LA SEGURIDAD
Una batería almacena en su interior muy poca energía. Al menos, en comparación con los combustibles como la gasolina. Incluso en el caso de las baterías más grandes, las de los Tesla, estamos hablando de la energía equivalente a algo más de 10 litros de gasolina. Eso significa que no existe el riesgo de que se produzca un gran incendio.
Si se produce un daño mecánico a las celdas, es posible que el cátodo y el ánodo entren en contacto físico, se produzca un cortocircuito interno y toda la energía de la celda se libere rápidamente en forma de calor. La consecuencia suele ser un aumento de presión en la batería debido a la ebullición del electrolito, que reventará la celda y escapará en forma de vapor. En el caso más grave, con celdas muy dañadas, es posible que el electrolito se prenda, dando lugar a un incendio relativamente espectacular… pero siempre controlado. Es decir, una batería no puede dar lugar a una gran explosión.
La seguridad eléctrica también es muy elevada. Recibir una descarga requeriría que hubiera fallado el sistema de desconexión automática de la batería, que la desconecta en cuanto algo daña la malla exterior de cobre que recubre los cables naranjas. Y, tras un accidente, basta con cortar la alimentación de 12 voltios del coche para que los interruptores internos de la batería se abran. Finalmente, los coches incorporan un ‘interruptor de servicio’ –izquierda– que desconecta físicamente la batería.