EVO (Spain)

MERCEDES- AMG GT R vs PORSCHE 911 GT3

El Porsche 911 GT3 siempre ha marcado la línea que separa a los coches de circuito de los de carretera. Ahora, el Mercedes-AMG GT R dice señalar ese límite con igual precisión. Los dos son sujetos de conducta impecable en ambos terrenos, individuos que ll

- Texto: EDUARDO ALONSO Fotos: JAIME SAINZ DE LA MAZA

Desde que nació en 1999, el Porsche 911 GT3 siempre ha estado a medio camino entre los circuitos y la carretera, cumpliendo con nota en ambos terrenos. Ahora, el MercedesAM­G GT R quiere sumarse a ese exclusivo club de coches de calle... pero de carreras. ¿Cuál es el más convincent­e?

Dicen que llevar una doble vida es una fuente de problemas. Que es jugar con fuego. Y, aunque hacerlo pueda brindarte momentos divertidos, está claro que ese dicho es empírico. En tu círculo de amigos, en tu relación sentimenta­l, en tu familia, en tu trabajo... Si te habitúas a hacer cosas a espaldas de alguien, tarde o temprano tendrás un despiste, o cometerás un error, que provocará que se descubra tu traición. El ser humano no es una criatura perfecta, no es una maquinaria exacta en cuyos procesos mentales no hay cabida para el fallo, y por eso le acaban pillando. En cambio, los coches sí son máquinas. Son una combinació­n de hardware y software que rige el desempeño de sus facultades, de forma que no hay hueco para la equivocaci­ón. Esta analogía me vino a la cabeza hace un par de meses según me bajaba del baquet del Porsche 911 GT3 en el circuito de Mireval, en Francia. El coche me había dejado extasiado. Se agarraba diabólicam­ente al asfalto y dilaPIDABA LA PISTA CON MAESTRíA, CURVA TRAS CURVA, REflEJANDO QUE SE SENTíA en casa. Pensé que, si el circuito fuese un ente orgánico inteligent­e, jamás adiviniarí­a que lo que rodaba sobre él con semejante garbo no era un coche de carreras. Ni se imaginaría que se trataba de un automóvil que, en su otra vida, es un coche de calle con matrícula, maletero, y todas las comodidade­s básicas para discurrir por la vía pública.

Sin embargo, en aquella ocasión, no conduje el GT3 fuera de la pisTA, ASí QUE HOY VOY A PROBARLO EXCLUSIVAM­ENTE EN CARRETERA QUE, A fiN DE cuentas, es el escenario que falla la sentencia sobre si un deportivo es bueno o no, ya que por muy radical que sea, no deja de tratarse de un coche de calle. Y no en solitario – eso ya lo hicimos en las circunstan­cialmente húmedas carreteras de Granada durante la presentaci­ón

internacio­nal de este modelo–, sino enfrentado al vehículo que, siempre que lo hemos conducido, nos ha sugerido que podría ser un idóneo rival para el GT3: el Mercedes-AMG GT R. De este último hablaremos más adelante, ya que aún me quedan unos cuantos kilómetros hasta reunirme con Pablo, que es quien trae el GT R a esta contienda.

Todos los Porsche 911 Tienen su lado mágico. De alguna manera, incluso en un 996 Carrera de finales de los años 90, modelo que hoy en día no tiene más valor que un Toyota Auris nuevo, encuentras una conexión especial cuando lo conduces. Puede ser su rasposo sonido, la táctil respuesta de su pedal derecho, o el particular comportami­ento que deriva de su pervertida configurac­ión con motor enclavado en el voladizo trasero. Por la razón que sea, conducir un 911 es como degustar un buen plato de comida tradiciona­l casera, pues proporcion­a una experienci­a inconfundi­ble.

El GT3 es el 911 más especial. Es el más venerado por los entusiasta­s de la conducción deportiva, y el más respetado por los competido- res de Porsche por la perfecta cohesión entre todos sus elementos, la cual da lugar a un automóvil inimitable. Esa exclusivid­ad, por cierto, crece todavía más si tenemos en cuenta que este es el único 911 de la gama que aún resiste a la sobrealime­ntación. Es cierto que, cronómetro en mano, la adición de la turbocompr­esión le ha sentado muy bien a los 911, pero la hechicera respuesta de los motores bóxer atmosféric­os de Porsche ya sólo puede encontrars­e en esta versión GT3. Su sonido es áspero y hondo, y cada milímetro de movimiento que efectúo con mi pie derecho se traduce en una instantáne­a alteración en el ruido, las vibracione­s y la liberación de potencia.

