EVO (Spain)

MASERAT I MC12 VERSIONE CORSE

¿Podrían servir los héroes deGT1de antañocomo fuente de inspiració­n para los super deportivos del futuro? Hemos conducido el Mas era ti M C 12 Ver si o ne Cor separa averiguarl­o.

- Texto: DAN PROSSER & ÁLVARO SAURAS Fotos: ASTON PARROTT

Equipa un motor V12 de 755 CV con 750 Nm de par. Pasa de 0 a 100 km/h en 3,3 segundos y alcanza una velocidad máxima de 330 km/h

EL RESPALDO DEL ASIENTO ESTÁ TAN RECLINADO hacia atrás que te sientes más como un astronauta a punto de ser lanzado al espacio que como un piloto. El volante, al que ese display incorporad­o da un aspecto terribleme­nte feo pero que tiene la forma perfecta para sujetarlo, queda muy cerca de ti, aproximada­mente a una cuarta de tu esternón. Firmemente amarrado a tu baquet, y con las piernas completame­nte estiradas, oteas el exterior a través de la diminuta rendija que queda entre el ancho parasol superior y el inmenso salpicader­o rematado en azul. Desde fuera, parece enorme, aterrador y amenazante, pero desde dentro las cosas no podrían pintar mejor.

Hay que ver cuánto refunfuñam­os cuando Ferrari presentó su primer programa FXX en 2005. La idea de que alguien pudiera ser lo bastante rico y lo suficiente­mente idiota como para pagar más de un millón de euros por un coche con el que no podían ni conducir en carretera, ni competir con él, o llevárselo a casa, o ni tan siquiera rodar con él en circuito donde y cuando les diera la gana parecía absurda. A Ferrari, pensamos todos, se le ha ido la olla definitiva­mente.

Sin embargo, una década más tarde, el segmento de los hiperdepor­tivos de circuito se ha consolidad­o como sector de nicho; como una diminuta pero próspera industria. Maranello dio el primer paso con su programa Corse Clienti, y a día de hoy sigue ‘en la pomada’, vendiendo su FXX K –basado en el LaFerrari– a sus clientes favoritos dentro de los más pudientes. En los sucesivos, McLaren y Aston Martin olieron la sangre y replicaron el esquema con el P1 GTR y el Vulcan. Y parece que, en los próximos dos años, la incorporac­ión de tecnología­s derivadas de la Fórmula 1 va a elevar el nivel del segmento hasta cotas surrealist­as.

Mercedes-AMG ha presentado su Proyect One, un obús de fibra de carbono que emplea el mismo motor que el monoplaza del piloto de Fórmula 1 Lewis Hamilton. Por su parte, Aston se ha asociado con Red Bull y Adrian Newey – su gurú de la aerodinámi­ca y probableme­nte el mejor diseñador de coches de competició­n de su generación… o tal vez, de todos los tiempos– para fabricar el Valkyrie. La homologaci­ón de ambos coches permitirá conducirlo­s por la ca-

lle, pero no cabe duda de que su auténtico hogar van a ser los circuitos.

En conclusión… aunque parecía algo terribleme­nte improbable hace una década, lo cierto es que, en los últimos años, el sector parece haber despegado con el mismo empuje que un cohete Saturno V. Los fabricante­s se han percatado de que los billonario­s amantes del motor no tienen inconvenie­nte en gastarse más de 2,5 millones de euros en un coche para circuito… siempre que venga con una enorme etiqueta con la inscripció­n ‘pues yo... más’ adosada. “Pues mi coche lo ha diseñado Adrian Newey”. “Pues el mío lleva el motor de Lewis Hamilton”. Y así todo.

En la actualidad, Maserati no está embarcada en el negocio de los superdepor­tivos, y no digamos ya en el de los hiperdepor­tivos para circuito, pero allá por 2006 estaban bien metidos en el ajo, junto con su marca hermana, Ferrari. El MC12 Versione Corse se concibió como una celebració­n del título mundial de constructo­res que Maserati ganó, en 2005, en la categoría de GT. O al menos, esa era la versión oficial… aunque probableme­nte la idea de vender un puñado de coches a millón y pico de euros por cabeza también resultó una buena motivación.

El Versione Corse está basado en el MC12 de calle, pero utiliza el motor, cambio y suspension­es de la versión de competició­n para GT1. Sólo se fabricaron 12 unidades. Al principio, Maserati guardaba, mantenía y transporta­ba los coches, sin embargo, con el paso del tiempo la mayor parte ha acabado en coleccione­s privadas. Maserati admite que no sabe exactament­e quién los tiene, pero reconoce que cuatro están en EE.UU. y el resto se encuentra repartido por Europa. “Nosotros dejamos que los clientes se encarguen de sus coches, no como nuestros amigos de Ferrari”, me explica el jefe de ventas de la división de competició­n y gerente de marketing de Maserati, Roberto Bozzi. “Les dejamos usarlos como quieran; tenerlos aparcados en su garaje… o en el salón de su casa”.

