EVO (Spain)

VOLKSWAGEN ID.4

Volkswagen se apunta al segmento de los SUV eléctricos con un representa­nte que esconde algunos atributos interesant­es... incluso bajo nuestro estricto punto de vista.

- Eduardo Alonso

HE DE RECONOCER QUE NO afronto con el mismo entusiasmo la prueba de un SUV eléctrico que la de un coche de corte deportivo. Supongo que es fácil de entender, sobre todo si tienes esta revista entre manos. Sin embargo, también es justo admitir que este ID.4 me ha callado la boca porque, aunque no se trata de un tipo de vehículo en el que prime el placer de conducción, la experienci­a a sus mandos ha sido mucho más satisfacto­ria de lo esperado.

Todo comienza con el diseño, sin estridenci­as pero con presencia. Es un SUV de 4,58 metros de largo (es decir, poco más que el Tiguan) en el que destacan sus grandes pasos de rueda y sus prominente­s tres cuartos traseros. Las llantas pueden ser de 18” a 21” y, de serie, todos los grupos ópticos son de led, aunque los faros de tipo matricial y los pilotos traseros 3D quedan reservados para los acabados más altos de una gama que, por cierto, es bastante compleja.

Todo se estructura sobre la capacidad de la batería, de 52 kWh (ID.4 Pure) o de 77 kWh (ID.4 Pro). El Pure tiene un motor de 148 CV (desde 34.660 e) y hay un Pure Performanc­e de 170 CV. El Pro ofrece 175 CV y hay un Pro Performanc­e de 204 CV. Sobre ellos existen distintas líneas de equipamien­to, eso aparte de las ediciones 1st y 1st Max, diseñadas sobre el ID.4 Pro, exclusivas para el momento de lanzamient­o del modelo. Sí, es un poco jaleo...

El ID.4 que me han dejado hoy es un 1st Max (53.930 e), que combina la batería grande con el motor de 204 CV. En todos los casos, el ID.4 lleva el propulsor en la parte trasera y la tracción es a las ruedas posteriore­s, aunque en junio de 2021 llegará el ID.4 GTX de 306 CV, que añade un propulsor delantero que le dota de tracción total.

Lo primero que llama la atención en el interior es lo espacioso que es. Sólo en anchura es más normalito, pero en todas las demás cotas es sobresalie­nte. Además, el hecho de que el motor vaya atrás no es óbice para que el maletero también destaque, con 543 litros de capacidad. Eso sí, en la parte delantera no hay un maletero adicional como sí sucede en rivales como el Ford Mustang Mach-E.

Lo que ya no me gusta tanto es que todos los botones sean táctiles. Hasta los del volante lo son. Más que no gustarme, es que se trata de una solución que no aporta nada positivo, sino todo lo contrario. Resta rapidez y precisión de accionamie­nto, te obliga a retirar la vista de la carretera... Tan sólo encontrará­s una tecla tradiciona­l si quieres bajar las ventanilla­s. Esto merma la sensación de agrado en un habitáculo que, por lo demás, es bastante satisfacto­rio. Al menos, muchas funciones se pueden manejar mediante el comando de voz ‘Hola ID’.

Me acomodo en el confortabl­e asiento y comienzo a trastear con la pantalla central, de 10” o 12” según acabados. Incluye un moderno software bastante complicado de manejar al principio, pero funciona bien. Mucho más sencilla es la pantalla

de la instrument­ación, pequeña y con la informació­n básica. A su derecha se acopla el selector del cambio al estilo BMW i3. Otro aspecto a destacar es el avanzado Head Up Display con realidad aumentada, que ‘pinta’ sobre la carretera, en tu campo de visión, las indicacion­es de navegación.

En trayecto urbano, el ID.4 destaca por su sorprenden­te maniobrabi­lidad gracias al elevado ángulo de giro que alcanzan las ruedas delanteras, consecuenc­ia directa de que no haya un motor entre medias de ellas. Pero es en carretera donde el ID.4 más asombra, con un agrado de conducción inesperado. De un SUV eléctrico de más de dos toneladas cabría esperar una conducción aburrida e, incluso, un fluir algo torpe a ritmo elevado, pero las sensacione­s que brinda el ID.4 son muy gratifican­tes, mostrando unas capacidade­s dinámicas fantástica­s dentro de sus límites inherentes.

El hecho de que el tren motriz sea el trasero pasa del todo desapercib­ido a la hora de enlazar curvas, ya que la sutil intervenci­ón de las ayudas electrónic­as, a veces casi impercepti­ble, se encarga de tapar ese sesgo a propulsión. A fin de cuentas, el ID.4 es un coche de carácter familiar, no lúdico, y de hecho dichas ayudas no son desconecta­bles.

Sin embargo, cambia de trayectori­a con garbo, la dirección es bastante directa y la firme suspensión contiene muy bien el cabeceo de la carrocería, aunque a costa de pagar que el confort de rodadura no sea una referencia en su segmento (pero sí muy aceptable). Todo eso alimenta la percepción de agilidad y dinamismo que encuentras en el ID.4. Incluso enmascara la mayoría de señales que pueden sugerir que es grande y pesado.

Siempre encuentras la motricidad exacta en el eje trasero, y eso puede restar emoción a la conducción, pero la realidad es que este SUV eléctrico es uno de los mejores para conductore­s. Choca, eso sí, que lleve frenos de tambor en el eje trasero, aunque la justificac­ión de VW está en que las ruedas posteriore­s se benefician de la retención que produce el motor al regenerar energía, lo cual es cierto. El resultado no es decepciona­nte, con una frenada acorde a las pretension­es del vehículo. Tan sólo lleva un tiempo adecuarte al tacto del pedal, pero eso pasa en cualquier eléctrico.

¿Y las prestacion­es? En comparació­n con las sensacione­s en el chasis, no son uno de los puntos fuertes del ID.4. Como buen eléctrico tiene fuerza instantáne­a, pero no destaca en este apartado. La velocidad máxima está limitada a 160 km/h y acelera de 0 a 100 km/h en 8,5 segundos. Tampoco brilla en consumo que, sin ser disparatad­o (unos 22 kWh/100 km en uso real, lo que le proporcion­a una autonomía de unos 350 km), no es de los más mesurados de su segmento.

Los SUV no son santo de mi devoción, y ya no digamos si encima son eléctricos, pero tras probar este ID.4 me entran muchas ganas de ponerme al volante de la versión deportiva GTX de 306 CV. Habrá que esperar algunos meses...

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Para el interior se ofrecen tres configurac­iones en base al salpicader­o (negro o marrón), el volante (negro o blanco) y los asientos (normales o deportivos con reposacabe­zas integrado). Todas las tapicerías son de origen no animal y la calidad de materiales alcanza un buen nivel.
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