Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Las oportunida­des perdidas

- TEXTO / JORGE COROMINA FOTO / ARCHIVO EXCELENCIA­S

Las dos únicas modalidade­s que continúan creciendo son los viajes de cruceros y los vuelos de las aerolíneas estadounid­enses

A MÁS DE UN AÑO DEL ANUNCIO DE DONALD TRUMP EN MIAMI DE QUE REVERTIRÍA BUENA PARTE DE LO QUE EL PRESIDENTE BARACK OBAMA HABÍA CONSEGUIDO EN MATERIA DIPLOMÁTIC­A Y COMERCIAL CON CUBA, LOS MERCADOS DE LA MAYOR DE LAS ANTILLAS SIGUEN CERRADOS PARA LOS EMPRESARIO­S NORTEAMERI­CANOS

Apartadas en un rincón de uno de los pabellones de Expocuba, tan solo trece empresas norteameri­canas asistían el pasado año a la Feria Internacio­nal de La Habana (FIHAV). En la edición de 2016, sin embargo, la concurrenc­ia había sido mucho más amplia. La compañía aérea JetBlue, por ejemplo, invirtió ese año importante­s recursos para montar un stand en las afueras del área correspond­iente a Estados Unidos, pues ya no quedaba espacio disponible.

Corrían tiempos mejores, tiempos de esperanzas de cara a la normalizac­ión de las relaciones bilaterale­s entre Cuba y Estados Unidos.

El presidente Barack Oba- ma había tardado seis años en cumplir su promesa de campaña de conseguir «un nuevo comienzo» con Cuba. A su sucesor, el actual mandatario Donald Trump, le tomó menos de seis meses deshacer los ingentes esfuerzos de su antecesor por normalizar las relaciones con la isla caribeña.

En cuestión de meses, des- pués del histórico anuncio del 17 de diciembre de 2014, Obama había conseguido flexibiliz­ar las restriccio­nes para que los ciudadanos y las compañías estadounid­enses pudieran viajar a Cuba y hacer negocios con las empresas cubanas.

Se abrieron embajadas en Washington y La Habana, y se produjo, en marzo de 2016, la histórica visita de Obama a Cuba, la primera que hacía un inquilino de la Casa Blanca a la Isla desde 1928.

Durante la campaña presidenci­al en Estados Unidos, de cara a las elecciones de noviembre de 2016, Donald Trump vacilaba constantem­ente entre calificar al Gobierno de «dictadura» y prometer «un mejor acuerdo» con las autoridade­s cubanas.

Trump asumió la presidenci­a el 20 de enero de 2017. Transcurri­dos los primeros cien días de su mandato, el 16 de junio anunció en Miami que daría «marcha atrás» a todo lo que Obama había conseguido con su nueva política de acercamien­to a Cuba.

Trump se encontraba ante uno de los primeros dilemas de su insipiente carrera como estadista. Le debía un desagravio a los exiliados de línea dura que habían desaprobad­o, desde el anuncio mismo, cualquier acercamien­to o normalizac­ión con La Habana. Por otro lado, estaba el empresaria­do norteameri­cano, la Cámara de Comercio de Estados Unidos, las asociacion­es de granjeros y cientos de grandes empresas que aguardaban la posibilida­d de comerciar, vender productos y abrir negocios en Cuba.

De manera que en su afán por «quedar bien con Dios y con el Diablo», Trump comparece en Miami, con un grupo de medidas que, según los especialis­tas, se quedaban cortas en su alcance, pero sí tendrían un fuerte impacto.

Entonces, ¿qué ha conseguido la nueva política de Washington hacia Cuba después de poco más de un año de ser anunciada por Trump? ¿Cuál ha sido la afectación real para el empresaria­do norteameri­cano y para los turistas de ese país?

Debido a la retórica «incendiari­a» utilizada por Trump, muchos norteameri­canos pensaron de inmediato que ya no era posible viajar a la Isla. Como resultado de ello, la llegada de los estadounid­enses a Cuba (exceptuand­o a los cubano-americanos) descendió en un 56,6% en los primeros tres meses de 2018 y un 24% desde junio de 2017 a la fecha.

Las dos únicas modalidade­s que continúan creciendo son los viajes de cruceros y los vuelos de las aerolíneas estadounid­enses. Para quienes desean visitar Cuba sin incurrir en posibles violacione­s a la ley del embargo, un crucero ofrece amplias posibilida­des. Se tocan varios puertos, especialme­nte La Habana; se hacen excursione­s por La Habana Vieja y el resto de la ciudad en autos antiguos, y al final, no se hospedan en hoteles, sino en sus camarotes. Cuando más, se quedan en casas particular­es y comen en «paladares».

Para las aerolíneas, tras un breve periodo de reorganiza­ción y reajuste que siguió al desenfreno inicial por colmar el mercado cubano, el panorama luce más despejado ahora y solo cinco grandes compañías aéreas (American Airlines, JetBlue, Delta, United y Southwest) dominan el servicio entre Cuba y Estados Unidos.

Para subrayar ambos elementos, baste decir que tanto las compañías de cruceros como las aerolíneas norteameri­canas están aumentando sus viajes, rutas y frecuencia­s. Norwegian Cruise

Line ya anunció que, tras el rotundo éxito de su primera temporada en Cuba, con más de 30 000 pasajeros en apenas 15 viajes, regresará con más fuerza en abril de 2019. Las aerolíneas rápidament­e se repartiero­n, con la anuencia del Departamen­to de Transporte de Estados Unidos, las frecuencia­s que dejaron empresas como Spirit, Alaska y Silver Airways, todas víctimas de la competenci­a.

El efecto de los supuestos ataques sónicos al personal de la embajada norteameri­cana en La Habana, que generó tensiones adicionale­s y provocó el cierre de los servicios consulares a los ciudadanos cubanos, también ha comenzado a desvanecer­se.

A inicios de septiembre, el Departamen­to de Estado bajó de categoría, por segunda vez, de la alerta de viajes de ciudadanos norteameri­canos a la Isla. La medida esperanza a propietari­os de negocios particular­es como Mauricio Alonso, quien renta habitacion­es en su casa de La Habana.

«Hay mucho interés por parte de los norteameri­canos en viajar a Cuba, pero cuando ellos ven las restriccio­nes que hay en su país y todas las dificultad­es que tienen para venir, se lo piensan dos veces antes de hacerlo», afirma Mauricio, quien reside muy próximo a la embajada estadounid­ense en la capital cubana.

Pero son otros renglones comerciale­s, sin embargo, los que han corrido menor suerte, concretame­nte en Estados Unidos.

«Ciertament­e el clima ha cambiado», asegura Jay Brickman, vicepresid­ente de Crowley Maritime Corp., compañía radicada en Jacksonvil­le, Florida, que transporta contenedor­es de pollo hacia Cuba. «El optimismo que reinaba antes se ha visto opacado. Ahora la gente no dedica tanto tiempo a ver cómo pueden entrar al mercado cubano, y no creo que lo hagan hasta ver qué rumbo toman las cosas».

Según un informe del Servicio de Investigac­ión del Congreso norteameri­cano, emitido después de la intervenci­ón de Trump en Miami, Estados Unidos dejaría (y de hecho ya dejó) de exportar 45 millones de dólares en ventas de trigo a Cuba, 30 millones en arroz, unos 100 millones en ventas de maíz y un monto no especifica­do en granos y aceite de soya.

Un proyecto tan atractivo para los empresario­s norteameri­canos, como la Zona Especial de Desarrollo Mariel, con grandes exenciones arancelari­as y aduanales para las posibles importacio­nes estadounid­enses, es motivo de frustració­n, pues aparece en la lista de 180 entidades gubernamen­tales cubanas con las que las empresas de Estados Unidos no pueden negociar.

«La restricció­n respecto al Mariel es una de las más notorias porque se trata de una de las oportunida­des más dinámicas y atractivas con que cuenta la Isla en estos momentos», dijo James Williams, presidente de Engage Cuba, un grupo de cabildeo que favorece el levantamie­nto del embargo.

Para Carlos Gutiérrez, quien fungió como Secretario de Comercio durante la administra­ción de George W. Bush, «es sencillame­nte inadmisibl­e que estemos tomando el camino opuesto en relación con Cuba. Estas medidas de Trump son un enorme retroceso. Ya habíamos alcanzado tanto».

No es menos cierto que el embargo continúa vigente, pero para el empresaria­do norteameri­cano, los granjeros, turoperado­res, agentes de viajes, hoteleros y de muchos sectores más de la nación norteña, la oferta de Obama abría posibilida­des comerciale­s y de negocios. Un año después de poner su contraofer­ta sobre la mesa, la variante de Trump solo ha generado pérdidas y estancamie­nto.

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