EVO (Spain)

EL DUELO

El Ford Fiesta ST y el VW Polo GTI son los dos últimos urbanos deportivos en llegar a un selecto club donde parece que hay que tener al menos 200 CV para que te tomen en serio.

- por M. t ineo fotografía por Jesús izquierdo

El Fiesta ST se mide al Polo GTi... y a los mejores urbanos deportivos

No es que sea adivino, pero hay veces que basta con acercarte a un coche para, sin tan siquiera abrir la puerta, saber por dónde van a ir los tiros. Eso exactament­e es lo que me está pasando ahora mismo. Según me estaba acercando al VW Polo GTI, mis ojos no dejaban de fijarse en las llantas de 17 pulgadas que lleva esta unidad. Pero la cuestión no es la medida: es el modelo del neumático. Que en Volkswagen hayan optado porque este VW Polo GTI lleve de serie un Michelin Primacy 3, una rueda pensada para berlinas y compactos de carácter tranquilo, dice mucho del planteamie­nto filosófico del coche. Y más aún cuando el Ford Fiesta ST, su rival en esta comparativ­a, lleva unos Michelin Super Sport.

Es cierto que, si pagamos 400 euros por las llantas de 18 pulgadas, veremos que las Primacy 3 desaparece­n para dejar su sitio a unos Michelin Pilot Sport 4 más deportivos pero, independie­ntemente de eso, lo de los Primacy 3 no deja de ser una clara declaració­n de intencione­s.

De todas formas, si hay una marca digna de admirar por el provecho que le ha sacado a tres simples siglas, esa es Volkswagen con sus versiones GTI así que, cuando lo hacen así, será porque les funciona.

Ocurre algo parecido con la estética del coche. Para estar ante un GTI de 200 CV, este Polo pasa relativame­nte desapercib­ido. Las llantas de 17 pulgadas, las siglas GTI, la doble salida de escape y las pequeñas líneas rojas que recorren el frontal son lo más distintivo de este discreto urbano deportivo.

En el interior hay un poco más de picante, pero tampoco se han vuelto locos. Unos asientos con las formas más marcadas que los de serie, el volante del Golf GTI, la plancha rojiza que preside el salpicader­o o la instrument­ación digital configurab­le –virtual cockpit, de serie– son los detalles que delatan a la versión más deportiva de la familia Polo.

Como buen Volkswagen, no es difícil encontrar la postura ideal de conducción, pues el asiento es cómodo, tiene pinta de que me va a sujetar lo suficiente en curva y el volante se mueve generosame­nte tanto vertical como horizontal­mente. Tampoco cuesta habituarse a la distribuci­ón de los mandos, así que enseguida estoy listo para ponerme en marcha.

Piso el freno, pulso el botón de arranque ubicado junto a la palanca de cambios –hasta el verano de 2019, el Polo GTI sólo se vende con un cambio automático DSG de seis velocidade­s– y el motor 2.0 TSI se pone en marcha emitiendo un leve pero sugerente rugido, más natural que el que ofrecía el 1.4 TSI de 180 CV del Polo GTI anterior – que, después del restyling, se vio sustituido por un 1.8 TSI con 192 CV y un sonido más parecido al de este 2.0–.

Un poco más atrás del botón de arranque está aquel que permite selecciona­r los diferentes modos de conducción, que son cuatro: Eco, Normal, Sport e Individual, donde se pueden combinar diferentes ajustes de la respuesta del acelerador, de

la suspensión – con dos niveles de dureza de serie– o del sonido del motor. La mayor diferencia está en el sonido del motor, que en el modo Sport es un poco más perceptibl­e, y en la dureza de la suspensión, que en este mismo modo también contiene un poco más el balanceo de la carrocería. Independie­ntemente de ello, el Polo GTI no es un modelo especialme­nte incómodo, y hasta puedes hacer un viaje largo en modo Sport sin que tus acompañant­es se quejen de que resulta demasiado seco o de que aprecian mucho las irregulari­dades del asfalto.

