EVO (Spain)

EPICICLOID­AL + CONVERTIDO­R PARES DE ENGRANAJES + DOBLE EMBR.

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Predecir el recorrido que va a tener el cambio automático con tren epicicloid­al es complicado. A pesar de que permite empaquetar hasta diez marchas en muy poco espacio, su mano de partida incluye cartas bastante malas. El sistema de engranajes es pesado. Eso introduce una penalizaci­ón a la hora de elaborar un cambio para un motor deportivo. El peso de los componente­s rotativos supone un problema a la hora de cambiar de marcha con rapidez y nitidez, ya que hay que frenar y acelerar una masa considerab­le. La velocidad de cambio está limitada por el caudal de las válvulas electrohid­ráulicas y factores como la deformació­n y longitud de los conductos del aceite. Puede parecer un problema menor pero, cuando se trata de cambiar en milésimas de segundo, cada detalle cuenta. Finalmente, está el problema de la inercia del propio motor: el sistema de convertido­r no permite un desacople completo para igualar vueltas.

Todos estos inconvenie­ntes pueden paliarse, y fabricante­s como ZF y Aisin (responsabl­e de la caja que vemos arriba) lo han intentado. Tolerancia­s más pequeñas, mejores válvulas, mejores embragues... todo eso permite que el cambio de modelos como un BMW M5 sea casi tan bueno como el DCT del M2. Sin embargo, tanto refinamien­to tiene un coste importante, y los resultados no son siempre buenos (estamos pensando, por ejemplo, en un Ford Mustang Mach 1).

Es la mejor solución para combinar suavidad, deportivid­ad y eficacia. Consiste en dividir un cambio manual en dos problemas independie­ntes. Empleando dos cajas (una para marchas pares y otra para impares) y dos embragues (uno por caja), se logran dos objetivos.

Por un lado, disponemos de todo el tiempo del mundo para realizar la selección de la próxima marcha (eso reduce mucho los esfuerzos mecánicos, el desgaste de los sincros, la calidad necesaria en las electrovál­vulas y el consumo de la bomba de aceite).

Por otro, podemos hacer el cambio tan rápido como logremos acoplar un embrague y abrir el otro. Si empezamos el acoplamien­to antes de la apertura del segundo embrague, el tiempo de cambio cae virtualmen­te a cero. Empleamos embragues húmedos (lubricados por aceite), de manera que las maniobras se ejecutan con suavidad. Porsche incluso es capaz de crear marchas virtuales, dejando patinar a un embrague, sin problemas de calentamie­nto.

Sin duda, se trata de un cambio genial que, por cierto, inventó Porsche.

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