EVO (Spain)

EL úLTIMO BAILE

- POR ADAM TOWLER & JAVIER ÁLVAREZ FOTOGRAFÍA POR ASTON PARROTT

Recorremos un tramo mítico del Rally de Gran Bretaña al volante del legendario Subaru WRX STi

El Subaru WRX STI Final Edition es el último de una larga tradición de ilustres Impreza dando color a nuestras carreteras. Lo conducimos en el escenario de grandes triunfos de sus antecesore­s en WRC, y en la tierra de su piloto más famoso.

Amedida que avanza la jornada, el deslumbran­te sol se coloca donde más molesta, iluminando el lienzo de mosquitos muertos sobre el parabrisas del Subaru como si fueran pequeños diamantes. Ha sido un viaje largo. Algunos expresaron compasión cuando les dije que iba a conducir el WRX STI Final Edition hasta Escocia, un indicio de la percepción habitual sobre la comodidad de este coche. Con este modelo tengo la tangible impresión de llevar una máquina debajo de mí, y no un mero electrodom­éstico moderno. Ya nos estamos entendiend­o. Hemos creado un vínculo, básicament­e, y soy partidario de ello. Este automóvil simboliza la esencia de lo que esta revista representa. Y sí, lo sé, ya no se llama Impreza, pero discúlpame por esta vez...

Este va a ser un viaje bastante personal, en busca de lo definitivo: la etapa de rally definitiva, el Impreza definitivo y su piloto definitivo, un joven fontanero de Lanarkshir­e que cambió el mundo y es el único héroe deportivo que jamás tuve. Colin Steele McRae, miembro de la Orden del Imperio Británico.

El chasis de este Subaru, con ayuda de Prodrive, se ha ido mejorando, pasando de ser una formidable pero descafeina­da combinació­n de tracción total y poderío turbo, a algo más refinado, equilibrad­o y tremendame­nte preciso.

Este modelo ha tenido numerosas nomenclatu­ras – P1, Type RA, WRX STI 4, 5 y 6–, sólo descifrabl­es por los más aficionado­s. Sin embargo, la llegada de la carrocería compacta no gustó en absoluto, algo que la firma nipona se ha encargado de solucionar volviendo, en la etapa actual, a la clásica berlina. La existencia de un enorme mercado de modelos GTI de similar potencia, diseño más atractivo, igual de rápidos y más baratos de mantener, no ha impedido que el Impreza siga fiel a sus orígenes, incluso a sabiendas de que sus ventas se podían resentir.

¿Y qué pasó con Colin? Tuvo sus momentos buenos y malos, por supuesto. Aquellos tempranos y salvajes años, la vertiginos­a velocidad, la sucesiva destrucció­n de diversos Ford Sierra RS Cosworth... Los gloriosos años de los Subaru Grupo A, de victorias absolutas en las pruebas más prestigios­as y, en 1995, convertirs­e en el Campeón del Mundo de rallyes más joven, y el primero de Reino Unido. Después llegaron los años con Ford, la diversific­ación a otras disciplina­s de la competició­n y, luego, el terrible y trágico accidente de helicópter­o en 2007 que, junto a la pérdida de otro héroe de las carre- ras y de Subaru, Richard Burns, abrió una irreparabl­e herida en el corazón del mundo de los rallyes.

Para rendir un múltiple homenaje tanto a los pilotos como al STI, nuestro primer destino es el Kielder Forest –si fuiste un aficionado a los rallyes de los años 70, 80 y 90 igual te suena–. Este lugar cuenta con los que, sin duda, son algunos de los mejores tramos de bosque del mundo; un lugar en el que Colin ganó el rally RAC en 1995. Una localizaci­ón sagrada.

Es irónico, por tanto, que no encuentres mención alguna sobre la historia de este bosque en la mayoría de webs que hablan sobre la prueba británica. Es más, si buscas Kielder Forest en Internet encontrará­s que las noticias más recientes están dominadas por la reintroduc­ción del lince tras 1.300 años de extinción... pero nada sobre el hecho de que el Rally de Gran Bretaña estuvo aquí en 2018. La competició­n es actualment­e un tema incómodo, teniendo en cuenta la conciencia ecológica y la preservaci­ón de los bosques.

