EVO (Spain)

BMW 1M VS RENAULT CLIO V6 VS PORSCHE BOXSTER SPYDER

A estos tres iconos de la automoción les une sus mecánicas de seis cilindros y una experienci­a de conducción única. Reunimos a los fabulosos BMW 1M, Porsche Boxster Spyder y Renault Sport Clio V6.

- POR ADAM TOWLER & JAVIER ARÚS FOTOGRAFÍA POR ASTON PARROTT

Lo único que tienen en común estos tres iconos de la automoción es su motor de seis cilindros. Los enfrentamo­s para saber cuál ofrece la mejor experienci­a de conducción.

Nunca juzgues un libro por su portada. este es un consejo tan relevante en la vida como en la literatura pero, sólo por esta vez, te recomendam­os que lo ignores. cada uno de estos coches se conduce exactament­e como su estética sugiere. está el musculoso. luego, el preciso. Y, después, el peculiar y ligerament­e experiment­al. no hace falta casi ni que los nombremos. si cada uno de ellos fuera un libro, probableme­nte los pondrías directamen­te en la estantería.

Hemos dicho que uno de ellos era el musculoso, más conocido como bMW serie 1M coupé. este fue el modelo que, en su día, la marca alemana prometió que era como una vuelta al espíritu del M3 original. en el momento de su lanzamient­o al mercado allá por 2011, el M3 iba por su cuarta generación y tenía un motor V8...y estaba más lejos que nunca del automóvil ligero y compacto con el que comenzó esta legendaria saga.

la recepción para el 1M fue variada, y muchas de las opiniones se centraron en la elección del motor: en primer lugar, equipaba un propulsor turbo (tan sólo el controvert­ido X6 M llevaba una mecánica de esta clase en ese momento); y después, la mecánica de seis cilindros en línea con 3 litros de cilindrada era la n54, acusada siempre de no ser un verdadero motor M. si no fuera por la estética (vías y pasos de rueda más anchos, cuatro salidas de escape o llantas de competició­n), igual la gente ni se hubiera molestado en descubrir el resto que tenía que ofrecer el coche.

el preciso. Hablamos del porsche 987 boxster spyder. de un modo similar al actual spyder, el 987 era una especie de equivalent­e descapotab­le del cayman más radical disponible en ese momento, el cayman r. con un peso de 1.275 kg, era 80 kg más ligero que el boxster s gracias a la simplifica­ción del mecanismo del techo, al empleo de algunos paneles de aluminio y la supresión de parte del equipamien­to. esto, unido al ligero aumento de potencia hasta los 320 CV, ayudaba a justificar ese coste extra.

al igual que con el 1M, el spyder cuenta con varias pistas visuales que lo diferencia­n del resto de versiones de la gama boxster, aunque la más destacable es una cubierta trasera más finamente esculpida y que recuerda a la del 550 Spyder o la del carrera gt. la capota de lona manual va anclada al parabrisas y cuenta con dos enganches traseros (uno a cada lado) que suponen un infierno a la hora de quitarlos y ponerlos. este elemento también implicaba una velocidad máxima limitada a 200 km/h cuando la llevamos puesta (si circulamos descapotad­os, podríamos alcanzar los 267 km/h).

el renault clio V6 (el peculiar y ligerament­e experiment­al) también cuenta con dos velocidade­s máximas: la oficial de 230 km/h, y la no oficial basada en lo cómodo que te puedes llegar a sentir llevando un coche urbano con motor central cerca de los 250 km/h. no es que la reputación del clio V6 lo preceda, es más esa sensación de inquietud que transmite este modelo (lo que es bueno) que parece casi tan ancho como largo.

Ya sea por su brillantez o locura, renault sport logró de alguna manera justificar no sólo la existencia de una generación del clio V6, sino dos. la pintura liquid Yellow y el tratamient­o de morro, más afilado, distinguen a esta unidad como un Fase 2, en el que renault sport revisó y corrigió algunos (no todos) de los fallos de su fabuloso pero defectuoso predecesor.

defectuoso no es uno de los términos que usaría para describir los primeros kilómetros al volante del bMW 1M. incluso aparcado al lado de un fantástico bMW 3.0 csl ‘batmobile’ en el garaje de vehículos históricos de la marca, el 1M no deja de ser impactante, a pesar de llevar ya una década a sus espaldas. su diseño es denso, cargado de energía, como si alguien hubiera cogido un M más grande y lo hubiera envasado al vacío para realzar unas formas más compactas y robustas. las llantas de radios cruzados transmiten esa misma fuerza, sobre todo las traseras, con una anchura fuera de lo común. pero, al mismo tiempo, no es intrínseca­mente agresivo, como le pasa al nuevo M2 cs. los faros y la parrilla son bastante discretos para los estándares actuales de bMW (no hay más que ver los actuales M3/M4), y la línea lateral junto con los pasos de rueda ensanchado­s lo justo hacen que ofrezca un diseño bastante equilibrad­o e, incluso, elegante.

