...ni baterías gigantes
En los albores del coche eléctrico, la senda de progreso de las baterías parecía clara: cada vez iban a tener mayor capacidad. Esta expectativa se sustentaba en dos premisas: las celdas cada vez eran más baratas y la densidad energética era cada vez mayor. Esos dos factores explican, por ejemplo, cómo BMW ha sido capaz, cada dos años, de incrementar un 50% la capacidad de la batería del i3 sin ampliar el volumen de la carcasa ni aumentar el precio. Sin embargo, aunque el coste de las baterías sigue bajando a buen ritmo, la densidad energética se ha estancado. Eso se traduce en que ya no es tan fácil construir baterías con mayor capacidad conservando el volumen y su peso, y plantea la cuestión de cuál es la batería más grande que resulta razonable montar en un coche. Tomemos, de nuevo, el ejemplo del Porsche Taycan. Obviamente, Porsche dispone del presupuesto para montar una batería más grande. El Taycan incluso dispone de cierta cantidad de espacio en los denominados footgarajes (huecos para los pies de los pasajeros traseros). Y la pregunta es… ¿la ganancia de autonomía compensaría el coste en espacio y peso? Dicho de otro modo: ¿tendría sentido hacer un coche con una batería de, digamos, 110 ó 120 kWh, si la capacidad completa de la batería sólo se va a usar en un 1 ó 2% de los desplazamientos y supone el inconveniente de incrementar el consumo en el 98% restante de los viajes? Parece que la respuesta es que no: no tiene sentido pasar de los 700 kilos en el peso de una batería.