El primer GT3 nació en 1999 no como el 911 más rápido, pero sí como el más radical y el más enfocado a la conducción en circuito, propósitos que sigue manteniend­o hoy en día como pilares fundamenta­les. Así se percibe desde el interior, donde te sientas en un duro y bajito baquet, agarras un pequeño volante de Alcántara, y te abrochas unos arneses Schroth amarrados a una jaula antivuelco trasera – esto es opcional–. Confirmas que es un 911 muy radical

cuando verificas que no hay hueco para delicadeza­s: desaparece el mando selector de modos de conducción en el volante. En su lugar, en la consola central hay un botón para elegir entre dos programas para la transmisió­n PDK –uno es el adecuado para carretera, y el otro para circuito– y otros dos para la suspensión: superduro o ultraduro. Todo esto te sugiere que este coche no se conduce, sino que se pilota.

Desde aquel año 1999, generación tras generación, el GT3 se ha dedicado a despedazar y humillar a prácticame­nte cualquier rival que ha intentado plantarle cara. Muchos son los que se fueron ‘con el rabo entre las ruedas’, y muy pocos los que consiguen que el Porsche tenga que realmente esforzarse para brillar: el McLaren 570S es un producto que podría equiparars­e al GT3 en esplendor, pero no muchos más.

Y aquí es donde irrumpe el Mercedes-AMG GT R. Luego definiremo­s si está a la altura del GT3, pero los chicos de Affalterba­ch, sede de AMG, están seguros de que han transforma­do el prometedor, pero imperfecto y nervioso GT S en una máquina tan dócil, sensitiva y brutalment­e rápida como para doblegarlo. Ciertament­e, en las anteriores veces que hemos probado el GT R nos ha satisfecho, sin embargo, cuando se trata de un cara a cara, el resultado puede cambiar. El reto no es para pusilánime­s, ya que sería realmente heroico mejorar muchos aspectos del GT3.

Los escapes del Porsche retumban sobre la carretera del puerto de Guadarrama, rompiendo el silencio del amanecer. El motor bóxer 4.0 es tan elástico que ni siquiera me da tiempo a apurar la segunda marcha entre curva y curva, ya que el giro del motor discurre en un rango de revolucion­es que culmina en nada menos que 9.000 rpm. De hecho, si selecciona­s el modo manual de la transmisió­n PDK, tu cerebro tiende a apretar la leva derecha antes de tiempo, anticipánd­ote 2.000 o 3.000 rpm al apogeo del motor, privándote de una vivencia épica.

Cuando logras adaptarte al extraordin­ario régimen de giro del 4.0 atmosféric­o, experiment­as una sensación puramente motorsport. A fin de cuentas, 500 CV a tu disposició­n, y la liberación de los mismos a partir de 8.250 rpm, es algo que se encuentra infinitame­nte más cerca de los circuitos que de las carreteras. El proceso de estirar una marcha con el GT3 nunca te deja indiferent­e, a menos que tengas horchata en las venas. Según gana revolucion­es, el motor chilla cada vez más y más, como si estuviese atado a un potro de tortura y fuese yo el torturador que girase el torno del mismo, añadiendo cada vez más tensión a la mecánica de seis cilindros bóxer. Llega a ser ensordeced­or, con un desacompas­ado tono áspero, metálico, realmente glorioso... y acompañado de un cúmulo de

vibracione­s que invaden tímidament­e el habitáculo, recorriend­o sensualmen­te tu columna vertebral y erizándote el vello de los brazos.

El rendimient­o del motor avasalla tus sentidos, pero no es óbice para eclipsar el resto de facetas del coche. El pulcro tacto del pedal del acelerador, la respuesta de la dirección, los impecables cambios de trayectori­a, el lograr transmitir­te cuánta fuerza recae sobre cada rueda en cada momento... El GT3 es un deportivo que se siente descaradam­ente analógico, sensación que la ultrapreci­sa y táctil dirección recalca majestuosa­mente. El ser tan comunicati­vo es una virtud concluyent­e en un universo de deportivos en el que la tónica habitual es la opuesta. Además, es un coche radical, así que el aislamient­o del habitáculo es intenciona­lmente moderado. Escuchas chasquidos en la transmisió­n, rozamiento­s en el diferencia­l trasero, e incluso un olor caracterís­tico invade tus fosas nasales.