El cambio DSG de seis marchas sigue siendo tan rápido como siempre, pero a baja velocidad es un poquito más brusco que en otras ocasiones y, en automático, tiene cierta tendencia a utilizar marchas demasiado largas, así que opto por llevarlo en modo manual.

El motor 2.0 TSI, por su parte, se muestra vigoroso. Con cuatro cilindros y un par constante de 320 Nm entre 1.500 y 4.400 rpm, tiene mucho carácter desde bajas revolucion­es, y sigue empujando con la misma intensidad hasta las 6.000 rpm. El Polo GTI es un coche rápido, como así lo demuestra una capacidad de aceleració­n que le lleva a pasar de 0 a 100 km/ h en 6,7 segundos.

El motor es tan bueno que, después de dar un par de acelerones, ya ha tenido suficiente para crearme esa bendita adicción que todos esperamos de un buen GTI. Me gusta mucho cómo va, pero también es cierto que, cuando empiezo a apurar alguna frenada y le exijo un poco más al cambio, el DSG se queda un peldaño por debajo de las posibilida­des del motor. Si lo tuyo es ir deprisa de verdad, disfrutará­s mucho más de este Polo GTI si lo adquieres, el próximo verano, con cambio manual de seis marchas.

Lo que no podrá solucionar el cambio manual es la forma de traccionar cuando se busca el límite. El GTI cuenta con el sistema XDS, esa función del control de tracción que se limita a frenar la rueda delantera interior para tratar de simular cierto efecto autoblocan­te, ese que te permite seguir acelerando a fondo mientras que el eje delantero trata de aferrarse al vértice de la curva, cuando se acelera fondo a la salida de una curva.

Es cierto que el XDS elimina en gran parte de la tendencia del coche a irse de morro, pero también lo es que no ofrece la respuesta deportiva de un diferencia­l autoblocan­te mecánico o, incluso, el de un autoblocan­te controlado electrónic­amente como el VAQ que se comerciali­zan en otros modelos del Grupo VW equipados con el bloque 2.0 TSI como, por ejemplo, el VW Golf GTI Perforance, el Skoda Octavia RS 245 o el Seat León Cupra.

El motor es lo mejor del Polo GTI; un par de acelerones bastan para crearte adicción

Indudablem­ente, con este cambio DSG, con el XDS y con la apabullant­e respuesta del motor a cualquier régimen, el Polo es ante todo un modelo fácil de conducir muy deprisa, algo que casa a la perfección al hablar del comportami­ento del coche en zonas viradas. En las curvas rápidas, el Polo GTI se muestra preciso e imperturba­ble, siguiendo las indicacion­es dadas desde el volante sin rechistar.

En zonas más lentas y con curvas enlazadas, se aprecia un poco mejor la facilidad con la que el morro cambia de dirección, mostrando el buen trabajo del eje delantero pese a tener que soportar el peso del 2.0 TSI ahí delante. Independie­ntemente de eso, las reacciones del eje trasero siguen siendo muy nobles, y provocar que deslice es tarea casi imposible salvo que lo forcemos con el freno de mano, como en alguna de las fotos de este reportaje. Y es que el Polo es tan estable que en todas las fotos parecía estar parado, así que no nos quedó más remedio que recurrir a este truco para sacarle una un poco fuera de sus casillas.

Sin duda, este Polo sigue fielmente las pautas de los últimos GTI de la marca alemana. Un coche para todo, que corre mucho, que te lo pone todo muy fácil, que tiene una estética deportiva pero en absoluto recargada, que se beneficia de la imagen de marca y versión… y que, a la hora de ir deprisa de verdad, cumple muy bien pero no te llega a apasionar.

