Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Un sueño, una hazaña

ANTONIO MENÉNDEZ PELÁEZ FUE EL PRIMER LATINOAMER­ICANO QUE CONSIGUIÓ CRUZAR EL ATLÁNTICO AL PROPONERSE CON SU VUELO CAMAGÜEYSE­VILLA, DEVOLVER LA PROEZA LLEVADA ADELANTE POR LOS INTRÉPIDOS BARBERÁN Y COLLAR

- TEXTO / JORGE OSMANI MORENO PÉREZ FOTOS / ARCHIVO EXCELENCIA­S

El vuelo de Barberán y Collar en junio de 1933 había dejado una huella imborrable. Primero la hazaña, y luego la tragedia, hicieron que aquel acontecimi­ento quedara en la memoria del pueblo cubano. Al punto de que un joven de origen asturiano, pero asentado en la Isla, se propuso devolver la proeza llevada adelante por los intrépidos españoles. Su nombre, Antonio Menéndez Peláez.

Menéndez Peláez, nacido en la aldea de Santa Eulalia de la Rivera en Asturias, el 4 de diciembre de 1898, emigró a Cuba siendo un adolescent­e. Eligió vivir en Cienfuegos donde realizó disímiles empleos, para poderse ganar el sustento. Fue cautivado por el mundo de la aviación cuando un piloto norteameri­cano, de apellido Lundy, lo invitó a volar en su avión sobre la ciudad.

Con su esfuerzo y ahorros, Antonio decidió marchar a Estados Unidos en 1929, con el fin de convertirs­e en piloto aviador. Se formó en una escuela de aviación en Chicago y cuando ya se sintió listo, regresó a Cuba con la intención de obtener los recursos monetarios para comprar su propia aeronave.

En 1930, y con la ayuda de su instructor Mr. Bouhman, retornó a Chicago para adquirir un avión Waco 10 de tres plazas. No tenía dinero suficiente para sufragar los gastos de transporta­ción del mismo hacia su tierra por adopción así que decidió pilotearlo él mismo, con tan solo 25 horas de vuelo de experienci­a. Esa fue su primera gran epopeya.

Con su Waco 10 empezó a realizar recorridos turísticos sobre la ciudad y a trasladar pasajeros a diferentes localidade­s. Cuando ingresó en el Club de Aviación de Cuba en 1931, ya abrazaba la idea de protagoniz­ar un vuelo a España. Por ello se unió a Cubana de Aviación con el objetivo de prepararse y adquirir una experienci­a superior volando aeronaves mayores. Dos años después, Antonio estuvo entre quienes recibieron a Barberán y Collar en Camagüey, con lo cual creció su entusiasmo.

Se integró a la Aviación Naval y luego se hizo de un avión semidestru­ido que, con la ayuda de sus colegas, acondicion­ó. Fue entonces cuando le planteó al mando superior su deseo de efectuar un vuelo transoceán­ico, específica­mente de Camagüey a Sevilla, como respuesta cubana a aquel desarrolla­do por los ilustres españoles.

Luego de algunas vicisitude­s, a las 7:00 a.m. del 12 de enero de 1936, Antonio despegó del aeropuerto de Camagüey pilotando su Lockheed Sirius 8 con el número 10, nombrado 4 de septiembre.

La ruta proyectada cubría Venezuela; Guyana, donde una avería lo obligó a dirigirse a Port Spain, Trinidad; Belem du Pará, Recife y Natal, desde donde dio el gran salto que lo llevó a tierras africanas del otro lado del océano.

El cruce del Atlántico le tomó 17 h y 35 min. Venció un recorrido de 2 970 km, volando en un avión con cabina abierta, motivo por el cual tuvo que sortear intensas tormentas en medio de la noche.

Sobrevoló a todo lo largo la costa de África para adentrarse en Sevilla, donde arribó triunfante el 14 de febrero. El pueblo español le otorgó una cálida bienvenida, mientras las autoridade­s le ofrecieron numerosos homenajes tanto en la bella urbe de Andalucía como en Madrid. Menéndez Peláez regresó a su país convertido en el primer latinoamer­icano capaz de traspasar el Atlántico y de hacer realidad su sueño de completar la grandeza que iniciaron Barberán y Collar con su vuelo Sevilla-Camagüey.

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Menéndez a su salida enCamagüey.
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