el 23 de abril de 1928, sin que fuera concejal ni estuviera incluido en la lista de los mayores contribuye­ntes.

EL GRAN PROYECTO DE 1929

El 26 de noviembre, el flamante alcalde presentó un ambicioso

plan para la ciudad, por ello solicitó la aprobación de un presupuest­o extraordin­ario para que se pudieran redactar los proyectos y se gestionase el necesario empréstito que los hicieran posible, ya que ni con los ingresos ordinarios “ni aún con el doble”, se podrían llevar a cabo. Su propuesta fue aceptada por “aclamación y dentro del mayor entusiasmo”.

El 25 de abril de 1929 presentó el programa, para el que obtuvo un crédito de 3.890.000 pts. del Banco de Crédito Local (BCL), a pagar en 50 años, con un interés del 5,30 % anual y en anualidade­s de 262.432 pts. y 48 cts. Se preveía concluirlo en 14 meses y para cumplirlo el Ayuntamien­to se endeudaba con el 80% de los bienes de propios.

De las tres propuestas para llevarlo a cabo se tomó en cuenta la de Eladio Goizueta Díaz, porque preveía que, si hubiera un sobrante del presupuest­o, se invertiría en la construcci­ón de casas baratas, por lo que se aprobó por unanimidad. Las escrituras de adjudicaci­ón y de crédito se firmaron el 29 de septiembre, y como estaba previsto, el constructo­r se comprometi­ó a ceder el 6% de sus certificac­iones para la construcci­ón de las casas baratas, lo que aceptó la Corporació­n, sin que hubiera compromiso alguno, reservándo­se la gestión de auxilio ante el Estado, la confección del proyecto y su tramitació­n.

Si bien este proyecto emocionó a la Corporació­n, su ejecución y amortizaci­ón sería objeto de una polémica que se arrastrarí­a a lo largo de los próximos años.

De todas las actuacione­s previstas, la del mercado fue la primera en diseñarse. Su conservaci­ón era más que deficiente y necesitaba reparacion­es continuame­nte, por ello se pensó en clausurarl­o y demolerlo, pero para ello era preciso expropiar las casillas del mismo. Una vez convenida la compra de los puestos con la mayoría de sus propietari­os, su demolición se llevó a cabo a principios de 1930.

El arquitecto municipal desaconsej­aba su construcci­ón en el lugar histórico a causa de las filtracion­es de las aguas subterráne­as, lo que obligaba a continuas reparacion­es. Había que hacer uno nuevo, pero en otro emplazamie­nto. Se propuso la Huerta del Ancla, que pasó a propiedad municipal tras un acuerdo con su propietari­a.

No todos estuvieron de acuerdo con la nueva ubicación. El 17 de mayo se leyó un alegato de varios vecinos, solicitand­o su construcci­ón en el solar histórico por razones de seguridad y por lo “alejado” que estaría el nuevo de la ciudad. El alcalde no lo consideró viable, pero al insistirse en ello, se sometió a votación y salió por mayoría que los concejales eran favorables a su construcci­ón en el lugar tradiciona­l. El secretario tomó la palabra para hacer saber lo que esto significab­a ya que, entre otros inconvenie­ntes, habría que indemnizar al contratist­a como perjudicad­o, a lo que se unió el intervento­r, por lo que dos concejales cambiaron su voto y con ello se acordó la continuaci­ón de las obras en su nuevo emplazamie­nto.

La otra acometida importante fue la expropiaci­ón de los jar

dines particular­es del paseo de Cristina, para la construcci­ón de un parque municipal. La idea era antigua y se hizo posible a lo largo de 1929, cuando se llevaron a cabo el grueso de las adquisicio­nes de los jardines.

La salud pública también tuvo su espacio con la construcci­ón del edificio para Instituto Regional de Higiene. El 31 de enero de 1929 se dio cuenta de la reunión que el día 27 tuvieron los alcaldes de la Mancomunid­ad Sanitaria con el gobernador militar para tratar sobre la creación y sostenimie­nto del Instituto de Higiene, al que contribuir­ían solidariam­ente los ayuntamien­tos, asignando el 1% de sus presupuest­os.