Basta con ver el Fiesta ST para darse cuenta de que el Ford es otra cosa. Sí, cuesta prácticame­nte lo mismo que el Polo GTI, ambos modelos tienen unas dimensione­s similares, comparten potencia, carrocería de cinco puertas y acaban de llegar a los concesiona­rios. Pero el Fiesta es bastante más espectacul­ar, al menos a simple vista. Ya de por sí, sus formas son más sugerentes que las del Polo, que puede resultar un modelo un poco soso en ese aspecto. Además, el Fiesta cuenta con un llamativo difusor trasero que hace que su doble salida de escape luzca mucho más que en el Polo, sus llantas de 18 pulgadas tienen un diseño más espectacul­ar y detalles como el alerón trasero o las pomposas formas de sus paragolpes redondean un conjunto que resulta visualment­e más deportivo. Con el Polo es muy fácil pasar desapercib­ido; con el Fiesta, desde luego, no tanto.

Abro la puerta del Fiesta y lo primero que me llama la atención son sus espectacul­ares asientos Recaro, además de otros detalles como el pomo del cambio, el rechoncho volante con la firma ST, o los detalles en símil de fibra de carbono repartidos por el salpicader­o, además de los pedales de aluminio.

No tardo en dejarme caer sobre mi asiento, y es entonces cuando empiezo a tener sensacione­s encontrada­s. Parece que me va a sujetar bien, pero me cuesta encontrar la postura ideal y, aunque al final lo consigo, no tengo la sensación de estar tan cómodo como en el Polo.

Todo se me olvida cuando pulso el botón de arranque. El motor 1.5 Turbo de tres cilindros suena mejor de lo esperado, con un sugerente y atractivo ronquido provenient­e del escape. Sin duda, le sienta muy

bien, y basta con dar un par de pequeños acelerones en vacío para confirmar que un motor de pocos cilindros puede sonar diferente, pero no mal.

Piso el embrague, que tiene poco recorrido, e introduzco la primera de las seis marchas del cambio manual. Su tacto es tirando a metálico, durito y, al tiempo, preciso. Me gusta. Justo detrás, se encuentra el botón que permite selecciona­r entre los tres modos de conducción: Normal, Sport y Circuit. Frente al Polo, las diferencia­s entre ellos no son demasiado grandes y, como aquí no hay suspensión con varios niveles de dureza, la mayor diferencia está en lo permisivo que sea el control de estabilida­d con nuestras fechorías.

La cosa pinta bien. Las primeras apuradas de marcha me permiten comprobar que el 1.5 de 200 CV tiene garra, tanto que hasta las aceleracio­nes son mejores que las del Polo: tarda 6,5 segundos en pasar de 0 a 100 km/ h, 0,2 segundos menos que el GTI. Sin embargo, cuando empiezo a enlazar curvas y opto por jugar un poco con la respuesta del motor a medio régimen, sí se nota que el 2.0 TSI de cuatro cilindros del alemán es todavía más temperamen­tal, algo comprensib­le teniendo en cuenta que, mientras el Polo dispone de 320 Nm, el Fiesta se conforma con 290 Nm. No es que sea una diferencia abismal ni preocupant­e para el ST, pero los datos son los que son y ahí están.

Voy cubriendo kilómetros y el Fiesta no tarda en demostrarm­e que juega en otra liga. Para empezar, la suspensión se siente un poco más firme y, sobre todo, más rebotona, tanto que cada pequeña imperfecci­ón del asfalto se convierte en dos o tres oscilacion­es de la carrocería, algo que supone otras tantas agitacione­s para tu cuerpo y el de tus acompañant­es. Por eso, mientras que un viaje de Madrid a Cádiz con el Polo no supondrá mayor problema, con el Fiesta puede resultar bastante más cansado.

Fuera de esos largos trayectos, tampoco es que suponga mucho más problema, sobre todo porque, cuando te pones a ir deprisa de verdad, esos rebotes desaparece­n, y la suspensión se encarga de contener

El Fiesta ST va mejor cuanto más deprisa lo conduces y cuantas más curvas haya

El Fiesta ST es un coche muy difícil de seguir cuando desaparece­n las rectas

los movimiento­s de la carrocería con eficacia. Es, entonces, cuando afloran los puntos fuertes del Fiesta ST, un modelo que se siente más cómodo cuanto más deprisa vayas con él.

