Akrapovic se ha especializado en uno de los trabajos más complejos del mundo del automóvil: domesticar titanio para convertirlo en conducciones, silenciosos y colas de escape capaces de ‘ resucitar’ el sonido perdido de los modernos deportivos.
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Nos podríamos poner jocosos y describir lo que hace la eslovena Akrapovic como ‘mera fontanería’. Pero si es fontanería, no cabe duda de que es de muy altos vuelos. Y no sólo por sus más de 150.000 unidades vendidas anualmente, ni tampoco porque sus escapes suenen muy bien, sino porque han conseguido aquello con lo que sueña cualquier fabricante de componentes. Se han especializado en un área lo suficiente como para hacer el trabajo que podrían hacer las marcas... mejor que las propias marcas –hasta el punto de que más de diez fabricantes, encabezados por Porsche, Bentley, Audi y Volkswagen, recurren actualmente a sus servicios–.
Ese campo estratégico no es otro que la manipulación de titanio, uno de los metales más abundantes de la tierra.. pero el más difícil de domesticar, tanto por su dureza como por su temperatura de fusión de 1.670 º C. Akrapovic tiene su propia fundición para fabricar a la cera perdida –una técnica usada sobre todo en joyería– los componentes con formas más complejas, y una auténtica legión de robots y prensas para conformar láminas de titanio en tubos y curvarlos con absoluta precisión. A pesar de ello, gran parte del trabajo de soldadura sigue siendo manual, y la construcción completamente artesanal en el caso de los escapes de competición que fabrican para BMW Motorsport o Aston Martin Racing.
¿Cuánto cuesta hacerse con uno? Pues su producto más caro es la línea de escape del Mercedes-AMG S63 Coupé, que cuesta alrededor de 16.000 €, aunque su producto más vendido, el silencioso trasero para los BMW M3 y M4, ronda los 4.440 euros.