EVO (Spain)

El primer paso

- Te x to: Antonio Rodr í gue z ‘ Toñe jo’ R R 23 arodriguez@luike.com @tonejo_ rodriguez

RECUERDO CUANDO VINE A TRABAJAR A MIAMI de correspons­al, rondaba por mi cabeza hacer reportajes especiales y, sobre todo, divertidos para el lector; de esos que no te dejan indiferent­e. Pero el tiempo me ha enseñado que el primer paso no te lleva donde quieres ir, pero sí te saca de donde estás.

Un día iba de camino a casa cuando, a lo lejos, escuché un coche de la policía de Miami con todos los avisadores encendidos. Entonces, vi como el resto de coches se retiraban para facilitarl­e el paso. Y, en ese momento, pensé: por qué no pruebo yo un coche de la policía de Miami. ¿Será muy difícil? Seguro que saldría un buen reportaje. Así que me puse en marcha y, sin pensarlo mucho, fui al departamen­to de policía de Miami para hacer la gestión. Y la verdad es que cuando se lo planteé, me miraron asombrados, pensaron que estaba loco y, como era de esperar, no tuve ningún éxito. Pero no me di por vencido y seguí preguntand­o a unos y a otros la manera de conseguir mi objetivo.

Otro día, en la casa del cónsul general de España en Miami, la antigua embajadora Cristina Barrios (embajadora porque, aunque sea un consulado, la persona que viene al consulado si ha sido embajador anteriorme­nte sigue ostentando el rango de embajador) a la que, por supuesto, también había contado mi proyecto, me dijo: “Toñejo, ¿ves a ese señor con el traje negro que está al fondo?”. “Sí”, respondí. “Se llama Julián Linares, ve a verle porque él puede prepararte la reunión con la policía”. Dicho y hecho. Me acerqué y le dije: “D. Julián, ¿cuándo podría recibirme? Quiero comentarle algo”. Serio, muy correcto y con educación me dijo: “Mañana de 1pm a 1.15 pm”. “Gracias, allí estaré”, le indiqué.

Al día siguiente, llegué un cuarto de hora antes a la cita con Julián Linares. Cuando me llamaron, entré en su oficina y me sorprendí al ver tres banderas: la americana, la del estado de La Florida y una de España. Lo primero que hice fue preguntarl­e por qué tenía una bandera de España, y me dijo que, aunque llevaba en Estados Unidos más de 35 años, él era español. En ese momento pensé: ¡ya está hecho, con todo lo que manda Don Julián pruebo lo que haga falta!

“¿En qué te puedo ayudar?”, me preguntó. Le expliqué que quería probar un coche de la policía americana pero conduciend­o, que yo le ponía un mando portátil. Se me quedó mirando muy serio desde el otro lado de la mesa y, tras un inquietant­e tiempo en silencio, me dijo: “Tú el golpe te lo diste en la cabeza y no en la espalda, ¿verdad?”. Me empecé a reír y le indiqué: “No, Don Julián, por favor, ayúdeme, que sería fantástico para publicar un artículo en la revista”. Cuando me fui, se apoyó en mi hombro y me dijo: “Vamos a ver qué se puede hacer”.

Al tercer mes de no saber nada de él, conté en uno de mis textos de esta sección que le había conocido, pero que habían pasado tres meses y no sabía de él. El caso es que le mandé por e-mail ese texto de ‘La última de Toñejo’ y al rato me llamó por teléfono y me dijo: “¿Pero tú estás trastornad­o?, ¿te crees que es fácil subir en una unidad policial?”. “Don Julián, sé que es muy pero que muy difícil, pero lo tenemos que conseguir”, aseguré.

El caso es que ese escrito surtió efecto porque, a las dos semanas, tuve la ansiada reunión con la policía de Miami de la mano de Don Julián (secretario internacio­nal de la ciudad de Miami).

Tres años después de aquella reunión, tras infinidad de llamadas y de mucho trabajo, conseguí subir y conducir un coche de la policía, siendo hasta la fecha la prueba más complicada y difícil que he hecho.

Podría estar escribiend­o páginas y páginas sobre la prueba de la unidad policial, pero realmente a quien quiero dedicar esta ‘Última’ es a Don Julián Linares. Y es que, después de aquella dificilísi­ma prueba, le he llamado para todas las cosas “casi” imposibles que se me pasaban por la cabeza: conducir el camión de los bomberos, el autobús de los turistas, llevar la tanqueta de los S.W.A.T y, como he comentado en anteriores ocasiones, ahora tengo en la cabeza desde hace un tiempo llevar al alcalde de la ciudad. Jajajaja.

Don Julián es una persona tremendame­nte ocupada ya que, además de trabajar para el Gobierno de los EE.UU., también es el presidente del Centro Cultural Español, trajo la Cámara de Comercio y su teléfono no para de sonar para arreglar, intermedia­r o pedirle mil y un favores. La grandeza es que siempre tiene un rato para recibirte y escucharte. Ha ayudado a muchísimas personas aquí con problemas verdaderam­ente serios, y lo mejor es que ha conseguido arreglarlo­s casi todos; también de gente conocida de la que por respeto no voy a dar ningún nombre. ¡Jajajaja. Bueno, uno de ellos soy yo!

En estos momentos está, si cabe, más ocupado que nunca ya que unos asuntos de estado le tienen trabajando de sol a sol, pero el bueno de Don Julián lo lleva todo con humor porque es un genio. No lo digo por hacerle la pelota. Bueno, un poco sí. Yo estoy muy agradecido por el trato que he recibido de él y de todas las partes del Gobierno a las que me he dirigido por indicación suya.

Ojalá tuviéramos políticos así en España, ¡OJALÁ!

Don Julián, eres muy jefe, pero no te olvides de que quiero llevar pronto al alcalde de la ciudad y ser su guardaespa­ldas. (El paralítico veloz, de nuevo al ataque).

Gracias de mi parte y de la de todas las personas a las que has ayudado a lo largo de todos estos años. Gracias por tu generosida­d con todos nosotros.

Un abrazo.

Trabaja en silencio como Julián, deja que tu éxito haga todo el ruido.

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