el interior también resulta sobrio. aparte de los detalles en alcantara en el salpicader­o, los paneles de las puertas, la palanca del cambio y el freno de mano, tenemos una instrument­ación con los diales con fondo gris... y poco más, lo que hace que haya una mínima diferencia con un serie 1 normal de la época. incluso los asientos son bastante convencion­ales, aunque resulta curioso comprobar como el manejo del sistema multimedia de bMW se ha mantenido muy constante durante esta última década. En definitiva, es fácil sentirse cómodo al volante.

los primeros kilómetros revelan un automóvil que transmite una conducción muy natural; uno que no ha pasado de moda con respecto a sus homólogos más modernos. si

EL CLIO V6 FUE, Y SIGUE SIENDO, UNA LOCURA. UN URBANO CON MOTOR V6 TRASERO. . .

lo pusiéramos en una comparativ­a con un Porsche 718 Cayman y un Toyota Supra, estoy bastante seguro de que mantendría el tipo, y no sólo en áreas en las que los coches antiguos suelen obtener buenas puntuacion­es (tacto, sensacione­s...), sino también en aspectos como el rendimient­o o la eficacia.

En 2011, nos preocupó mucho el hecho de que el 1M montara un propulsor turbo en lugar de uno atmosféric­o. Pero hay que reconocer que ni siquiera ahora existen muchas mecánicas de esta clase que ofrezcan un empuje tan progresivo, que aceleren con tanto entusiasmo y que apenas se note retraso en la respuesta. El único indicio real de que estamos ante un motor turboalime­ntado es la explosión controlada de rendimient­o al poco de superar las 2.000 rpm, algo que no es capaz de igualar uno atmosféric­o de 3 litros. Y también se nota por el parpadeo de la luz naranja del control de tracción cuando aceleramos con decisión sobre asfalto húmedo.

Es de esos coches que deja huella. El avance está ligerament­e marcado por la transmisió­n manual típica de BMW, ya que cada cambio de relación es como si tuvieras que encajar con rudeza cada engranaje; aunque esto no hace más que exacerbar el empuje contundent­e y sostenido de cada marcha. Los desarrollo­s son largos, pero la primera, segunda y tercera se acaban en un santiamén. Los tonos más altos del seis cilindros en línea son silenciado­s por el propio sonido del turbo, sin embargo, la banda sonora es más que correcta. No suena tanto como los

M actuales, pero se nota más puro y afinado.

El agarre que ofrece el eje delantero es excelente, lo cual genera confianza de manera inmediata. En muchos sentidos se percibe como un compacto deportivo moderno, incluso con una postura de conducción alta y un habitáculo relativame­nte estrecho. Y, a pesar de esa carrocería ensanchada, siempre tienes la sensación de tener suficiente espacio en tu propio carril. Con el control de tracción activado, hay pocos indicios de qué ruedas son las que tienen la misión de pasar la fuerza al suelo, aparte del propio respeto que te autoimpone­s de no acelerar a fondo con el volante girado.

Sin embargo, si desactivas las ayudas electrónic­as queda perfectame­nte claro que es un trasera, con fuerza más que suficiente para hacérselas pasar canutas a los neumáticos posteriore­s. La corta distancia entre ejes implica que los derrapes pueden suceder de manera instantáne­a, pero la suave entrega de potencia permite controlar ese sobreviraj­e y la dirección es lo suficiente­mente precisa como para que nada se desmadre. Esto es mejor practicarl­o en un circuito (donde el 1M te brindará unas derrapadas de escándalo), pero si te ocurre en la carretera, también disfrutará­s sin sufrir.

SI EL BMW LUCE BIEN A PRIMERA VISTA, EL PORSCHE ROZA LA PERFECCIÓN. El 987 está envejecien­do bien en general, ya que es un poco más sofisticad­o por dentro y por fuera que el 986 al que reemplazó, y se puede decir de este 987 que sus mejores exponentes son el R en el Cayman y este Spyder en el Boxster. Y es que el atractivo adicional de este último, al menos para algunos, es precisamen­te el techo desplegabl­e; y aunque vista desde determinad­os ángulos su estructura es una especie de tienda de campaña, se le perdona todo cuando la quitas, dejando al descubiert­o no sólo unos arcos de seguridad preciosos... sino también brindando una mejor visión del interior, con unos asientos envolvente­s y esa moldura del salpicader­o del mismo color que la carrocería.

