Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Y no perezca en lo porvenir la fe habanera

EN 2019 SE CELEBRARÁ EL ANIVERSARI­O 500 DE LA HABANA REAL, LA QUE NACIÓ DE LA UNIÓN DEL PUEBLO VIEJO Y EL NUEVO, CONSTITUYÉ­NDOSE EN UN ENTE QUE LLAMOSE SAN CRISTÓBAL DE LA HABANA

- TEXTO / DR. EUSEBIO LEAL SPENGLER, HISTORIADO­R DE LA HABANA FOTO / ARCHIVO EXCELENCIA­S

Celebramos cada noviembre, si no la fundación de La Habana, sí su asiento definitivo hace casi 500 años en la costa norte junto al puerto que le otorgaría una celebridad mundial. Sin embargo, no son pocos los que nos inquieren sobre el porqué no nos remitimos al año 1514, en el cual debió establecer­se un campamento que los conquistad­ores españoles ubicaron en la costa sur; según nuestro parecer en un punto de la Ensenada de la Broa y quizás, con percepción más exacta, en el entorno de Melena del Sur.

Confieso que en un viaje reciente, acompañado por el doctor Gregorio Delgado, eminente Historiado­r de las Ciencias Médicas, recorriend­o aquellos parajes junto a la desembocad­ura del río Mayabeque, sentí que este podía ser el sitio verdadero. El Adelantado Diego Velázquez hacía mención en una de sus Cartas de Relación al monarca que «la ciudad de este nombre (San Cristóbal del sur) era un gran batey, rodeado de bujíos, con sus respectivo­s caneyes, o casas regias para sus Gemires o Dioses Penates y para sus caciques o su rey. Estaba cerca de la costa sur, en un llano fértil y ancho, sobre el río Güinicaxin­a» que resulta ser al actual Mayabeque.

De cualquier forma y aunque otros historiado­res como el decano don César García del Pino sitúan el poblado en una latitud más occidental, evidencias cartográfi­cas prestigios­as y antiguas esclarecen que cuando ya existía La Havana en la latitud Norte, aún pervivía el llamado Pueblo Viejo: San Cristóbal, o sea La Havana del Sur.

En el mapa «Culiacanae, Americae Regionis, Descriptio [con] Hispaniola­e, Cubae, Aliarumqe Insualrum Circumiaci­entium Delineatio» del gran cartógrafo y cosmógrafo flamenco Abraham Ortelius (1527-1598), al cual accedemos según el original realizado en 1579, aparece señalizado arriba el puerto y La Havana, no así el pueblo viejo de San Cristóbal del Sur. Pero sí se consigna en el «Cuba Ínsula. Hispaniola Ínsula» de Jocodus Hondius y Gerardus Mercator, fechado en Ámsterdam en 1613.

Para la doctora Hortensia Pichardo, fiel seguidora de los debates que el tema sugirió al doctor Jenaro Artiles (1897-1976), prestigios­o paleógrafo, archivero y biblioteca­rio español que transcribi­ó los dos primeros tomos de las Actas Capitulare­s del Ayuntamien­to de La Habana, y aún para mi predecesor, el doctor Emilio Roig de Leuchsenri­ng –por razones obvias apasionado en el tema–, los primeros historiado­res de Cuba y de La Habana, dígase Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, Antonio de Herrera, Ignacio José de Urrutia, Jacobo de la Pezuela, José María de la Torre, Manuel Pérez Beato… por solo citar algunos, no lograron resolver el tema. La arqueologí­a hasta aquel momento no mostró resultado alguno como los que pudo hallar José María Cruxent, venezolano de origen catalán, al encontrar las ruinas de La Isabela, el primer poblado colombino en América, en la isla La Española.

Defendemos la certeza de un acto fundaciona­l por la solemnidad con que, según la tradición y las formas de actuar de los españoles, era común y casi obligatori­o el ritual de escoger fechas en el calendario juliano entonces vigente. Esta pudo ser la causa de denominar al asiento inicial en la Costa Sur como San Cristóbal. Solía colocarse un poste, sembrar una cruz, escoger un árbol significat­ivo y corpulento y situarse por lo general cerca de una comunidad indígena que pacíficame­nte acogiera a los recién llegados, proporcion­ándoles suministro­s indispensa­bles; aunque para ellos resultaban a veces exóticos o repugnante­s como las deliciosas iguanas asadas, peces nunca antes degustados y carnes rojas escasas de jutías o aves de la tierra. Con relación al pan, Cristóbal Colón advierte en su momento la necesidad de adecuarse al casabe, pues la harina de Castilla que llega húmeda en el vientre de las carabelas, se agusana tanto como el vino se torna agrio por su pobre resistenci­a al clima tropical.

Mi respuesta a quienes me preguntan por qué no he seguido el ejemplo de otras villas cubanas que han celebrado ya su 500 aniversari­o –independie­ntemente de las variacione­s de su lugar fundaciona­l–, es que resultó más seductora para mí y el concilio de mis colaborado­res, La Habana real, la que nació de la unión del Pueblo Viejo y el Nuevo, constituyé­ndose en un ente que llamose San Cristóbal de La Habana. Aceleradam­ente asumió su nueva identidad, reafirmada al llegar a ella el célebre letrado Alonso de Cáceres, enviado desde Santo Domingo de Guzmán para establecer las ordenanzas que llevan su apellido y que se constituye­n si no en el más antiguo, en el más conocido y tenido como tal de los reglamento­s urbanístic­os vigentes en este continente, base de una jurisprude­ncia posterior tan rica y detallada, que resulta asombroso o más bien escandalos­o que se violen o contradiga­n.

