EVO (Spain)

LA GESTIóN

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Para conseguir que las celdas alcancen la longevidad esperada, es imprescind­ible que sus procesos de carga y descarga sean lo más lentos y uniformes posibles. Al fin y al cabo, en su interior está ocurriendo una reacción química, y la forma de hacer que ocurra de forma correcta es controlar su velocidad. Además, hay que controlar que, bajo ningún concepto, las celdas se sobrecargu­en o sobredesca­rguen, ya que eso podría volverlas inservible­s o, en el peor caso, provocar un incendio. De todo esto se ocupa el sistema de gestión de la batería, que controla la tensión de todas las celdas y se asegura de que tanto la carga como la descarga se produzca de forma balanceada… es decir, que el voltaje de todas las celdas suba y baje de forma simultánea y uniforme. Además, el sistema de gestión controla la temperatur­a de las celdas. Finalmente, de cara a cumplir los requisitos de degradació­n, los fabricante­s tienden a instalar más capacidad de la que realmente se utiliza. Por ejemplo, un BMW i3 tiene 33 kWh de capacidad bruta, pero sólo utiliza 27 kWh de capacidad neta. El resto sirve como reserva para garantizar que la capacidad de la batería no desciende más allá de ese 20% a los ocho años que los fabricante­s emplean como ‘estándar de facto’ para evaluar la degradació­n.

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