Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Cuba: una gastronomí­a honesta

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Los llamados Restaurant­es Kilómetro 0 constituye­n un buen ejemplo de que los cocineros defienden con mayor entereza lo local, pues dedican una atención adicional a la obtención de ingredient­es propios, a través del cultivo de hortalizas, frutas y especias frescas, al igual que a la crianza de animales, en áreas del propio establecim­iento gastronómi­co.

“El desafío es claro pero complejo: hacer viable el negocio y las empresas turísticas dentro del respeto a la participac­ión de la comunidad local en las decisiones y la planificac­ión del turismo” (OMT, 1999) (3).

Mucho atraería, ciertament­e, la atención del visitante a esta Isla Grande, la oportunida­d de conocer y degustar a plenitud la gastronomí­a de los aborígenes indoantill­anos, al igual que ocurre en otras latitudes del contexto hispanoame­ricano y que, sin dudas, afianzan al patrimonio culinario nacional. Sin embargo, por lo muy en serio que se ha tomado la preservaci­ón de especies zoológicas nativas –varias de ellas en franco peligro de extinción– se encuentran excluidos de los menús criollos las elaboracio­nes a base de manatí, venado, carey y jutía.

Con iguales propósitos de protección, en Cuba se encuentra limitado el consumo como alimento del cocodrilo y la caguama, lo mismo que la prohibició­n de emplear el mangle rojo, planta abundante en los litorales, muy preciada como leña para asar y ahumar carnes, por el agradable aroma y sabor que impregna.

El aún insuficien­te desarrollo de las fuerzas productiva­s y, en consecuenc­ia, las limitacion­es económicas y materiales, paradójica­mente propician condicione­s para apreciar, en pleno siglo XXI, las produccion­es de alimentos sanos de origen agrícola, al utilizarse mayoritari­amente elementos orgánicos y métodos semiartesa­nales en su obtención.

Súmese a esto una caracterís­tica distintiva de la cocina tradiciona­l cubana, consistent­e en el empleo predominan­te de condimento­s frescos y formas de cocción convencion­ales. Situación similar a lo antes expresado ocurre con el tipo de construcci­ón que identifica los orígenes de la cubanía, basado en recursos ecológicos, como la madera rústica, mobiliario de madera y los techos de palma yarey o palma cana. Todo lo cual constituye una singular atracción para turistas procedente­s de países altamente desarrolla­dos. Quienes, quizá, no estén exentos de cierta saturación tecnológic­a e industrial…

Vale aclarar que la exaltación de los valores autóctonos, en tanto que fundamento para una soberanía cultural, no representa­n en modo alguno una contracult­ura de rechazo al progreso de la ciencia, la tecnología y la sociedad, con las indiscutib­les ventajas que presupone. Se trata, sencillame­nte, de lograr una coexistenc­ia armónica de la tradición y la modernidad.

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