EVO (Spain)

GARAJE EVO

¿Existe vida más allá del Porsche 911? En el caso del segmento de los descapotab­les, la respuesta es: ¡por supuesto! Jaguar tiene su supersexy F-Type... y, recienteme­nte, se ha sumado al club un integrante que ofrece una mezcla casi perfecta de glamour, t

- Álvaro Sauras (@AlvSauras)

Mercedes-AMG GT Roadster, BMW 325i Drift car

EL MERCEDES- AMG ROADSTER es un coche admirable en el sentido de que sus cualidades dinámicas consiguen imponerse a los prejuicios –no del todo desencamin­ados– que te acechan a la hora de ponerte a sus mandos. Porque no nos engañemos... es imposible aproximars­e a un deportivo sin tener en mente el patrón universal por el que se miden: el Porsche 911.

En ese sentido, el GT Roadster empieza con mal pie. La ergonomía del interior no es muy brillante – que la palanca de cambio quede por detrás del codo resulta, ejem, pintoresco–, el interfaz con el usario es un poquito insufrible, mandos como los de las puertas tienen un aspecto anticuado y por el diminuto parabrisas divisas hectárea y media de capó. Glup... no sé si merece la pena arrancar el motor.

La merece. Basta pulsar el botón de arranque, selecciona­r la modalidad Sport+ y afrontar un tramo sinuoso para descubrir que, aunque parecía improbable, lo mejor de este coche no es su culo: poco a poco, te va cautivando.

La suspensión ofrece un tarado exquisitam­ente sensato y aprovechab­le; es imposible ignorar lo poquísimo que balancea y, a medida que pasan los kilómetros, te das cuenta de lo bajo y centrado que va montado el motor. Mientras que la dirección, una vez que te aclimatas a la lejanía del tren delantero, comienza a destilar tacto.

La motricidad es muy buena, el control de tracción resulta sublime y el cambio de doble embrague, montado sobre el tren trasero, funciona con la tosquedad justa para reivindica­r su exclusivid­ad.

El 4.0 V8 no es un atleta de giro rápido, pero... ¿qué importa eso cuando dispones de semejante patada entre el tres y el seis y el acelerador tiene un tacto tan afilado?

Para terminar, petardea de una forma increíblem­ente obscena. Y puede que eso parezca una frivolidad pero... ¿acaso no lo son todos los descapotab­les?

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