CóMO SER: MARTIN BRUNDLE
Piloto y comentarista de F1
Cogió su primer volante a los cinco años... y llegó a la F1. El británico repasa su carrera y sus coches favoritos para .
Desde un Mini Cooper a los cinco años, hasta numerosos Ferrari, y desde carreras sobre hierba hasta una victoria en Le Mans, no ha habido una etapa aburrida en la carrera deportiva de Martin Brundle.
I PADRE ERA PILOTO DE RALLYES y teníamos talleres en la ciudad de King’s Lynn (Inglaterra), así que mi pasión por los coches se remonta a cuando era prácticamente un bebé.
En los años 60 solía sentarme en el regazo de nuestro mecánico, llamado Stan Rolf, y cuando teníamos que probar los coches de los clientes, yo me encargaba del volante mientras que él controlaba los pedales. Era otra época...
Nos dábamos una vuelta en coches como un Mini Cooper, y cosas así. Incluso me acuerdo de cómo se retorcía el volante al acelerar. Algo fascinante cuando tienes 5 años.
Stan ya falleció, tristemente, pero era un gran tipo. También teníamos un Austin A35 negro, que era complicado vender, y acabó siendo mi coche y el de mi hermano Robin. Siempre convencíamos a un mecánico, Peter, para que nos llevara a una campa cercana y nos dejara conducir en círculos hasta que se acabara la gasolina. Por entonces, yo tenía 7 años, y ya llegaba a los pedales, pero tenía que mirar a través del volante. Mi hermano Robin tenía que arrodillarse en el asiento, mientras que Peter manejaba los pedales. ¿Te imaginas esas medidas de seguridad hoy en día?
A los 14 años, recuerdo una noche en un pub, con mi tío y otros adultos, en la que yo era el único sobrio, por lo que me tocó conducir su Hillman Hunter hasta casa. Para mí era sencillo; llevaba compitiendo en carreras sobre hierba desde los 12 años.
Todo era más fácil en aquella época. Le ponías unas matrículas provisionales a cualquier cosa del taller que tuviera algo de gasolina, y marchabas a la aventura. Vendí mi primer coche, un Vauxhall
Viva gris, a un señor de West Lynn, cuando yo apenas tenía 8 años. Tiene gracia que unos años después, le atropellara con mi bicicleta, aunque obviamente él ni me recordaba. A mí, no obstante, me sigue encantando vender coches.
El primer coche que tuve en propiedad fue un Toyota Corolla Coupé SR rojo. Cuando lo vi por primera vez su aspecto era muy triste, ya que tenía un golpe importante en el frontal. Le pregunté a mi padre si podía quedármelo si conseguía repararlo, y me dijo que sí. Así que lo reparé. Aquí ya me estaba acercando a la mágica cifra de 17 años.
Le puse un juego de llantas Wolfrace, de las que estuve muy orgulloso hasta que apareció la corrosión, y entonces tuve que sacar las esponjas de pulido. También fui un día al mercado de la ciudad y compré una especie de imitación de pelaje negro para cubrir todo el interior. ¿Por qué no? Solía conducirlo a 170 km/h de marcador, por todos lados. Casi me mato una vez, contra un cerdo de una granja. Era un cerdo enorme que se había escapado una noche a la carretera A134 y, lógicamente, yo iba a mis habituales 170 km/h. Me salí al arcén de hierba y conseguí rozar solamente la cabeza del animal. Después me di cuenta de que abusar del acelerador me había salvado; una lección que más adelante me volvería a ser útil.
Aprobé el carnet de conducir un par de días después de mi 17 cumpleaños. Ya era lo suficientemente mayor como para competir de verdad en circuito. Un día vi un anuncio en la revista Autosport y, poco después, ya habíamos comprado dos Celica 1600 GT del equipo Toyota Samurai. Yo competía con uno y mi padre corría rallyes con el otro. También compramos un camión Ford de transpor
te, haciéndolo pasar por una grúa para el taller, y registramos los dos Celica de carreras como coches de demostración de concesionario.
No tenía un duro, pero me lancé a competir en lo que ahora se llama BTCC (Campeonato británico de turismos), llegando a ganar en mi categoría, en Silverstone. Nos gastábamos más de 3.000 libras (3.300 euros) de la época en costes de mantenimiento. Aproveché una oportunidad para pasarme a monoplazas, en 1979, y entre carreras de turismos y de Fórmula 3, para principios de 1984 ya tenía mi tiempo repartido entre vender Toyota y ser piloto de Fórmula 1 para el equipo Tyrrell. A partir de aquí, las carreras se impusieron, y la cosa fue bastante bien.
He tenido la suerte de tener muchos coches de calle buenos, y algunos geniales. Me encanta mi actual Aston Martin DBS. Es un coche imponente pero precioso, y saboreo su motor V12 mientras todavía pueda. También me hicieron un espectacular Eagle E-Type 4.2 Coupé, apodado Elvis, que llevé por ejemplo a los circuitos de Monza o Spa. El único problema que tuvo fue una bombilla de intermitente estropeada. Unos años después, vendí el Eagle a un amigo, por disparatadas razones, y todavía lo conserva y lo adora.
EL PRIMER COCHE EXóTICO QUE TUVE
FUE UN FERRARI 328 GTS, idéntico al de la serie de televisión estadounidense MagnumP.I. Llevaba ya un par de años como piloto de F1, cuando en un salón del automóvil, en el stand de Ferrari, les dije a mi padre y a mi hermano: “Voy a comprarme uno de esos”. Ellos no me tomaron en serio, pero me lo compré. Era un coche genial, aunque algo ostentoso.