El habitáculo se percibe más simple y menos robusto que el de los actuales Porsche, aunque resulta más acogedor. El último 997 que conduje me pareció bastante más pequeño que los 911 posteriore­s, aunque en el 987 Boxster esperaba que se parecería más a los más modernos, por lo que esta sensación de resultar como más íntimo y recogido es una sorpresa para mí, con unos asientos que ‘abrazan’ el cuerpo mejor de lo que recordaba. Esta sensación podría tener que ver con el hecho de que el volante es claramente más grande, algo que no le termina de gustar al propietari­o de esta unidad, pero que en mi caso prefiero en los automóvile­s deportivos. La perfecta disposició­n de los pedales, la simple palanca de cambios y la clara instrument­ación todavía se perciben contemporá­neos. Giro la llave a la izquierda del volante y el motor 3.4 de seis cilindros se asienta en un ralentí familiar, quizá con un tono más agudo.

Y de nuevo esa sensación de que ya en los primeros metros recorridos, todo tiene sentido. El 1M me transmitió el mismo feeling en los primeros kilómetros, pero es que el Spyder lo hizo dando marcha atrás para salir del aparcamien­to. Y no exagero. No muchos coches tienen ese tacto de palanca, ese cosquilleo a través del acelerador o ese punto dulce de embrague que parece que lo hayas conducido toda tu vida. Y menos automóvile­s aún se conducen con semejante nivel de precisión y un tacto de dirección que te permite trazar exactament­e por donde quieres pasar en cualquier curva y a la primera.

El exquisito tacto de la dirección y el sentir mecánico de todo lo que tocas son los aspectos más destacados. Es un coche que transmite al conductor valiosa y detallada informació­n de todo lo que sucede... perfecto para tomar decisiones correctas. Cuando apuntas con el morro hacia una curva, siempre conoces cuánto agarre hay disponible, pero incluso en una carretera con baches, no dejas de recibir esa informa

ción... y los aspectos menos relevantes de lo que sucede debajo de los neumáticos se filtran antes de que lleguen a la punta de tus dedos.

El motor es bastante especial también. Los 320 CV que declara no parecen muchos, pero el sonido que produce junto con la fantástica entrega de potencia hacen que extraer cada caballo de fuerza sea un absoluto placer. Este coche cuenta con esa brusca nota de sonido que parece haber sido eliminada en los Boxster posteriore­s, como si en este propulsor se mantuviera­n vestigios de las desapareci­das mecánicas de la marca refrigerad­as por aire, y con el nivel de potencia justo como para no tener miedo a explorar de manera constante la zona de las 7.500 rpm, manejando el exquisito cambio de marchas una y otra vez.

Naturalmen­te, existe ese mismo grado de retroalime­ntación a través de los frenos, por lo que perder velocidad es casi tan divertido como ganarla. Y esto sucede tanto en carretera como en circuito, donde puedes disfrutar del equilibrio del Spyder, sintiendo los cambios de peso de la dirección y acelerando o frenando para repartir la masa entre ambos ejes. También tiene el tamaño para disfrutarl­o sin agobios en una carretera estrecha... La verdad es que es uno de los Porsche con los que más he disfrutado, lo cual son palabras mayores.

Sin embargo, si algo puede eclipsar a un 1M y un Spyder, eso es un Clio V6 amarillo. Puede que también cuente con tracción trasera y un propulsor con seis cilindros, pero este modelo francés es algo muy diferente al dúo alemán. Y dado que está alcanzando unos precios desorbitad­os en el mercado de segunda mano, es justo decir que la gente lo ve como algo más o menos igual de valioso que un 1M o un 987 Spyder.

Nosotros vemos este coche con una mezcla de incredulid­ad y entretenim­iento. Su estética es igual o más impactante que cuando salió en 2001. Aunque en este caso hablamos de un Fase 2, que llegó en 2003. Estos Fase se ensamblaro­n en Dieppe (los primeros en Walkinshaw Racing), ahora hogar del Alpine A110, que en muchos sentidos es el sucesor espiritual de este Clio V6. Una prueba de que Renault todavía valora los automóvile­s dirigidos a verdaderos entusiasta­s de la conducción, incluso si la rentabilid­ad no es alta.

En este Fase 2 se intentaron corregir varios de los problemas del modelo original. Para empezar, la potencia pasó de 230 a 255 CV gracias a algunos retoques llevados a cabo por Porsche, mientras que la distancia entre ejes creció en 23 mm y la vía delantera en 33 mm, en un esfuerzo por hacer que tuviera unas reacciones más dóciles. Asimismo, los subchasis y los soportes superiores eran más rígidos, y se modificaro­n la caída y la convergenc­ia de las ruedas, con unos topes de suspensión más blandos y unos muelles más rígidos. Por tanto, este Fase 2 era mucho más que un lavado de cara, aunque la impresiona­nte carrocería junto con el mini interior permanecie­ron inalterado­s.

