EVO (Spain)

Rolls-Royce Dawn

El último Rolls-Royce cabrio quiere gustarle a un público más joven. ¿Y a nosotros?

- Stuart Gallagher, Álvaro Sauras

UUN DESCAPOTAB­LE de cuatro plazas, con dos toneladas y media de peso y que cuesta 350.000e no sería tu primera opción de cara a marcar un tiempo de vuelta rápida en circuito. Ni la nuestra. Y sin embargo, el RollsRoyce Dawn es un vehículo al que te acercas con cierta clase de respeto reverencia­l, como si se tratara de un McLaren P1. Ambos proporcion­an una experienci­a de conducción irrepetibl­e, aunque las razones no podrían ser más diferentes.

El Dawn no es –y Rolls-Royce ha insistido con vehemencia en ello– una versión descapotab­le del Wraith. Más del 80% de los paneles de la carrocería son nuevos, y el chasis ha sido cuidadosam­ente revisado. Dicho esto, el Wraith incorporar­á un buen número de estos cambios y mejoras –incluidos el nuevo capó, que sitúa la estatuilla un centímetro más alta– con motivo del restyling que recibirá a finales de este año… convirtién­dose, en cierto sentido, en una versión coupé del Dawn.

En el interior, encontramo­s una fina selección de gadgets procedente­s de BMW, como un Head Up Display, un sistema de visión perimétric­a o una cámara infrarroja capaz de detectar peatones y animales en la oscuridad.

Una de las consignas que recibió Giles Taylor a la hora de diseñar el Dawn fue la de rejuvenece­r la imagen de la marca, ya que Rolls-Royce ha decidido tratar de atraer a una clientela más joven, tanto con el Dawn como con el resto de sus productos. Para conseguirl­o, Giles ha buscado inspiració­n en los hot rod norteameri­canos de los años 50 y 60, y de ahí es donde ha sacado ideas como una línea de techo descendent­e, ventanilla­s con menos altura o un parabrisas más bajo y tendido.

Más tradiciona­les son las puertas de apertura suicida –con las bisagras en la parte de atrás, y apertura en el sentido de la marcha– y la suntuosa superficie de madera que hay tras los asientos traseros –una idea que inauguró el Drophead–. El resultado consigue que modelos como un Bentley Continenta­l GT o el inminente Mercedes Clase S descapotab­le parezcan baratos –y lo son: la diferencia excede con creces los 100.000 euros–.

El motor 6.6 V12 biturbo entrega 571 CV –lo mismo que en la berlina Ghost, aunque 61 CV menos que en el Wraith–, y está conectado a una caja automática ZF de ocho velocidade­s que emplea informació­n procedente del sistema de navegación para tomar sus propias decisiones. De hecho, Rolls-Royce considera la tarea demasiado banal como para encomendár­sela al conductor... así que el Dawn carece de levas en el volante –y ni siquiera existe un modo manual empleando la palanca–.

Las prestacion­es son aún más sobresalie­ntes de lo que cabría esperar. El Dawn tarda 5,0 segundos en acelerar hasta 100 km/h, y siempre que la aguja La implicació­n del conductor no es una prioridad. 780 Nm de 1.500 a 5.000 rpm del indicador de ‘reserva de potencia’ amenaza con acercarse al 0%, recibes un nítido empujón en los riñones.

La suspensión neumática ha sido mejorada, y ahora ofrece un tacto aún más ‘serenísimo’, y los movimiento­s de la carrocería están mejor controlado­s gracias a unas barras estabiliza­doras activas y unas vías traseras 24 mm más anchas que las del Ghost. El chasis es tan rígido que es imposible detectar la más mínima tiritona en elementos como el retrovisor o el volante.

El límite de adherencia no es algo que el conductor de un Rolls vaya a poner a prueba de forma sistemátic­a. Es posible llevar el coche por donde quieres, y las reacciones son bastante afiladas… aunque no se trata precisamen­te de un Lotus Elise. Ni tiene por qué serlo. La idea es subir a bordo y disfrutar de la experienci­a rodante a cielo abierto más exquisita que el dinero puede comprar. El Dawn no es un superdepor­tivo, pero no cabe duda de que es un supercoche, y la prueba rodante de que la emoción de conducir puede adoptar diversas apariencia­s. 5,0 seg. (oficial) (@AlvSauras) 250 km/h (oficial)

L2.560kg (4,48 kg/CV) 350.000e

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