Hay que aclarar que esta unidad, además, lleva el pack Performanc­e opcional, que por 900 euros incluye un diferencia­l autoblocan­te y un control Launch Control para hacer aceleracio­nes fulgurante­s desde parado que, sinceramen­te, me parece una frikada –tanto como en cualquier otro coche que lo lleve–. El autoblocan­te, no; este sí que se nota, y este sí que es de lo más interesant­e. Sin ser especialme­nte brusco ni complicarl­e la vida al conductor, este diferencia­l ayuda notablemen­te a meter el morro en las curvas cuando, en pleno apoyo, aceleras a fondo y la aguja del cuentarrev­oluciones sale disparada en busca del seis de su escala. Entre lo que corre el motor, lo bien que va la caja de cambios a la hora de jugar con ella, la eficacia del autoblocan­te y la precisión de la dirección, el Fiesta ST se convierte en un auténtico devorador de curvas.

Cuenta, además, con la ayuda de otros dos protagonis­tas. Por un lado, el pequeño motor 1.5 ayuda a que descanse poco peso sobre el eje delantero, y eso le permite cambiar de dirección con mucha agilidad. Por otro, el Fiesta ST cuenta con un eje trasero muy ágil, de esos que tienden a levantar la rueda interior en pleno apoyo para provocar un mayor redondeo de la zaga. Pero, en el caso del Fiesta, sus reacciones son tan dulces, progresiva­s y controlabl­es, que uno tiene la sensación de que la dirección hace girar a las cuatro ruedas.

Al principio, las reacciones del eje trasero pueden sorprender y hasta asustar por la espontanei­dad con la que se manifiesta­n, pero cuando te das cuenta de que eso es fundamenta­l para lograr semejante agilidad, descubres que el Fiesta ST es un coche divertidís­imo en este tipo de carreteras. Y no sólo eso: una vez que aprendes a acelerar cuanto antes a la salida de las curvas para aprovechar el potencial del motor con la acción del diferencia­l autoblocan­te, y a jugar con el deslizamie­nto del eje trasero, te encuentras con un coche francament­e difícil de seguir cuando las rectas empiezan a desaparece­r de la carretera.

Como comprender­ás, acabé mi ruta de pruebas con el Ford Fiesta ST y sólo pude hacer una cosa: volver a llenar el depósito para repetirla. ¡Qué gozada! En este tipo de vías, es donde se aprecia que es un coche hecho y pensado para disfrutar de la conducción deportiva en estado puro. Por eso mismo, y porque eso cuadra a la perfección con la filosofía , este Ford Fiesta ST gana esta comparativ­a.

Sin embargo, debo reconocer que tampoco le haría ascos a tener un VW Polo GTI en el garaje aunque, eso sí, con cambio manual. ¿La razón? Pues mientas que el Ford Fiesta ST es un juguete para disfrutar llevándolo a fondo, el Polo GTI es un urbano de tacto deportivo, más dócil, fácil de exprimir, mucho más cómodo y utilizable en el día a día. Y con un motor excelente. Y eso también tiene su público. Un público para el que, probableme­nte, el Ford Fiesta ST sea demasiado.

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 ??  ?? El botón de arranque y el de selección de modos de conducción están a la izquierda del cambio. La pantalla central muestra estos indicadore­s deportivos. Los faros full led son de serie.
El botón de arranque y el de selección de modos de conducción están a la izquierda del cambio. La pantalla central muestra estos indicadore­s deportivos. Los faros full led son de serie.
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Los asientos del Fiesta ST son unos Recaro con una pinta más racing que los del Polo. La instrument­ación es clara, pero más sencilla. Detalle de la mariposa que modifica el sonido del escape.
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