MINI COUNTRYMAN JCW
La saga John Cooper Works cuenta con un nuevo integrante: el todo camino Countryman, el miembro más grande de la familia Mini.
LANZADO HACE YA SIETE AñOS, el primer Countryman gozó de un notable éxito, por lo que la llegada de una segunda entrega estaba ‘cantada’. Su versión más prestacional ha sido puesta a la venta apenas un par de meses después de la aparición de la gama inicial, dejando claro que no estamos ante una variante anecdótica, sino frente a la versión más deseable de una familia destinada a clientes con una economía saneada, a los que no les duelen prendas pagar los más de 40.000 euros que cuesta el nuevo ‘caprichito’ de Mini en cuanto le añadamos algún equipamiento extra.
Pienso todo esto mientras recorro tranquilamente mis primeros kilómetros con el Countryman John Cooper Works por las fabulosas carreteras de montaña de la Sierra de Tramontana –Mallorca–, absolutamente atestadas de ciclistas. Pero ahora, después de disfrutar de un arroz brut en un soleado día primaveral, la Ma-10 se encuentra ya despejada, y resulta fácil comenzar
a sentirse cómodo a los mandos del Countryman John Cooper Works a medida que aumenta el ritmo.
Lo primero que llama la atención es que las prestaciones son buenas, pero no impresionan. El motor es el mismo que en cualquier otro JCW, aunque en el Contryman, con tracción total incluida, ha de mover una tonelada y media. Ahora bien, por encima del peso, es precisamente el sistema All4 el que condiciona en mayor medida el comportamiento de este John Cooper Works, que da la sensación de ir sobre raíles.
A diferencia de otros sistemas de tracción total que conectan el tren trasero cuando alguna rueda delantera ha empezado ya a patinar, en el All4 no vamos a experimentar ese retraso. Los 350 Nm llegan al asfalto sin desperdiciarse, incluso en los virajes más cerrados, donde un emulador electrónico de diferencial autoblocante evitará que los excesos de gas se traduzcan en un patinamiento de la rueda delantera que queda en el interior de la curva.
En este escenario, nos ha sorprendido su excelente compromiso entre confort y estabilidad. El JCW vira plano, responde con precisión y rapidez a las órdenes del volante y se encuentra como pez en el agua en los virajes más rápidos. Como ya he comentado, sobre asfalto seco la tracción total hará imposible que alguna rueda patine por exceso de par, y los controles electrónicos de la dinámica del vehículo no son intrusivos. En las curvas más lentas, avisa con antelación cuando el límite de adherencia del tren delantero está cerca, por lo que podemos ir muy deprisa si somos finos. Si no lo somos, tampoco hay problema. Este Mini nunca se descoloca del tren trasero; ni siquiera se ‘insinúa’, aunque levantemos rápido el pie del acelerador en medio de un fuerte apoyo en la bajada de un puerto de montaña.
Se trata, así, de un coche extremadamente fácil de llevar deprisa. Ni siquiera la fatiga de los frenos es un problema. Aunque abusemos de ellos, el sistema irá perdiendo fuerza progresivamente, haciendo que adaptemos el ritmo a la capacidad de frenada disponible.
Si tuviera que quedarme con algo, el cambio secuencial y el escape deportivo –con un bypass que aumenta la sonoridad cuando accionamos el modo Sport– son los elementos que más contribuyen a hacer del JCW una versión realmente especial.