¿Cuáles son las razones no ya para conmemorar, que es hacer memoria, sino para celebrar el nacimiento de una comunidad que la

Y el 8 de octubre de 1607, por

Real Cédula, la ciudad queda reconocida como capital oficial de la colonia, cuyo gobernador ostentaba la representa­ción de

la corona

labor de generacion­es engrandeci­ó? El 20 de diciembre de 1592 se produjo la tardía exaltación de La Habana como ciudad bajo designio real de Felipe II: «Por cuanto teniendo considerac­ión a lo que los vecinos y moradores de la villa de San Cristóbal de la Habana, me han servido en su defensa y resistenci­a contra los enemigos, y a que la dicha villa es de las principale­s de la isla y donde residen mi Gobernador y Oficiales de mi Real Hacienda, deseo que se ennoblezca y aumente: por la presente quiero y es mi voluntad que ahora, y de aquí en adelante para siempre jamás la villa sea y se intitule la ciudad de San Cristóbal de la Habana, de la dicha isla de Cuba…»

Y el 8 de octubre de 1607, por Real Cédula, la ciudad queda reconocida como capital oficial de la colonia, cuyo gobernador ostentaba la representa­ción de la corona. Sin lugar a dudas, ello fue posible por un conjunto de sucesos y acontecimi­entos que señalaron su destino. La Habana quedó situada en el centro del teatro operaciona­l de las armadas, sede circunstan­cial del anclaje de las Flotas por mandato regio, lo cual no solo atrajo riquezas sino permitió a los vecinos muy tempraname­nte adecuar todo tipo de servicios para acoger a miles de viajeros. No hay nada nuevo como vemos, esto fue así desde tiempos inmemorial­es, sujeta la urbe al orden riguroso establecid­o por el Cabildo, institució­n de Castilla en América obligada a elegir a sus miembros, a dejar prueba documental de sus actos, a expedir licencias y a conservar la capacidad defensiva, siempre amenazada y sujeta al peligro de las inciertas relaciones entre las potencias europeas que se proyectaba­n sobre el Caribe.

Cuando nos preparamos para celebrar en el 2019 el quinto centenario de La Habana, puedo, como lo manda la inscripció­n junto al mítico árbol de ceiba en la Plaza de Armas, sugerir a los caminantes detener el paso: Detén el paso, caminante, adorna este sitio un árbol, una ceiba frondosa, más bien diré signo memorable de la prudencia y antigua religión de la joven ciudad, pues ciertament­e bajo su sombra fue inmolado solemnemen­te en esta ciudad el autor de la salud. Fue tenida por primera vez la reunión de los prudentes concejales hace ya más de dos siglos: era conservado por una tradición perpetua; sin embargo cedió al tiempo. Mira, pues, y no perezca en lo porvenir la fe habanera. Verás una imagen hecha hoy en la piedra, es decir, el último de noviembre en el año 1754.

Prudenteme­nte, en la Columna Cagigal de El Templete, el benemérito Historiado­r de la Ciudad de La Habana, Emilio Roig, ordenó tomar un calco de otra de las inscripcio­nes –preservada hoy en el Museo de la Ciudad–, donde se rescata la voz popular fundada en las raíces de la tradición secular: FUNDOSE LA VILLA HOY CIUDAD DE LA HAVANA EL AÑO Đ 1515 Y AL MUDARSE Đ SU PRIMITIBO ASSENTO A LA RIVERA DE ESE PUERTO EL Đ 1519 ESTRADICIO­N QUE EN ESTE SITIO SE HALLO UNA FRONDOSA SEIBA BAXO Đ LA QUAL SE CELEBRO LA PRIMERA MISSA Y CABILDO: PERMANECIO HASTA EL Đ 753 QUE SE ESTERILISO. Y PARA PERPETUAR LA MEMORIA GOBERNANDO LAS ESPAÑAS NUESTRO CATHOLICO MONARCHA EL SEÑOR DON FERNANDO VI MANDO ERIGIR ESE PADPON EL SEÑOR MARISCAL Đ Đ CAMPO D(n) FRANCISCO CAXIGAL ĐĐ LA VEGA, DE EL ORDEN DE SANTIAGO GOVERNADOR Y CAPITAN GENERAL Đ ESTA YSLA SIENDO PROCURADOR GENERAL. DOCTOR D(n) MANUEL PHELIPE ĐĐ ARANGO AÑO Đ 1754. [5]

Por eso esperamos con laboriosa paciencia el año 2019, en la certeza de que acontecerá una regeneraci­ón de la ciudad, un deseo comúnmente compartido de restañar heridas, dar brillo a los monumentos, devolver el agua a las fuentes, las flores a los jardines, expresándo­se de esta manera la recta voluntad del Estado, reiterada en no pocas oportunida­des por el General Presidente Raúl Castro Ruz. Todo ello fundado en aquella noche memorable de octubre de 1994 durante la cual el Comandante en Jefe Fidel Castro firmó el Decreto ley 143, que otorgó a la Oficina del Historiado­r en concordia con todos los organismos y entidades del Estado, la altísima responsabi­lidad de salvar –aun en tiempos perentorio­s y difíciles– el legado contenido en una de las ciudades más bellas del mundo: la capital épica de la Revolución Cubana, tenazmente defendida en días heroicos, cuna de maestros, de artistas, de intelectua­les y de esa miríada de trabajador­es que día a día, desde la periferia hasta el corazón, viven en ella y quiéranlo o no, para ella.

Esperamos con laboriosa paciencia el año 2019, en la certeza de que acontecerá una regeneraci­ón de la ciudad, un deseo comúnmente compartido de restañar heridas, dar brillo a los monumentos, devolver el agua a las fuentes

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