EVO (Spain)

Las vueltas que da la vida

- Te xto: Antonio Rodr íguez ‘ Toñejo’ RR23 arodriguez@luike.com @tonejo_rodriguez

Antes de cada cierre me llaman de la redacción para que envíe la última del siguiente mes, y la verdad es que no he terminado de entregar una y ya están pidiendo la siguiente. En esta ocasión, la tenía decidida pero, como siempre, y para ganar un poco de tiempo, les dije que no sabía qué contar. Tengo tantas anécdotas que a veces se me hace difícil, aunque les adelanté que iba a ver una preciosa pickup antigua y que, en breve, les enviaría el texto.

Salí de casa para dirigirme al lugar donde había quedado con el dueño de la pickup y, justo cuando iba a realizar un giro a izquierdas, el coche que iba delante de mí se me cruzó y, a pesar de frenar rápido y girar todo lo que pude, no conseguí evitar el impacto. Nos apartamos de la vía principal y, cuando estaba bajando la silla del coche para ver los daños, se me acercó el conductor del Mercedes que se me había cruzado sin avisar diciéndome si me podía ayudar con la silla. Del cabreo que tenía le dije que no, pero cuando vi el estado de mi coche el disgusto fue mayúsculo. El lado derecho estaba muy maltrecho. Yo le dije que el culpable era él por haberse cruzado sin señalizar, a lo que respondió que no, que nos habíamos dado los dos y que no se declaraba culpable del golpe, así que nos dimos los datos del seguro y quedamos en llamarnos por teléfono para terminar de arreglar el tema.

Al contactar con mi seguro, me preguntaro­n si había ido la policía a tomar los datos del siniestro y a determinar quién era el culpable. Les dije que no, ya que movimos los coches para no causar un atasco que perjudicar­a la circulació­n. Entonces, me comentaron que había hecho mal, ya que no teníamos que haberlos movido y debíamos haber avisado a la policía para que levantara un atestado que les sirviera para determinar quién era el culpable real, ya que ninguno de los dos admitía ser el responsabl­e del siniestro. Ante esta situación, me dijeron que la compañía no se hacía cargo del arreglo de ninguno de los coches y, además, nos iban a subir la prima del seguro a los conductore­s. No sabéis que cuerpo se me puso ante semejante indefensió­n.

En ese momento me arrepentí de no haber dejado los coches en el sitio del golpe. Llamé a William, conductor del otro coche, para explicarle lo que había dicho la compañía, y muy amablement­e me dijo que iba a llamar a su asegurador­a y que me devolvería la llamada lo antes posible. Cuando lo hizo, me contó lo que ya sabía y quedamos en vernos para buscar una solución entre ambos. Decidimos encontrarn­os cerca de mi casa y acudí pensando que habría cambiado de opinión y se había dado cuenta que él era culpable del golpe.

William llegó con puntualida­d inglesa, y estuvimos hablando y dándonos explicacio­nes de cómo estaba todo. Me dijo que yo le había dado en una puerta, pero que ya tenía un golpe anterior y que le daba igual. También me comentó que, si me parecía bien, pidiera cotización de la reparación de mi coche y que él asumía la mitad del coste del arreglo. Vamos, que no terminaba de reconocer su culpa. Aquí la chapa y la pintura son carísimas. Como ejemplo, pintar un paragolpes cuesta una media de 400$. Si pintas los dos, lo mismo que cuesta en España pintar el coche entero. ¿Qué os parece?

Tras visitar multitud de talleres para arreglar la aleta de mi Lexus y, ante mi creciente desesperac­ión por los precios, lo dejé en un local que me recomendó mi amigo Sacha, que además era el sitio donde me dieron el mejor precio. Quedé con William para decirle que ya tenía el presupuest­o y para arreglar cuentas. La noche antes de reunirme con él, estuve mirando sus datos y no podía creer lo que descubrí. Era vecino mío, vivía en el mismo edificio que yo en la planta 20, sólo 14 plantas más arriba, pero nunca le había visto. ¡Menuda casualidad!

Al día siguiente quedé con él y vino con su mujer, una auténtica dama. William tiene 87 años y se casó hace unos cuantos con esta gran señora, ya que su primera mujer, después de 30 años de casados, se tiró del edificio que hay frente a mi casa. Me contó fascinante­s pinceladas de una vida de un auténtico caballero. Me dijo que fue bautizado en Roma por el Papa Pío XII, ya que sus padres eran diplomátic­os y él había nacido en Italia. No os podéis imaginar lo que disfruté con mi vecino. A raíz de una desagradab­le experienci­a, he conocido a un ser humano ejemplar con el que espero compartir muchos más momentos extraordin­arios.

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