Esperaba cierto grado de frustració­n a la hora de conducir el STI Final Edition hasta aquí, pero no ha sido así. Está claro que es un modelo veterano, y ni las llantas más grandes, los frenos mejorados o el sistema multimedia de esta edición limitada a 150 unidades, consiguen disimular sus años.

No es un coche que facilite las cosas al conductor, ya que has de esforzarte para aprovechar las prestacion­es que es capaz de ofrecer. Nunca me ha gustado la manera de entregar la potencia del motor 2.5 litros, al que le falta la mala leche y el amplio rango de vueltas del antiguo y enérgico 2.0 litros, especialme­nte si lo comparamos con los primeros ejemplares, con sus colectores de longitudes dispares y los caracterís­ticos aullidos de su ronco y rasgado escape.

Además, la mayor cilindrada no parece generar mucho más par motor, a pesar de la cifra oficial de 408 Nm, puesto que el Final Edition es bastante poco interesant­e por debajo de las 4.000 rpm. Aun así, a partir de ese punto hay una razonable cantidad de empuje gracias al turbo, y el cuatro cilindros bóxer hace parecer torpe a cualquier cuatro cilindros en línea gracias a su entrega Arriba: El WRX STI en su hogar espiritual, en el bosque de Kielder. Arriba a la derecha: Conducido con calma, este Final Edition puede sentirse raro, pero si decides llevarlo al máximo te brindará momentos en los que realmente funciona.

libre de inercias. Sí, el cambio de marchas es duro en frío y el interior, funcional –duradero, sin duda, pero su tacto está muy lejos del de los materiales modernos más gustosos–. El asiento del conductor sujeta bien, pero está colocado tan absurdamen­te alto que estoy mirando casi por debajo del parasol. Y, a pesar de la publicitad­a "rápida cremallera", la dirección todavía se siente algo lenta comparada con los estándares actuales –de rapidísima­s direccione­s–, con un poco de imprecisió­n inicial al moverse del centro. Cuando lo conduces al 50% de su potencial el Final Edition se siente desacompas­ado, algo torpe e innecesari­amente duro, igual de desubicado que un adolescent­e en su primera cita.

Pero también hay momentos en los que parece funcionar y casi flotar sobre carreteras exigentes. Si lo haces bien te hace partícipe, te envuelve, y es auténtico. Te das cuenta de que, por muy buenos que sean los compactos modernos turboalime­ntados, no hay ni habrá nunca nada tan efectivo y excitante como un bóxer turbo de cuatro cilindros junto a un sistema de tracción total permanente.

Dejamos atrás el polvo Del KielDer y nos dirigimos a un lugar secreto donde nos espera el que, para muchos, es el mejor el Impreza de la historia. Se trata de un 22B, pero no cualquier 22B: el 22B de Colin McRae. Uno de los tres prototipos fabricados por Prodive durante el proceso de desarrollo del modelo, que fue vendido por McRae a sus actuales dueños, la familia Noble, que posee el concesiona­rio local de Subaru (AF Noble) en Penicuik, Escocia. Tenemos poco tiempo con el coche, pero mentiría si dijera que no estoy entusiasma­do, sentado en el asiento del conductor, haciendo ruidos de motor y moviendo el volante como un niño pequeño. Pocos coches, sea cual sea su potencia y precio, tienen la presencia en carretera del 22B. Aúna todo lo que amo en los coches de calle gestados en competició­n.

Ya estamos en medio de Escocia y, al tiempo que se hace de noche, el aire fresco es engullido por la entrada de aire del capó y las ruedas se aferran a la carretera con la furia con la que buscan tracción los gatos en los dibujos animados. Los carriles, delimitado­s por muretes de piedra, se convierten en un grisáceo túnel iluminado únicamente por los faros, con mi brazo izquierdo a punto de cambiar de marcha, buscando el limitador de revolucion­es, intentando sacar todo lo que ofrece el coche, notando la zaga moverse al acelerar... Una experienci­a mucho más intensa y profunda que la disponible, por ejemplo, en un VW Golf R, aunque probableme­nte igual de rápida.

No es ninguna sorpresa que enseguida tengamos que parar a repostar y, allí, aparcado frente al surtidor, hay un rebajado, modificado y obsesivame­nte limpio VW Polo BlueMotion, con dos jóvenes alrededor, con el portón del maletero adornado por una pegatina "Ifin doubt, flatout" –”Ante la duda, acelera a fondo”– de Colin McRae. La memoria de este hombre sigue viva, incluso en el coche más inesperado.

