Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Universo de riquezas ancestrale­s

MÉXICO, BELICE, GUATEMALA, EL SALVADOR Y HONDURAS TIENEN EL PRIVILEGIO DE ESTAR POBLADOS POR CIUDADES LLENAS DE MAGIA, HISTORIA Y CULTURA, REFLEJO DEL PODER QUE LLEGÓ A ALCANZAR LA CIVILIZACI­ÓN MAYA, UNA DE LAS MÁS ASOMBROSAS EN EL DEVENIR DE LA HUMANIDAD

- TEXTO: REDACCIÓN EXCELENCIA­S FOTOS: JOSÉ CARLOS DE SANTIAGO/ ARCHIVO EXCELENCIA­S

Viven orgullosos de las riquezas ancestrale­s que les legó una de las culturas más asombrosas de la historia de la humanidad. México (Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán), Belice, Guatemala, El Salvador y Honduras tienen el privilegio de estar poblados por ciudades llenas de magia e historia. Sus cien sitios arqueológi­cos (la llamada Ruta Maya), en los que se conservan importante­s vestigios de materiales precolombi­nos de la antigua Mesoaméric­a, son una constante invitación a los amantes del turismo arqueológi­co a recorrer estos países que han sido capaces, además, de potenciar muchos otros sectores: negocios y convencion­es, sol, playa, aventura, cruceros...

Sin dudas resulta fascinante recorrer los 515 000 km2 del territorio donde los antiguos moradores del Mundo Maya dejaron sus huellas antes de desaparece­r. Pero si esas ciudades muertas, incluidas en su mayoría en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, atraen a miles de curiosos interesado­s en descubrir asombrosos templos en forma de pirámide que entre tupidas selvas retan al paso del tiempo, tanto o más convocan los defensores de esas culturas que aún permanecen vivas en las comunidade­s indígenas de hoy, como sucede en las tierras altas de Guatemala y Chiapas.

Parte de la república mexicana, Chiapas alberga a pobladores dueños de una sabiduría ancestral quienes perviven en un entorno ideal para los defensores del ecoturismo. Con el sueño de conservar y aprovechar sus recursos naturales, y de intentar minimizar el impacto que dicha decisión pueda traer sobre el medioambie­nte, desde hace unos años abrió sus puertas a turistas deseos de disfrutar, caminar, sentir la naturaleza y de paso entrar en contacto con la población local con el fin de revelar nuevas experienci­as, conocer otras culturas y formas de vida.

Famosa por sus zonas arqueológi­cas (empezando por Palenque con su Templo de las Inscripcio­nes; Bonampak y sus impresiona­ntes pinturas murales; Yaxchilán, Toniná, Chinkultic, Izapa, Tenam Puente…), este Estado reúne en relativame­nte poco espacio una variedad enorme de culturas, lenguas, religiones, fiestas, costumbres… Casa grande de grupos como los tzeltales, tzotziles, lacandones, choles, tojolabale­s, zoques, mames, mochos, cakchiquel­es, chujes, kanjobales y jacaltecos, es de México el que mayor diversidad étnica muestra. De allí llaman poderosame­nte la atención su gastronomí­a y sus textiles, que constituye­n la producción artesanal más sobresalie­nte de este territorio.

El turismo de cruceros también ha sido una vía que ha facilitado el encuentro con un universo apasionant­e. El desarrollo costero que en la actualidad evidencia Quintana Roo ha propiciado, por ejemplo, que en noviembre pasado atracara en Cozumel el Symphony of the Seas, clasificad­o, desde el 9 de junio de 2017, como el barco de pasajeros más grande del mundo, pero también el más nuevo y de tecnología de punta.

TESTIGOS DEL TIEMPO

Ya sea por vía aérea, marítima y terrestre, la ruta del Mundo Maya ha logrado enlazar a algunos de los más reconocido­s centros arqueológi­cos de México (no únicamente Palenque, sino también Uxmal, Chichen Itzá…), con los de Centroamér­ica. De esta manera se conectan 70 enclaves mayas de relevancia histórica y cultural, que disponen de las infraestru­cturas de transporte y hostelería necesarias para recibir y acoger a un importante número de visitantes.

Último país de las Américas en alcanzar su independen­cia, en 1981, donde se hablan al menos tres idiomas (inglés, el oficial; español y creole), si bien muchas veces miles de personas se llegan a Belice con el anhelo de bucear en la segunda barrera de coral más importante del mundo, no resulta despreciab­le el número de turistas que la eligen porque conocen que existen más de 900 importante­s restos arqueológi­cos que son testigos de la presencia de los mayas en esa tierra desde el 2000 aC.

Cuando se está en Belice hay que vivir la aventura de encontrars­e con

Caracol, a pesar de las malas condicione­s de carreteras y aunque haya que atravesar varios puestos de control militar, pero

es que lo merecen las ruinas de la pirámide de 140 m de altura, la más empinada del pequeño país. Lo mismo habría que decir de Lamanai, Cerros, Altun Ha, Xunantunic­h, NimLi y Lubaantún.

Su vecina Guatemala anuncia a los cuatro vientos que es el mismísimo centro del mundo maya, y tiene toda la razón. Esta nación invita a viajar en el tiempo a quienes se encaminen hacia el altiplano, donde los habitantes, que mantienen sus lenguas indígenas, visten con la colorida ropa tradiciona­l de sus antepasado­s, ignorando por completo la moda occidental.

Con sus impresiona­ntes aguas termales naturales, resultado de la intensa actividad volcánica que reina, Guatemala, donde los españoles levantaron la primera iglesia de Centroamér­ica, cuenta, para impresiona­r al mundo, con la selva del Petén, donde los mayas se asentaron hacia el 600 a.C., y que destaca por sus sitios arqueológi­cos bien conservado­s (especial mención exigen los parques de Tikal y Yaxhá) y por la abundancia de la fauna que protege.

PARTE DEL GRAN MOSAICO

Básicament­e de Europa y Estados Unidos, a quienes se les han ido sumando de manera creciente los viajeros de Sudamérica, provienen los visitantes al mundo maya, del cual no se tuvo noticias hasta que John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood pudieron transitar la zona de Yucatán y Centroamér­ica durante las décadas de los años 30 y 40 del siglo XIX.

Gracias a la constancia que dejaron de sus experienci­as en varios libros de viaje y a un conjunto extraordin­ario de ilustracio­nes, la grandeza de esta civilizaci­ón irrumpió con fuerza en el imaginario colectivo de occidente, y se visibiliza­ron aún más países como Honduras y El Salvador. El primero de ellos acogió a Copán, la ahora denominada Ciudad Luz del Mundo Maya, y de la que no se tuvo noticias hasta que en 1576 don Diego García de Palacio le informara al rey Felipe II de España de «soberbios edificios, de tal habilidad y esplendor, que parece que nunca pudieron haber sido construido­s por los nativos». De ese ilustre lugar dieron fe más tarde Stephens y Catherwood en su libro Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatan.

Copán se halla dentro del valle homónimo de 24 km2, donde se agrupan numerosos sitios arqueológi­cos, en su mayoría aún sin ser estudiados a profundida­d, alrededor de El Grupo Principal, el más importante asentamien­to urbano y centro del poder político, religioso y militar. Admira por su escultura (admirables sus estelas), su escritura (allí se aprecia el texto jeroglífic­o más extenso del Nuevo Mundo), su arquitectu­ra (como el templo Rosalila) y su astronomía (la Gran Plaza).

Y si se trata de El Salvador, entonces habrá que pasar revista, obligatori­amente, a sus ciudades mayas. Son ocho, pero cada una muestra una cara diferente de esta potente cultura. En Quelepa se ubican las ruinas que tomaron este nombre: 40 estructura­s en un área de ½ km2, entre ellas sobresale la pieza denominada Altar del jaguar. Cihuatán, sin todavía ser explorado en su totalidad, ofrece dos grandes complejos de tipo religioso: el centro ceremonial poniente y centro ceremonial oriente. Localizado en el departamen­to de La Libertad, basta decir que Joya de Cerén, Patrimonio de la Humanidad desde 1993, es conocida mundialmen­te como «la Pompeya de Centroamér­ica».

San Andrés es otra de las ciudades. Sus hallazgos demuestran que este asentamien­to tuvo contactos con la civilizaci­ón de Copán y Teotihuacá­n. Santa Leticia, a más de 1 400 m.s.n.m., se reconoce por sus tres monumentos logrados en roca tallada de gran volumen, de 7 000, 10 000 y 16 000 kg cada uno. Casa Blanca, por su parte, agrupa seis centros: Tazumal, El Trapiche, Victoria, Laguna Seca, Laguna Cuzcachapa y Casa Blanca.

El mismo Tazumal se integra por derecho propio a la Ruta Maya de El Salvador, como también lo hace Cara Sucia, cerca de la frontera con Guatemala, donde son visibles más de 30 montículos, también legítima expresión de ese gran mosaico cultural, económico, social y religioso que dejaron por herencia los descendien­tes de una civilizaci­ón extraordin­aria.

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Durante siglos, el juego de pelota fue parte fundamenta­l de la vida los que pertenecie­ron a la cultura maya.
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El Quetzalcóa­tl o «serpiente emplumada» aparece como ornamento en vasijas, pero también en templos y edificios.
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En las comunidade­s indígenas permanecen vivas las tradicione­s y costumbres de sus ilustres antepasado­s.
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Figura de un atleta.

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