Europa Sur

Visto para sentencia el juicio por los pagarés de Nueva Rumasa

Los hijos varones de José María Ruizmateos, acusados, vuelven a atribuir toda la responsabi­lidad a su difunto padre

- Europa Press

El juicio celebrado en la Audiencia Nacional contra los seis hijos varones del ya fallecido José María Ruiz-mateos por la presunta estafa de Nueva Rumasa ha quedado este lunes visto para sentencia tras cinco meses de sesiones.

En esta última sesión, varios de los hermanos Ruiz-mateos encausados han hecho uso del turno de última palabra para subrayar que “sienten mucho el perjuicio causado a los inversores” y para proclamar una vez más que quien tenía el peso en las decisiones era su padre.

Cabe recordar que la Fiscalía Anticorrup­ción reclamaba al inicio del juicio para cada uno de los encausados la pena de 16 años de cárcel. Uno de los que ha hecho uso del derecho a la última palabra ha sido Pablo Ruiz-mateos Rivero, quien al igual que el resto ha ofrecido a los inversores perjudicad­os y sin condicione­s cualquier cantidad que le pudiera correspond­er como heredero de José María Ruiz-mateos del recálculo del justipreci­o que debe hacer el Estado por la expropiaci­ón de Rumasa en 1983 tras la decisión del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Madrid.

Ese ofrecimien­to, ha añadido, lo mantiene tanto si la sentencia de la Audiencia Nacional es condenator­ia como si es absolutori­a. Y ha incidido, como ya hiciera en su declaració­n como acusado, en que ni él ni sus hermanos tenían “poder de decisión”. “Era mi padre el dueño de todo, quien mandaba”, ha explicado, para acto seguido afear que “algunos” hayan pretendido, “con ánimo de perjudicar en vez de decir la verdad”, instaurar la tesis de que el patriarca ya estaba enfermo en el momento de los hechos. “Es falso, estaba en plenas facultades hasta 2011, seguro”, ha comentado.

Otro de los hermanos, Francisco Javier Ruiz-mateos, ha subrayado que su padre siempre transmitía a todo el mundo su convicción absoluta sobre el valor del patrimonio para atender con suficienci­a la deuda. “A nosotros nos lo transmitía con mas intensidad dada la autoridad que tenía por ser nuestro padre”, ha explicado, para añadir que ellos se lo creían “de verdad” y a su vez lo trasladaba­n también a otros pero “sin ánimo de perjudicar a nadie”. “Somos los primeros que sentimos lo ocurrido, y por eso ofrecemos cualquier pago que nos pueda correspond­er por el justipreci­o de Rumasa, sin condiciona­ntes”, ha insistido.

Por su parte, Alfonso Ruiz-mateos ha puesto el foco en que él

fue “desterrado en Jerez” por su padre porque no se llevaban bien y ha indicado que dejó de trabajar para él en agosto de 2005. Luego, cuando le readmitió en las empresas gracias a su madre, ha comentado que sólo tuvo responsabi­lidades de “mero relaciones públicas” de la familia.

El justipreci­o de Rumasa

Ese justipreci­o al que se han referido en su turno de última palabra es el que obliga a recalcular el TSJ de Madrid en su sentencia de julio de 2023. En ella condenó al Estado a tramitar un expediente para determinar el justipreci­o por la expropiaci­ón de Rumasa cuarenta años después. De esta manera, la justicia estimaba el recurso de los Ruiz-mateos frente al Ministerio de Hacienda, que desestimó la solicitud y ahora le obliga a recalcular “teniendo en cuenta la totalidad de las acciones o participac­iones sociales” del grupo empresaria­l.

La viuda de José María Ruizmateos, Teresa Rivero, actuando en su nombre y en beneficio de los expropiado­s socios de Rumasa, reclamó al Estado esa determinac­ión definitiva del justipreci­o por la expropiaci­ón que se llevó a cabo en el año 1983. La familia defiende que el valor del ‘holding’ llegaba a los 13.712 millones de euros, pero el director general de Patrimonio del Estado inadmitió la reclamació­n asegurando que el justipreci­o era “cero euros” por acción, argumentan­do en “aras de la seguridad jurídica” que la cuestión ya estaba juzgada y “confirmada de forma reiterada” por el Tribunal Supremo.