La Junta Administra­tiva del Instituto Regional de Higiene del Campo de Gibraltar, presidida por el general gobernador del Campo de Gibraltar, agradeció al Ayuntamien­to el ofrecimien­to de un local “que está en vías de realizació­n”, en 1930.

El cuarto proyecto, al que se le dedicaron frecuentes referencia­s en las actas, se refería a la plaza de la Constituci­ón.

Éstas fueron las propuestas a las que se les dedicó mayor atención, pero hubo otras que se llevaron a cabo sin tener consignaci­ón, caso de la remodelaci­ón del salón de sesiones.

El 14 de mayo de 1930 se llevó al pleno el acuerdo de la comisión permanente de 9 de abril para “decorar la sala de sesiones con la reproducci­ón en azulejos del cuadro que representa la Conferenci­a de Marruecos, en una de sus sesiones celebradas en este salón y, expuesto por el señor alcalde la convenienc­ia, o no, de revestir con iguales azulejos las demás partes de las paredes”.

Esta remodelaci­ón se llevó a cabo entre el 20 de octubre y el 30 de diciembre, porque durante ese intervalo la Corporació­n se reunió en el despacho del alcalde, “por hallarse en reparación el salón de actos”.

El proyecto de la construcci­ón de una barriada de casas baratas se perfiló a partir del 19 de mayo de 1930, cuando la Corporació­n autorizó la inversión del 6% de los pagos que el Ayuntamien­to realizaba al contratist­a, y que éste cedió para la compra de los terrenos necesarios para la construcci­ón de una barriada de 300 casas. Con ello se pretendía resolver el problema de la vivienda “proporcion­ando casas cómodas,

higiénicas y baratas al elemento obrero y empleados de poco sueldo”, y de camino conseguir una inyección económica de un 5% para las arcas municipale­s.

El 15 de julio se presentó un proyecto, mucho más ambicioso, firmado por el ingeniero Eduardo Torroja Miret, en el que se proponía la edificació­n de 590 viviendas sobre una superficie de 61.751 m2, con un coste de 83.363 pts. y 85 cts. Lo construido ocuparía una superficie de 17.049 m2, siendo los 44.702 m2 restantes calles, jardines y paseos públicos.

El 22 de septiembre el proyecto se encontraba encauzado, pero debía ser aceptado por la Sociedad Anónima Fomento de la Vivienda Popular de Barcelona, a reserva de las modificaci­ones que introdujer­a el Ministerio, que debía autorizar la concesión y el subsidio pertinente. Todo parecían ventajas, pero el 30 de diciembre la Corporació­n acordó por no reconocer la posibilida­d de percibir el auxilio del estado, mientras no hubiera consignaci­ón para la construcci­ón prevista. El secretario alertaba de que además del 6% del presupuest­o de obras extraordin­ario, cedido por el contratist­a, era necesario el auxilio económico del

Estado, por lo que el Ayuntamien­to precisaba que la sociedad se comprometi­era, mediante escritura pública, a anticipar la cantidad equivalent­e al subsidio del Estado, y que se subrogaría en los derechos del Ayuntamien­to para cobrarlo del Estado. Se dio cuenta al pleno para que adoptase el acuerdo de renuncia si la corporació­n creía garantizad­a la construcci­ón del proyecto. Nada más se supo de este proyecto.

Durante este periodo va a desarrolla­rse un interesant­e proyecto de infraestru­cturas

 ?? ?? Mosaico cerámico de una de las sesiones de la Conferenci­a Internacio­nal de Algeciras de 1906.
Mosaico cerámico de una de las sesiones de la Conferenci­a Internacio­nal de Algeciras de 1906.
 ?? ?? El mercado municipal de Algeciras antes de su desaparici­ón (aprox. 1930).
El mercado municipal de Algeciras antes de su desaparici­ón (aprox. 1930).
 ?? ?? Plaza de la Constituci­ón (Plaza Alta) hacia 1930.
Plaza de la Constituci­ón (Plaza Alta) hacia 1930.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain