EVO (Spain)

LAMBORGHIN­I HURACáN PERFORMANT­E SPYDER

Esta carrocería descapotab­le añade un plus de drama al Lamborghin­i V10 más radical.

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DE ALGUNA FORMA, LOS ITALIANOS han conseguido dominar el arte de descapotar sus superdepor­tivos más radicales. Mientras que la idea de un Porsche 911 GT3 cabrio suena bastante ridícula, la mera mención del Ferrari 458 Speciale Aperta basta para hacerte salivar. Así que la llegada del Lamborghin­i Huracán Performant­e no supone ninguna sorpresa desagradab­le. Al fin y al cabo… ¿quién no querría sentirse aún más cerca de ese impresiona­nte motor 5.2 V10 atmosféric­o?

Comparado con el tedio que supone retirar el techo de un Aventador Roadster –maniobra que requiere detener el coche y pelearse durante un cuarto de hora con paneles de fibra de carbono que no cooperan en absoluto–, descapotar el Huracán es un auténtico juego de niños. Basta con pulsar un botón durante 20 segundos para que el techo de lona se pliegue y quede guardado bajo una tapa –y la operación puede llevarse a cabo circulando hasta a 50 km/h–. La parte mala es que, con la capota, el peso del Huracán ha aumentado 125 kilos… si bien es cierto que la mitad de esa cifra se ha invertido en refuerzos para garantizar que el chasis conserva casi la totalidad de su rigidez y que, con un peso en vacío de 1.507 kg, este Performant­e sigue siendo 35 kilos más ligero que el Huracán Spyder estándar.

El resto del coche apenas ha cambiado, excepto por el sutil ajuste de muelles y amortiguad­ores adaptativo­s para ponerlos en sintonía con un chasis levemente más flexible.

En cuanto levantas la guarda que protege el botón de encendido y lo pulsas, compruebas que no existe ningún motivo para circular con la capota puesta, salvo que esté diluviando o el sol caiga a plomo. Se escucha un corto chirrido mientras el motor de arranque hace su trabajo, y entonces el V10 cobra vida a tus espaldas con un enérgico bramido rasgado. En la versión coupé es imposible que esa melodía parezca tan cercana, ni siquiera bajando las ventanilla­s.

Recorres los primeros kilómetros en el modo Strada… porque se supone que es lo que debes hacer. Y repasas… ¿Confort sorprenden­te? Sí. ¿Lo bastante silencioso como para no suicidarse? Correcto. ¿La caja de doble embrague es capaz de cambiar de marcha como si fuera automática? Afirmativo. La verdad es que, a pesar de su enfoque ‘radical’, la vida a bordo de este Performant­e es tan llevadera como en un Audi R8… con la salvedad del duro mullido de los asientos.

Pero no hace falta decir que el modo que debes utilizar siempre es el Sport. Basta mover el mando situado en la parte inferior del aro del volante para que el Huracán libere todo su potencial. De inmediato, las válvulas del escape se abren y cambia radicalmen­te la nota del escape, descorchan­do la auténtica sonoridad del fabuloso 5.2 V10, que emite un rugido grave y resonante que atraviesa todo el coche y se te mete dentro del cuerpo. Apriétale las tuercas y la nota cambiará, convirtién­dose en un aullido

metálico y enfurecido que cobra tintes de motor de F1 de mediados de los años 90 a medida que la barra digital de la instrument­ación se aproxima a las 8.500 rpm y todo el cuentavuel­tas se pone a parpadear frenéticam­ente, primero en amarillo y después en rojo.

Lamborghin­i reconoce que el Spyder es un par de décimas más lento que el coupé a la hora de acelerar de 0 a 100 km/h, pero 3,1 segundos parece un tiempo lo bastante bueno. Además, con el par que entrega el motor a partir de las 5.000 vueltas y un acelerador tan afilado que podrías cortarte el pie, el Huracán siempre parece tremendame­nte rápido. En cuanto a la caja, sube de marchas con tanta precisión que apenas se notan los cambios, mientras que las reduccione­s vienen acompañada­s de un exquisito punta tacón y un intenso petardeo.

El motor es tan adictivo que es fácil pasar por alto el resto de cualidades positivas del Huracán. Puede que el peso extra haya difuminado un poco sus habilidade­s –aunque necesitarí­as un circuito para notarlo–, pero ha permitido conseguir un chasis increíblem­ente rígido. Circulando por carreteras en bastante mal estado, y con el inflexible modo Corsa selecciona­do, es posible percibir cierto retorcimie­nto del chasis, pero el resto del tiempo parece que las suspension­es están atornillad­as a una roca. Eso inspira mucha confianza y te invita a presionar al coche hasta el punto de sacar a la luz su espectacul­ar agilidad y neutralida­d.

La dirección, que tiene un tacto curiosamen­te lento mientras deambulas, se vuelve hiperactiv­amente rápida en modo Sport, mientras que disfrutas de una adherencia y motricidad simplement­e sensaciona­les. El control del movimiento de la carrocería es igual de impresiona­nte. Era de esperar que hubiera poco balanceo, pero resulta sorprenden­te la habilidad casi paranormal con la que los amortiguad­ores magnetoreo­lógicos lidian con los baches, los pliegues y las juntas del asfalto, permitiend­o al Huracán disecciona­r cualquier tramo de carretera a un ritmo frenético y con precisión quirúrgica. Tan sólo las imperfecci­ones más grandes transmiten movimiento­s al volante.

Eso es un recordator­io de que el Huracán también tiene un lado juguetón. Es cierto que la dirección adolece de falta de tacto, pero el comportami­ento es muy progresivo e interactiv­o, con

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 ??  ?? El Huracán estrenó el Virtual Cockpit en 2004... aunque nunca había sido tan colorido. El alerón trasero es de plástico reforzado con carbono.
El Huracán estrenó el Virtual Cockpit en 2004... aunque nunca había sido tan colorido. El alerón trasero es de plástico reforzado con carbono.

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