Desde luego resulta extraño mirar a la instrument­ación de un Clio Sport 182 y escuchar un motor V6 detrás de ti, aunque la dureza del embrague sí da pistas de que es un aparato serio. La dirección (que se maneja mediante

el volante de un Clio RS estándar de la época) es lenta, y no lleva mucho tiempo darse cuenta de la razón. Hay mucho peso detrás de ti y una plataforma corta, por lo que Renault Sport ha dejado ese margen para que las transicion­es entre los dos ejes no sean demasiado bruscas.

En la carretera, la dirección es demasiado liviana, y el coche se balancea suavemente en los cambios de dirección pero a cambio se mantiene recto aunque pase por encima de firme bacheado, algo que se agradece ya que el primero era casi incontrola­ble en cuanto el asfalto no estaba totalmente liso. La falta de resistenci­a a la inclinació­n puede resultar desconcert­ante cuando atacas una curva, como si los neumáticos no terminaran de agarrarse al suelo, pero siempre que tu velocidad de entrada al giro sea sensata, no habrá mayores problemas.

En circuito la cosa cambia bastante ya que, en términos de confianza, es todo lo contrario a conducir por carretera. No pasa mucho tiempo hasta que te atreves a afrontar los giros con bastante agresivida­d e, incluso, tocando lo frenos en pleno apoyo, pero no para descolocar el coche sino para mantener una actitud neutra y agradable. En este punto, puedes ponerte a pisar el acelerador con ganas y notar como cargas de peso los anchos neumáticos traseros para salir con bastante rapidez y una melodía que se torna la mar de sugerente cuando la mecánica alcanza las 7.000 rpm.

Todo esto es así... hasta que el asfalto se humedece. Y es que mientras estamos haciendo la fotos, un chaparrón deja la pista mojada, y eso hace que este Clio ya no resulte tan amigable. Cualquier mal gesto por nuestra parte se puede traducir en reacciones bruscas y no muy controlabl­es, lo que no te incita en absoluto a buscar los límites. A pesar de contar con una dirección lenta, es fácil hacer un contravola­nte si te lo esperas y dar un poco de gas ayuda a equilibrar el coche, pero siempre que no circulemos muy rápido. Como quieras ponerlo de lado a alta velocidad, prepárate para más de un susto.

Sin embargo, no hace falta conducir como el piloto de rallyes, Jean Ragnotti, para apreciar las cualidades de este Clio. El rendimient­o que ofrece es perfecto para aprovechar­lo al máximo en carretera, pero se queda algo corto para circuito. Los ruidos mecánicos, como el chirrido del diferencia­l o de la admisión, están siempre presentes aunque no agobian; la palanca de cambios tiene la calidad de la que lleva un Lotus Exige y, al igual que en el Porsche, el pedal de freno tiene el tacto adecuado.

Estos tres coches ofrecen capacidade­s muy diferentes, pero cada uno de ellos es, en esencia, una máquina agradable que te implica en la conducción, algo cada vez más raro en el mercado actual. Y no sólo son especiales cuando circulas rápido, sino en todo momento: es difícil que alguna vez te aburras con esa sensación de superdepor­tivo condensado en el Clio, el equilibrio en el control del peso del Spyder y en la muscularid­ad del BMW. Y todos son lo suficiente­mente utilizable­s como para afrontar desplazami­entos de larga distancia. Son deportivos fascinante­s y buenos ejemplos de que, aquí sí, se puede juzgar los libros por sus portadas.

SON COCHES ESPECIALES NO SÓLO CIRCULANDO, SINO I NCLUSO PARADOS

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 ??  ?? El motor 3 litros del Clio V6 Fase 2 fue puesto a punto por Porsche para ganar potencia; el comportami­ento mejoró mucho respecto al primero.
El motor 3 litros del Clio V6 Fase 2 fue puesto a punto por Porsche para ganar potencia; el comportami­ento mejoró mucho respecto al primero.
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El 987 Spyder pesaba 80 kg menos que el Boxster S de la época. Esto, unido a los 10 CV extra obtenidos del motor 3.4, le convertía en un coche realmente rápido.
 ??  ?? El motor turbo del 1M causó cierta controvers­ia en el momento de su salida al mercado... pero contribuye mucho a convertirl­o en un coche muy entretenid­o.
El motor turbo del 1M causó cierta controvers­ia en el momento de su salida al mercado... pero contribuye mucho a convertirl­o en un coche muy entretenid­o.
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