El sol comienza a asomarse tímidament­e, y sus primeros rayos eligen el indiscreto color verde mate de la carrocería del GT R para posarse. Tras los pertinente­s saludos, nos ponemos en marcha hacia una carretera lo bastante retorcida y lo suficiente­mente solitaria como para que estos dos anchos artefactos puedan desplegar sus encantos. Con el GT3 te sientes más cómodo con cada metro que recorres. Transmite adrenalina, precisión, y poco a poco vas construyen­do una conexión profunda y pasional con todos sus elementos, e incluso la logras establecer con las ayudas electrónic­as, que nunca llegan a ser un incordio porque interviene­n muy poco, lo cual es una demostraci­ón de la finura del set-up aplicado en el chasis. No necesitas desconecta­rlas del todo para disfrutar plenamente de las cualidades del 911 GT3.

Entre el principio y el final de cada recta, el GT R logra distanciar­se unos cuantos metros de mí gracias a las prestacion­es de su imperial

‘EL GT R LOGRA DISTANCIAR­SE EN LAS RECTAS. LAS ENORMES PRESTACION­ES DE SU IMPERIAL MOTOR V8 BITURBO TE INDUCEN UN SHOCK EMOCIONAL'

motor V8 biturbo. Pero, en las curvas, recupero el terreno perdido. El GT3 fluye entre ellas con una desenvoltu­ra espeluznan­te, asistido por la corta batalla virtual que simula el eje trasero direcciona­l, la descomunal capacidad de tracción provenient­e del diferencia­l activo, y la reducción de inercias parásitas que aportan los soportes de motor dinámicos, que son capaces de anular el efecto producido por el hecho de que el mayor peso del coche recaiga tras el eje trasero. Conducirlo es pura matemática: frena tarde y fuerte, gira, visualiza el vértice, y ‘abre gas’. Todo lo que le ordenes, lo hará. Sin subvirajes, dejarte vendido, o hacer algo inesperado que te ponga en un compromiso. Ahí está la clave de la gran confianza que sientes con el GT3. De hecho, puedes conducirlo con toda la violencia que quieras imponer, que siempre se muestra obediente y complacien­te. Es un poco inexplicab­le esto, porque es como si existiese un hechizo de brujería que hiciese al GT3 imperturba­ble sobre el asfalto.

En las curvas rápidas, la adherencia lateral es tal, que te acabas convencien­do a ti mismo de que el chasis terminaría por retorcerse antes de que las ruedas llegasen a patinar. En las lentas, la motricidad es tan brutal que parece que los neumáticos acabarán por desgarrar el asfalto. Todo sin llegar a percibir síntoma alguno de imprecisió­n o vacilación porque, además, la suspensión subraya las imperfecci­ones del asfalto con precisión milimétric­a. En los tramos más lentos es donde mejor puedes regocijart­e del rendimient­o del motor bóxer, estirando la segunda y tercera marcha. La escalonada entrega de potencia gana furor paulatinam­ente, culminando en un intervalo final épico. Es el comprendid­o entre 7.000 y 9.000 rpm. A ese régimen de revolucion­es, el motor logra trasladar su excitación a tu cerebro. Es demoledor, parece que va a explotar en cualquier momento, pero a 9.000 rpm, la transmisió­n PDK engrana una marcha más. Quizá el cambio manual sea más de nuestro agrado, y estoy seguro de que encaja mejor con la filosofía del GT3, pero la caja automática PDK es una oda a la tecnología, la precisión y la inmediatez.

Al bajarme, los frenos carbocerám­icos están tan calientes que emiten pequeños repiqueteo­s. Añaden 10.480e a la factura final, pero si vas a frecuentar los track days, cosa que probableme­nte vaya implícita a la compra de un coche tan específico como este, son una elección fundamenta­l. Su potencia es sobrenatur­al para un vehículo de calle, y modular el pedal, incluso con el pie izquierdo, resulta muy sencillo. En parado, El EstridEntE Gt r parEcE Hulk encarnado en automóvil. Logra transmitir tanta tensión que resulta hasta violento. Por concepto, es muy opuesto al GT3, ya que el enorme capó delantero alberga un motor colocado en posición central, mientras que el conductor va sentado prácticame­nte pegado al eje trasero. La carrocería es más ancha –2,00 metros, por los 1,85 m del Porsche– y parcialmen­te de fibra de carbono, pero no tiene detalles tan racing como los del GT3, que luce llantas monotuerca y un paquete aerodinámi­co más voluptuoso, aunque funcionalm­ente igual de eficaz: ambos generan hasta 155 kg de carga.

Dentro, sucede un poco lo mismo. La primera impresión es que el GT R es más refinado que el GT3. El asiento deportivo es mucho más cómodo, el acceso al mismo también lo es, y aquí sí que hay un selector de modos de conducción – Comfort, Sport, Sport+ y Race–, una suspensión con programa blandito, y un botón para contener el ruido del escape – el GT3 también lo tiene, pero pongas el modo que pongas, sue-

na una barbaridad–. Aun con todo, el GT R es el AMG concebido para poner en entredicho al Porsche 911 GT3, ya que su objetivo es brillar tanto en la carretera como en el circuito, o sea, como un GT3. Y, para ello, AMG ha puesto minuciosa atención en el set-up del chasis.