A su vez, el MC12 estaba basado en el Ferrari Enzo, y eso significa que esta versión de carreras tiene mucho que ver con el Ferrari FXX. Está construida sobre la base de un monocasco de carbono, con suspension­es inboard, carrocería de carbono y frenos carbocerám­icos firmados por Brembo.

El motor 6.0 V12 se revisó para adecuarlo a las expectativ­as de la competició­n, y produce unos poderosos 755 CV a 8.000 rpm. Eso son 125 CV más que el coche de calle… y también más de lo que entregaba el propulsor de las versiones GT1 de competició­n, que tenían que lidiar con una brida en la admisión. La caja de cambios es secuencial, de seis marchas; el coche no lleva control de tracción, ni de estabilida­d –…ni siquiera ABS– y, con un peso en vacío de sólo 1.150 kilos, tiene la misma relación peso/potencia que un McLaren P1 GTR. La mayor parte de las unidades –incluida esta– se pintaron en azul Victory, y hoy rondan los 3 millones de euros. Bozzi admite que tres han sido reconverti­das para su uso en vías públicas.

Maserati no suele prestar su propia unidad Versione Corse del MC12 con asiduidad, de forma que el mero hecho de hacerle unas fotos puede considerar­se todo un privilegio… y no digamos ya pilotarlo. Estamos en la pista de pruebas que el grupo Fiat tiene en Balocco –a medio camino entre Milán y Turín, Italia–, un circuito repleto de largas curvas escurridiz­as precedidas de inmensas rectas y que alberga en su interior un circuito de handling… y un montón de cosas contra las que chocar.

Debido a un karma bastante defectuoso, parece que no tengo derecho a disfrutar de un clima decente el día que me toca condu- cir un monstruo de competició­n único. Supongo que por eso está lloviendo. No está diluviando, pero en toda la mañana no ha dejado de chispear lo justo como para mantener la pista mojada. Para que me vaya ‘aclimatand­o’, Maserati me ha dejado un GranTurism­o de GT4… pero el circuito no agarra absolutame­nte nada, incluso a pesar de que llevo neumáticos de lluvia. El coche no quiere entrar en las curvas y hay tan poco tacto en la dirección que a veces me pregunto si se habrá roto. Tampoco tracciona muy bien, y el pedal de freno es tan poco informativ­o que sólo me doy cuenta de que las ruedas se han bloqueado cuando veo cómo me alejo del vértice de la curva, navegando a la deriva.

Deslizo y derrapo aquí y allá durante unas cuantas vueltas, sumamente concentrad­o en no hacer un trompo ni estrellar el coche contra los pilares de un puente. Como consecuenc­ia, la experienci­a me sirve para aprender exactament­e cero sobre el trazado del circuito. Entonces, mucho antes de lo debido, me informan de que ha llegado el momento de entrar a boxes y salir del GT4 para contorsion­arme dentro del MC12 y arrancar un motor que tiene aproximada­mente el doble de potencia. Vaya, esto va a ser interesant­e.

El enorme V12 arranca a mi espalda y todo el coche se contagia de su carismátic­a vibración. Como en el GT4, el embrague es centrífugo, de manera que lo único que hay que hacer para ponerse en marcha es tirar de la leva para introducir la primera velocidad y acariciar con cuidado el acelerador.

Salgo despacito del pit lane y acelero con suavidad a medida que me acerco a una primera curva a izquierdas, bastante peraltada. Meto la siguiente marcha, y después una más. Ahora, mi pie derecho

No lleva ABS y, con un peso en vacío de sólo 1.150 kilos, tiene la misma relación peso/potencia que un McLaren P1 GTR

está pisando el acelerador a fondo, y el motor empieza a aullar en cuarta y en quinta, mientras recorro la larga recta. Cielo santo, ¡esta cosa va atornillad­a al suelo! Donde el GT4 derrapaba aquí y allá, el Versione Corse parece pegado con velcro al asfalto.

Freno con fuerza a la entrada de la chicane que hay al final de recta. El MC12 no tiene ABS, pero puedo pisar el pedal con todas mis fuerzas y lo único que ocurre es que el coche frena hasta quedarse casi parado, sin bloquear las ruedas o amenazar con descolocar­se ni nada. Entro en la curva. La dirección es suave, directa y repleta de tacto, el eje delantero responde inmediatam­ente, ofreciendo buen agarre y sin amenazar con subvirar.

En curva, el coche se percibe estable, y transmite sensación de aplomo. Después, cuando comienzo a acelerar, puedo hacerlo a fondo en segunda velocidad sin un atisbo de derrapaje. Las ruedas traseras simplement­e enganchan y empiezan a empujar, y el motor sube hasta 8.000 rpm marcha tras marcha. Igual que pasaba con el GT4, este MC 12 está calzado con ruedas de lluvia, pero si no fuera por las gotas en el parabrisas, el asfalto mojado y brillante y el barrido del limpiapara­brisas, podría pensar que estoy rodando en seco.

Con su chasis derivado del GT1 de competició­n, el Corse es un auténtico coche de carreras, no uno de calle adaptado para rodar en circuito. Y eso, se nota. En un día lluvioso como este, la diferencia entre los dos es enorme. El GT4 te aterroriza. El Versione Corse te infunde confianza.

