TECNO
A decir verdad, esta no es la primera vez que nos ponemos a los mandos del Alpine A110, aunque las sensaciones recabadas previamente no tienen nada que ver con las obtenidas en esta prueba.
La primera vez que pusimos nuestro trasero sobre el baquet del Alpine fue a finales de 2016. Se trataba de una unidad de desarrollo que aún estaba muy verde, y ciertamente no nos agradó en absoluto. No había sensación de precisión, ni de rendimiento, ni de adherencia, ni de deportividad. El sonido del motor dejaba mucho que desear, y la caja de cambio no encajaba en absoluto con la filosofía del coche.
David Twohig, jefe de desarrollo del A110, nos reconoció que había mucho trabajo por delante, pero nos instó a volver seis meses después, pues aseguraba que sabía hacia dónde debían apuntar.
Y en la segunda toma de contacto – nº24–, el A110 era otro coche. Había sido muy mejorado en todos los aspectos, y ahora se sentía tenso, ligero, dinámico y excitante. Todavía quedaban cosas por pulir, pero ese era el camino a seguir.
El resultado final es sobresaliente. Desde la imperfecta primera mula que probamos, hasta el espectacular A110 definitivo, la evolución ha sido impresionate.