Mi siguiente Ferrari fue un 355 GTB, de color rojo y manual, y aquel era realmente un gran coche. Recuerdo conducirlo hasta casa, una noche de madrugada (cuando trabajaba con el piloto de carreras Tom Walkinshaw en Kidlington), y el recorrido fue tan épico que, cuando llegué, me quedé unos minutos parado, planteándome si dar la vuelta y volver a hacer el trayecto.
También tuve un 550 Maranello, y lo disfruté mucho. Lo siniestré en una rotonda, de camino a Silverstone, cuando una persona joven, en su primer día de trabajo para un concesionario Land Rover, confundió el embrague con el freno, y se estampó contra mi 550, doblando el chasis. Después tuve un Ferrari 599 negro, que también era muy bueno, y acabé vendiéndolo a otro amigo. La policía apareció en mi casa un par de días después, porque me habían denunciado por exceso de velocidad cerca de Silverstone, y tuve que explicar que había vendido el coche aquella misma semana, pero sin meter en apuros a mi amiguete.
Compré un estupendo Honda NSX de los primeros al piloto Derek Warwick. Lo solía conducir tan rápido, y hacía tales burradas, que lo tuve que vender, por la seguridad de todos. También he tenido varios Porsche 911 a lo largo de los años, incluidos un Turbo y un GT3 manual, este último hace un par de años. Me gustan los 911, pero no me enamoran. No obstante, me encanta mi Porsche Cayenne 4.2 V8 diésel, con 900 Nm de par. Es un coche familiar muy rápido, una furgoneta, un coche para ir al aeropuerto, para hacer un viaje a Le Mans o irte a esquiar. Y tiene un depósito de 100 litros, lo cual está muy bien, ya que odio parar a repostar. Aunque también me gustan las motos. Tengo una BMW K1600 GT, con un motor de seis cilindros en línea transversal a la marcha, y voy con ella a un montón de grandes premios europeos de
Fórmula 1 cada temporada.
¿De qué estoy más orgulloso en mi carrera? De haber compartido podio con Nigel Mansell en el
Gran Premio de F1 de Gran Bretaña de 1992, cuando la afición invadió la pista. Y también de ganar las 24 Horas de Le Mans con Jaguar y TWR. Qué circuito y qué evento más épicos. También estoy orgulloso de haber ganado alguna vez a Michael Schumacher, cuando eramos compañeros de equipo, o de mis épicas batallas con Ayrton Senna en Silverstone, en 1992, y en diversas carreras de F3, en 1983. Siempre lo recordaré. No era tan bueno ni tan rápido como ellos, pero por entonces tenía suficiente determinación.
También me enamoró correr en Nürburgring Nordschleife con un Aston Martin Vantage GT4. Sólo había rodado allí una vez, en moto, lo cual quizá no es lo más inteligente, pero en 2019 fue la primera vez que realmente competí en el Ring. Compartí el coche con mi hijo Alex, lo cual fue divertido, a pesar de que me puliera en tiempos de vuelta. Esa es la diferencia entre un profesional de 30 años de edad y alguien de 61 años, desgraciadamente. Además, me encantaría competir en Bathurst, algun día no muy lejano.
El mejor coche de carreras que he conducido en mi vida era aquel morado Jaguar XJR-14 de 1991, diseñado por Ross Brawn. Tenía una enorme pureza de líneas y de enfoque... Con él, podías generar enormes columnas de agua cuando rodabas en lluvia, aunque fueras con neumáticos slick.
Mi héroe absoluto del mundo de las carreras es Sir Jackie Stewart. Un tipo con mucha clase, que lo ha vivido todo, ha ganado todo, ha sobrevidido a todo y sigue siendo una de las personas que más dinero ingresa del paddock de Fórmula 1, con sus roles de embajador. Si mi familia estuviera en problemas, sería la primera persona a la que llamaría.
¿El mejor piloto contra el que he competido? Siempre he dicho que, sin duda, el más rápido de todos era Mika Häkkinen. El más completo fue Michael Schumacher y, el hombre con más talento sobrenatural, era indudablemente Ayrton Senna; tenía un sexto sentido para conocer el agarre disponible. De los pilotos actuales, Lewis Hamilton es el mejor, de manera constante, aunque si estuviera
SOLÍA CONDUCIR MI NSX TAN RÁPIDO. . . QUE TUVE QUE VENDERLO, POR LA SEGURIDAD DE TODOS
dirigiendo un equipo de F1, a quien primero querría fichar sería a Max Verstappen.
No estoy seguro de qué depara el futuro al mundo del automóvil. Obviamente, habrá más vehículos eléctricos, aunque me habría gustado que parte de las inmensos costes de desarrollo de los eléctricos hubiesen ido a parar al de los biocombustibles y los motores de combustión interna, ya que me gustaría ver dónde estaríamos ahora.
Para mí, cualquier gran coche o moto, se lo debe en gran parte a su motor, así que esto es un problema en el caso de los eléctricos. La batería de mi iPhone ya me fastidia lo suficiente, de manera que, para mi coche, no me interesa tener esa ansiedad sobre la autonomía y los puntos de recarga. Cuando exista una verdadera red de recarga europea, y autonomías reales de 800 kilómetros, entonces me plantearé un eléctrico, pero por ahora no me seduce la idea de arrastrar baterías que pesan lo mismo que mi primer coche de Fórmula 1.
Me cuesta pensar que estemos en el rumbo acertado, pero qué sabré yo, un dinosaurio que piensa que afrontar una clasificación en Mónaco, con un F1 turbo de más de 1.300 CV, era ‘reafirmante’.