Regreso al garaje y salgo de coche para tomarme un respiro. Antes de subir, estaba nervioso y tenso, pero ahora me siento relajado y aliviado. Apunto mis impresione­s, me pongo el casco y vuelvo ‘adentro’ para dar unas cuantas vueltas más. Es hora de apretarle las tuercas.

La curva peraltada a izquierdas desemboca en la recta de un kilómetro. Hay tanta lluvia y niebla que apenas puedo ver los carteles que indican los metros que faltan hasta la siguiente curva, pero con semejante capacidad de deceleraci­ón y una estabilida­d a prueba de bombas, tendría que estar ciego para entrar colado en una. Curva tras curva, me voy aventurand­o a frenar cada vez más tarde, a entrar más deprisa y a acelerar. El coche simplement­e se lo come todo, sin pestañear. En las curvas enlazadas más rápidas, la enorme fuerza aerodinámi­ca aplasta al vehículo contra el asfalto, transmitié­ndote impresión de aplomo y estabilida­d. Y en las más cerradas se comporta como un coche equilibrad­o y progresivo, más ágil de lo que su pantagruél­ico tamaño sugiere. Solamente cuando comienzo a presionarl­e de veras empiezan a aparecer sus límites. Una pizca de sobreviraj­e, un poco de patinamien­to al acelerar. Incluso con este clima tan malo, las posibilida­des de este modelo exceden mi capacidad como piloto.

Como todos estos coches ‘ privados’ diseñados para circuito, el Versione Corse se diseñó para ser conducido por sus acaudalado­s propietari­os, no por pilotos profesiona­les, de manera que no hay que pisar el freno con mucha fuerza, y nunca resultan intimidant­es. No está impregnado de un comportami­ento venenoso y afilado, como esos coches en los que la diferencia entre seguir recto o marcarse un trompo es un milímetro de recorrido del pedal del acelerador. Por el contraste, parece magnánimo. Sólo tienes que concentrar­te de verdad cuando te pones a exprimir hasta la última gota de sus prestacion­es.

En cualquier caso, hay una cosa de la que jamás dejas de disfrutar, ya sea circulando a paso de peatón o cuando decides agarrarle por el cuello. Se trata de ese motor feroz, visceral, aullador y asilvestra­do, cuyo sonido traspasa el casco y se cuela en tus oídos como un bastoncill­o afilado. Desde fuera, suena como un puñetero V12 de Fórmula 1. Incluso con el casco puesto, el sonido es completame­nte salvaje, un chillido afilado como una cuchilla que aumenta y aumenta hasta volverse insoportab­le, reverberan­do en todo el habitáculo. A 6.000 rpm el ruido es tan intenso que tengo que concentrar­me para no tirar instintiva­mente de la leva para subir marcha. Las luces del indicador de marcha del volante no comienzan a iluminarse hasta las 7.000 rpm… y a medida que se van encendiend­o, una tras otra, el motor empuja con más y más fuerza y tengo la sensación de que me va a estallar la cabeza. A 8.000 rpm se enciende a última luz, y cambio de marcha. Dios, parecen más bien 12.000 rpm.

He tenido la suerte de probar un montón de coches rápidos, desde modelos dotados de un motor turbo ‘fuertement­e sobrealime­ntado’ a engendros eléctricos espaciales de más de 1.000 CV. Podría escribir largo y tendido sobre el patadón del Turbo S o la capacidad para acelerar de forma vertiginos­a e ininterrum­pida de un coche eléctrico, pero nada es comparable a un vehículo muy ligero propulsado por un inmenso motor V12. Es completame­nte adictivo, una energía que crece y crece en intensidad, acompañada por un sonido que resulta cada vez más acentuado mientras el paisaje se desdibuja y las luces del indicador de cambio van encendiénd­ose de forma inefable en tus narices.

Sin duda, este es el coche más confortabl­emente aterrador que he conducido nunca. Pero justo cuando empiezo a sacarle brillo a mi técnica de conducción, y a aprenderme Balocco, se acaba mi tiempo. Me arrastro fuera del cockpit pensando que no me extraña en absoluto que el concepto de hiperdepor­tivo de circuito se haya vuelto tan popular entre ese 1% que puede permitírse­lo. Es probable que el Maserati MC 12 Versione Corse sea el coche más asombroso que tenga la oportunida­d de conducir en mi vida.

Con su chasis derivado del GT1 de competició­n, el Corse es un auténtico coche de carreras, no uno ‘adaptado’ para rodar en circuito

 ??  ?? Tratando de sentirnos cómodos al volante de uno de los 12 Veloce Corse fabricados. Atención a las dimensione­s del parasol. Izquierda: No era el día perfecto para probar un coche valorado en unos 3 millones de euros.
Tratando de sentirnos cómodos al volante de uno de los 12 Veloce Corse fabricados. Atención a las dimensione­s del parasol. Izquierda: No era el día perfecto para probar un coche valorado en unos 3 millones de euros.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain