“Mi vida a pie de calle”: de bajos comerciales a viviendas de 30 m2
Tiendas, bares y talleres desaparecen para convertirse en casas a causa de la escasez Un piso de 35 metros cuadrados está en 120.000 euros
Lo que en su día fue escenario de improvisados pases de modelos en la barriada de Jardín, en Málaga, es ahora el hogar de una familia, un comercio a pie de calle reconvertido en vivienda. El apartamento donde vive Fran Díaz era un taller de automóviles hace cuatro décadas. Fran recuerda que, a apenas 300 metros de allí, jugaba al futbolín con los amigos y ahora parte de lo que fue un bar de barrio es el piso de Marina, otra de las malagueñas que están dando una segunda oportunidad a bajos comerciales que caen en desuso.
Son una muestra de los ciudadanos que residen en los cada vez más numerosos locales convertidos en residencias. Las cifras son reveladoras: unos 800 se han transformado en casas en apenas tres años.
Rocío Muñoz compró uno de estos apartamentos que fueron bajos comerciales. “Me había separado y tuve que volver con mis padres. Cuando decidí buscar algo para independizarme encontré con alquileres altísimos y unos precios de venta de locura. Mi hermana es agente inmobiliaria y fue ella quien me lo enseñó”, comenta.
La actividad en relación a estos inmuebles va aumentando. Raúl Fernández, financiero de Grupo Casa Plus, señala que en los últimos meses han dado salida a varios similares. “Hace unas semanas a dos, ambos para personas que lo querían como residencia habitual y hasta con licencia para utilizarse como vivienda, que es algo importante porque, al haber más solicitudes, no se consigue tan rápido como antes”, puntualiza.
En esa situación se encuentra Antonio, un funcionario de mediana edad que está esperando a instalarse en el distrito de Ciudad Jardín. El propietario del local que va a ser su piso está en espera del plácet del Ayuntamiento de Málaga para esta ocupación
“desde hace un año”. “Lo he valorado al detalle. Se que mi vida a pie de calle será diferente. Menos intimidad, un espacio pequeño, la ventilación, que aunque se regule no es lo mismo cocinar en lo que es también el salón…”, reflexiona a la puerta de este bajo.
Sin embargo, en la lista de pros y contras ganan los primeros: “Un desembolso que puedo permitirme, 550 euros al mes, y un sitio bien acondicionado, prácticamente nuevo y el emplazamiento no está mal”.
Los arrendadores y vendedores
coinciden en la ventaja de la mayor rentabilidad. Un informe publicado por el portal inmobiliario Idealista así lo demuestra: el rendimiento que obtienen los titulares de las propiedades al pasar a considerarse lugar de residencia u hospedaje es un 86% más que si se dedican a actividades comerciales y un 80% por encima que si rentan como oficinas. Juan José Castillo así lo atestigua. “Lo compramos justo antes de la pandemia, que entonces no había tantos. En los años 2022 y 2023 hicimos la reforma y se vendieron bastante rápido”, apunta.
Empiezan a proliferar así infinidad de locales en bruto que lucen carteles con mensajes del tipo: “Has encontrado vivienda… Háztela aquí a tu gusto”. Varios ex propietarios señalan que han encontrado a interesados rápidamente. Ejemplos reales como el de una madre de familia que necesitaba un apartamento a pie de calle para su hijo, que utiliza silla de ruedas, o el de Felisa, por Jardín de Málaga, que adquirió junto a su marido, también con una discapacidad física importante, un bajo que transformaron en piso.
Y de esas operaciones de compra-venta a los arrendamientos, bien para quienes buscan estabilidad como para aquellos que llegan a Málaga por vacaciones. Numerosos inversores están haciéndose con esos inmuebles. Se someten a un lavado de cara, llevan a cabo los trámites pertinentes y gestionan licencias para regularizarlos y ya sólo tienen que hacer cuentas y empezar a facturar. Son numerosos y se encuentran por barriadas cercanas al centro histórico de la ciudad, como la zona de calle Cuarteles y alrededores e incluso por La Unión y Parque Mediterráneo, entre otros. Las cajas de seguridad con código o para las llaves delatan su finalidad.
La residencia de Fran Díaz es un ejemplo perfecto del para ver cómo suelen ser estos inmuebles. “Es justo, pequeño, pero bastante cómodo”. De calculadas dimensiones, una de las características principales de estos bajos es que tengan un mínimo de 2,7 metros de altura y una superficie útil de al menos 30,5 metros cuadrados.
Fran abre la puerta y muestra “un espacio completamente diáfano pero con bastante luz, genial salir a pie a cualquier sitio”, dice. El hecho de contar con iluminación y ventilación natural son otras de las exigencias municipales para dar el sí a esa transformación, previa solicitud al ayuntamiento para modificar su uso.
De momento Díaz lo tiene claro: “Me compensa”. Es una renta mensual menor respecto a otras alternativas, incluso las del alquiler de habitaciones individuales, como recoge Idealista. En un informe establece como “precio razonable de alquiler” en Málaga 755 euros mensuales pero en el mismo documento se denuncia que un 94% de las viviendas para arrendar están por encima. La postura de Fran se fundamenta en factores como éste.
Es un fenómeno que no para de crecer y que, a tenor de la escasez de suelo urbanizable, entre otros factores, seguramente siga participando en la transformación del ecosistema urbano de la ciudad y de la provincia en los próximos años.