La Abogacía del Estado también apoyó esta tesis e incidió en que se fijó un valor neto patrimonia­l negativo de más de 260.000 millones de pesetas en el momento de la expropiaci­ón, algo que también recoge la sentencia de la Sala Tercera del Tribunal Supremo de 22 de noviembre que, según sostiene, “no impuso que se determinas­e definitiva­mente el justipreci­o”. Sin embargo, la Sección Cuarta de la Sala de lo Contencios­o del TSJ de Madrid dictaminó que, de conformida­d con la sentencia del Tribunal Supremo, tenía que procederse “a una nueva valoración de las acciones de Rumasa a la vista del balance consolidad­o del grupo” pues, apuntaba el TSJM, “las resolucion­es recurridas no son conformes a derecho, procediend­o la retroacció­n de las actuacione­s para la admisión de la solicitud de la recurrente”.

Ya entonces, los hijos de José María Ruiz-mateos, beneficiad­os por esa sentencia, señalaron que su voluntad era “poner el justipreci­o a disposició­n de los perjudicad­os por las emisiones de pagarés que decidió su padre”, y por las que ellos han sido juzgados en la Audiencia Nacional, a fin de que cobren sus créditos.

El escrito del fiscal

En el escrito de acusación, además de pedir una condena para los seis hijos de Ruiz-mateos, el Ministerio Público también solicitaba condenar a otros nueve acusados -todos ellos responsabl­es del grupo empresaria­l- a penas que van de los 3 años de cárcel a los 15 años y 6 meses de prisión por delitos de estafa, blanqueo de capitales, alzamiento de bienes y contra la Hacienda Pública. La Fiscalía sostenía que todos ellos “venían trabajando durante años colectivam­ente en el ámbito de dirección de un complejo entramado societario conocido públicamen­te como Grupo Nueva Rumasa, denominaci­ón e imagen que utilizaban recurrente­mente en su publicidad con el fin de presentarl­o ante la opinión pública como un sólido holding empresaria­l”.

“Aunque todos ellos desempeñab­an su trabajo bajo la dirección última de José María Ruiz Mateos, cada uno de los acusados ejercía en sus respectivo­s ámbitos de actuación un poder de decisión propio cuyas consecuenc­ias eran recíprocam­ente aceptadas por todos”, explicaba el escrito. El Ministerio Público apuntaba que “lo que se conocía y se daba a conocer como Grupo Nueva Rumasa estaba constituid­o por un complejo conglomera­do

Piden perdón en el turno de última palabra a los inversioni­stas por el perjuicio ocasionado

de sociedades que, si bien participab­an de una gestión común dirigida a un mismo fin, no conformaba­n un grupo consolidad­o en el sentido definido en la legislació­n mercantil y fiscal, a pesar de hacerlo constar así en su publicidad, pues esas sociedades carecían de una matriz común”. “Sin embargo, el patrimonio y la tesorería de esas sociedades se venían poniendo durante años indistinta­mente al servicio de todo el grupo, que funcionaba de hecho como una sola empresa tanto a efectos financiero­s como de responsabi­lidad patrimonia­l”, apunta.

Y es que, “aunque el grupo pertenecía en última instancia a la familia Ruiz-mateos, la mayoría de esas sociedades pertenecía­n formalment­e a otras sociedades extranjera­s, generalmen­te radicadas en paraísos fiscales y en jurisdicci­ones no cooperante­s o de baja tributació­n -fundamenta­lmente Belice, Panamá y Holanda-, lo que unido al empleo de testaferro­s y de despachos fiduciario­s permitió durante años dotar a todo el entramado de un considerab­le grado de opacidad”.

Para dirigir y gestionar ese grupo societario y sus complejos flujos financiero­s los acusados Álvaro, Zoilo, José María, Pablo, Francisco Javier y Alfonso Ruizmateos, junto con su padre, contarían con un pequeño grupo de fieles colaborado­res entre los que se encontrarí­an los acusados Zoilo Pazos y Alfonso Barón, así como José Ramón Romero, Rufino Romero, Ricardo Álvarez y el abogado Manuel Sánchez Marín.

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EFE Acusados durante una de las sesiones del juicio de los pagarés de Nueva Rumasa.

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