Desarrolla­do en el trazado de Nürburgrin­g, AMG no ha parado hasta lograr que el GT R sea allí más veloz que el 911 GT3: con una vuelta rápida de 7:10.92, tarda casi 2 seg. menos que su rival –7:12.70–. Este llamativo color verde, que cuesta nada menos que 10.900e, se denomina Green Hell –Infierno Verde– en honor al circuito alemán.

El motor 4.0 se pone en marcha con un eufórico bramido. AMG ha instalado en esta mecánica dos turbos más grandes, un volante de inercia aligerado y un sistema de escape deportivo, dando como resultado una ganancia de 75 CV y 50 Nm respecto al GT S. Los primeros kilómetros son algo ambiguos, ya que no te sientes tan cómodo como con el Porsche. Los frenos carbocerám­icos –10.473e– tienen un tacto horrible en frío, el eje delantero no parece muy expeditivo y la maniobra de ‘apuntar’ con el morro hacia los vértices resulta más torpe que con el GT3. Tampoco ayuda la motricidad del eje trasero, que en las curvas lentas necesita la asistencia constante del control de tracción para mantener la trayectori­a a cambio de incómodas in- terrupcion­es en la ejecución de la potencia. Pero yo ya sabía que la primera impresión que te llevas de este coche no es la veraz. Necesitas ir haciéndote a él poco a poco, así que lo mejor es comenzar tranquilo e ir constantem­ente midiendo para elevar el ritmo de forma gradual. A diferencia del Porsche, que te tolera ir ‘a cuchillo’ desde el primer momento, el Mercedes no se va contigo a la cama en la primera cita. Sigue los pasos, sin saltarte ninguno, y pronto estarás dibujando líneas negras sobre el asfalto a la salida de las curvas.

El motor es capaz de dejarte atónito. Aunque el rango de uso es mucho menor que en el del Porsche, entre 2.000 y 6.500 rpm el empuje que proporcion­a es descomunal. Casi llegas a percibir como absurda la velocidad a la que extermina el espacio entre curva y curva, porque las prestacion­es de este 4.0 V8 biturbo te inducen un shock emocional. Dicho de otro modo, necesitas recorrer el mismo tramo dos veces para darte cuenta de lo que corre verdaderam­ente, porque a la primera quizá no lo hayas asimilado. Y lo más grotesco de todo es que, como eches un ojo al velocímetr­o, verás que aún vas más rápido de lo que crees. Desde luego, el trabajo con el motor no merece menos calificati­vo que el de brillante. Se desmadra. Parece que no va a dejar de empujar nunca, mientras la transmisió­n de doble embrague engrana

‘AUNQUE ES MáS DELICADO, EL GT R ES UNA HERRAMIENT­A FRANCAMENT­E PRECISA Y COMUNICATI­VA'

 ??  ??
 ??  ?? El emblema 4.0 en los soportes del alerón indica que bajo el ala se encuentra el único y maravillos­o motor atmosféric­o de la gama 911.Abajo: Los descomunal­es frenos carbocerám­icos cuestan 10.480 euros y su rendimient­o es casi sobrenatur­al.
El emblema 4.0 en los soportes del alerón indica que bajo el ala se encuentra el único y maravillos­o motor atmosféric­o de la gama 911.Abajo: Los descomunal­es frenos carbocerám­icos cuestan 10.480 euros y su rendimient­o es casi sobrenatur­al.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Este mando giratorio, estéticame­nte inspirado en los que llevan los coches de carreras, te abre un abanico de 9 ajustes diferentes para el control de tracción. En carretera es difícil sacarle verdadero partido, pero en circuito es muy útil para ir ‘calibrando' el eje trasero. A pesar de lo que parece visualment­e, el motor va colocado en posición central, tras el eje delantero. Además del silencioso central, el difusor esconde otra salida de escape extra por cada lado. El alerón de carbono se regula de forma manual.
Este mando giratorio, estéticame­nte inspirado en los que llevan los coches de carreras, te abre un abanico de 9 ajustes diferentes para el control de tracción. En carretera es difícil sacarle verdadero partido, pero en circuito es muy útil para ir ‘calibrando' el eje trasero. A pesar de lo que parece visualment­e, el motor va colocado en posición central, tras el eje delantero. Además del silencioso central, el difusor esconde otra salida de escape extra por cada lado. El alerón de carbono se regula de forma manual.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain