Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Llegó la hora de los mameyes

EL CUBANO CRIOLLO, MORDAZ POR NATURALEZA, HIZO CHASCARRIL­LO HASTA DE LOS FLEMÁTICOS INGLESES EN LOS DÍAS DE LA OCUPACIÓN, ALLÁ POR EL SIGLO XVIII, DEJANDO PARA LA POSTERIDAD LA CÉLEBRE FRASE QUE TITULA ESTE ARTÍCULO

- REALIZADO CON LA COLABORACI­ÓN DE LA OFICINA DEL HISTORIADO­R DE LA CIUDAD CARRIED OUT WITH THE COLLABORAT­ION OF THE OFFICE OF THE CITY HISTORATOR

Mezcla de las razas española, africana e indígena, el criollo cubano desarrolló durante el proceso de formación de la nación y la nacionalid­ad cubana un interesant­e y burlesco sentido del humor. De ahí que sea conocido por ver una nota cómica aun en las peores situacione­s y hacer chascarril­lo de cuanta cosa se cruce en su camino.

Entonces no es de extrañar que en los tiempos de la toma de La Habana por los ingleses, en 1762, hasta los británicos tuviesen lo suyo. Como había ocurrido antes con los españoles, estos fueron burlados y a las pocas semanas de su estancia en la Isla comenzó a llamársele­s tomates o mameyes, por la similitud de sus casacas con el color de estas frutas.

La población criolla, e incluso los españoles, miraban con recelo a los soldados ingleses, burlándose frecuentem­ente de ellos, aprovechán­dose de que no comprendía­n el idioma y empleando frases capciosas y de doble sentido. Por tal motivo, los ocupantes decidieron montar guardias de recorrido y aparecían en cualquier momento para evitar disturbios e insurrecci­ones.

Con el objetivo de aplacar posibles reyertas y velar por los intereses de la corona, las tropas del conde de Albemarle implantaro­n un toque de queda al atardecer, entre las 5 y las 6 de la tarde, o cuando considerab­an necesario patrullar las calles. Solamente po-

dían transitar por la ciudad los militares de la pérfida Albión o alguna persona natural autorizada. Por consiguien­te, las calles de la ciudad se inundaban a esa hora de soldados con casacas rojas, de una tonalidad similar al color del mamey, la fruta de pulpa roja con semilla carmelita que abunda en los campos de Cuba, por lo cual las tropas inglesas fueron bautizadas burlescame­nte por los criollos con el apelativo de mameyes; y cuando se le veía en grupos o anunciaban el toque de queda, se difundió la célebre frase: «llegó la hora de los mameyes», que perdura hasta nuestros tiempos, con el significad­o de que llegó el momento de la verdad o el instante de la decisión o la acción inmediata.

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 ??  ?? pRondas inglesas en la Plaza de San Francisco de Asís. British foot patrols around the Square of St. Francis of Assisi.
pRondas inglesas en la Plaza de San Francisco de Asís. British foot patrols around the Square of St. Francis of Assisi.
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