Me estoy riendo solo mientras lleno el depósito del WRX, y después conduzco tranquilam­ente los últimos km hasta el hotel, ya que mañana va a ser un gran día.

El alba nos brinda un corto paseo hasta el pueblo de Lanark. Mi yo de 16 años nunca imaginó que estaría llegando un día a casa de Jimmy McRae, pero aquí estoy, libreta en mano, llamando a su puerta. Es fácil pasar por alto el talento al volante que tenía Jimmy. El dueño de un exitoso negocio de fontanería y calefacció­n se convirtió en una estrella del deporte ganando el campeonato británico de rallyes cinco veces en los años 80, cuando era una de las más destacadas competicio­nes del mundo. Las imágenes de Jimmy peleándose con su sonoro y divertido Sierra Cosworth de tres puertas están ancladas en mi memoria, y ahora estoy sentado frente a él en su salón mientras responde a mis preguntas sobre la relación laboral de su difunto hijo con Subaru. La vida es curiosa, desde luego.

Hablamos sobre cómo priorizó la carrera de Colin sobre la suya propia. Sobre cómo David Richards de Prodrive se acercó a Jimmy tras el RAC de 1990 y dijo "tenemos que hablar". Prodrive no tenía presupuest­o suficiente para correr con un Legacy en el campeonato británico. "David me preguntó cuánto ganaba un fontanero. Le dije que 25 libras a la semana. Y eso es lo que David le pagó. Colin todavía trabajaba en nuestra empresa entre semana, hasta finales de ese año".

Jimmy rememora cómo unas palabras paternales suyas y de Richards calmaron a Colin, poniendo fin a la racha de accidentes, y después sobre las dificultad­es de la temporada de 1996. "Creo que en cualquier deporte, cuando llegas a lo más alto, te relajas un poco, y pienso que eso es lo que le ocurrió a Colin. Quizá te olvides de lo importante. Ya no existió la misma relación con David ese año, pero después se arregló".

Puedes ver a Colin, quizá al Colin más joven y tímido de la primera época en Subaru, en su padre, y más aún cuando Jimmy recuerda el primer test que Colin hizo en el genial Legacy RS de Grupo A: "Volvió con una sonrisa y dijo, oh, ha estado bien". Eso fue todo, por lo visto. "Oh, ha estado bien". Discreto y en voz baja, pero en cuanto conoces la forma de ser de los McRae, sabes que "oh, ha estado bien", en realidad, significab­a "¡ha sido la leche!".

Nunca preguntarí­a a Jimmy sobre el accidente que se llevó la vida de su hijo, de su nieto, de un amigo de su nieto y de otro amigo de la familia, pero sí le pregunto si el interés que levanta su hijo todavía entre los aficionado­s acentúa o sigue acentuando el dolor de Jimmy. "Hay momentos en los que pienso que he tenido suficiente, pero hablar sobre ello de manera positiva... bueno, tendría que hacerlo más a menudo", afirma Jimmy calmadamen­te, con la emoción a flor de piel. No me importa admitir que yo también tengo que morderme el labio inferior para contenerme, y guardamos silencio por un momento. "Me gustaría que su legado sea lo que es: era un hombre entusiasta, un piloto entusiasta", añade Jimmy. Le cuento lo de la pegatina en la trasera del Polo y sonríe: "Me hace sentir orgulloso, por lo que representa".

Al acabar la conversaci­ón me siento obligado a decirle a Jimmy una última cosa: cuánto significó su hijo para mí, aunque nunca nos conociéram­os. Cómo recortaba sus fotografía­s al límite en un Subaru 555 y las pegaba en mi carpeta del colegio. Cómo enseñó que todo era posible, enfrentánd­ose y venciendo al mundo. "Inspiracio­nal" es un término que está de moda, pero que verdaderam­ente encaja para Colin. Al mismo tiempo que salen estas palabras por mi boca, re-

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 ??  ?? Izquierda: El Impreza –porque es lo que siempre será para nosotros– en su hábitat preferido. Abajo a la izquierda: Tras Kielder, rumbo a Escocia.
Izquierda: El Impreza –porque es lo que siempre será para nosotros– en su hábitat preferido. Abajo a la izquierda: Tras Kielder, rumbo a Escocia.

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