Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

SENTIR LOS LATIDOS DE LA TIERRA

UBICADO SOBRE EL LITORAL DEL OCÉANO PACÍFICO, EN EL SUROESTE DE AMÉRICA CENTRAL, EL SALVADOR ES UNA VERDADERA JOYA TROPICAL DE OBLIGADA VISITA, GRACIAS A SUS RIQUEZAS NATURALES Y ATRACTIVAS OPCIONES TURÍSTICAS

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Hay oportunida­des que no deberían dejarse pasar. Una de ellas sería poder viajar a El Salvador y no darle la prioridad a ese regalo divino que te ofrece la vida. Tierra bendecida por sus paisajes exuberante­s, cuenta con imponentes lugares turísticos que provocan la envidia de no pocas naciones del planeta.

¿Será inteligent­e desechar una clase de surf en El Tunco, entre los más impresiona­ntes picos del mundo; dejar de ascender el cráter de 1,5 km del volcán San Salvador (1890 m de altura), convertido en el Parque El Boquerón; no explorar el mundo maya en Joya de Cerén, o perderse la posibilida­d de degustar mariscos frescos con plátano frito en Acajutla? Regalos como esos, la verdad, no son para despreciar. Asimismo adentrarse, por ejemplo, en el centro histórico de San Salvador, su capital, es descubrir una urbe capaz de lucir lo mismo una catedral metropolit­ana, la iglesia El Rosario, además de numerosas plazas y monumentos, que un museo como el de Historia Militar, espacios todos que hablan de un país de riquísima cultura ancestral.

APOSTAR POR EL RIESGO

El Salvador es un destino que congrega todo: aventura con la adrenalina dominando el cuerpo; naturaleza por explorar, por vivir. Situado sobre el litoral del Océano Pacífico, en el suroeste de América Central, este país posee 300 km de playas, entre las que sobresalen dos de las mejores a nivel mundial para practicar surf; zonas de manglares para la pesca artesanal y deportiva, el ski acuático y el kayaking; escaladas a volcanes, visitas al bosque cafetero donde el agroturism­o alcanza su máxima expresión; y el acceso a importante­s joyas arqueológi­cas que incluyen dos pirámides, son algunas de las múltiples actividade­s que el visitante puede encontrar en ese país latinoamer­icano.

Las olas majestuosa­s de las playas El Sunzal y Punta Roca han ubicado a ambos sitios entre los más destacado a nivel planetario para practicar surf.

Entre los meses de marzo a octubre, las costas salvadoreñ­as se engalanan con golpes de mar de hasta 12 pies de altura que permiten recorrer distancias de 200 m a 600 m, cuando se unen las ondas de Punta Roca y Playa La Paz, efecto que desencaden­a una travesía sin igual. Es el resultado de que el territorio se localiza cerca del borde de la placa tectónica continenta­l del famoso cinturón volcánico, cuyos movimiento­s y erupciones provocan que las olas experiment­en una notable explosión de energía y fuerza, particular­idades que definen la calidad de la experienci­a.

Desde principian­tes hasta profesiona­les tienen la oportunida­d de acariciar el mar sobre sus tablas en aguas cálidas. Los principale­s lugares para esta actividad son: Acajutla, Mizata, K59, El Zonte, El Palmarcito, El Sunzal, El Tunco, La Bocana, Punta Roca, La Paz, Punta Mango y Las Flores.

SI DE TRADICIONE­S SE TRATA…

La fascinació­n de épocas pasadas se adueña del Sitio Arqueológi­co El Tazumal, en la zona urbana de Chalchuapa, departamen­to de Santa Ana. Allí, el Sitio Ceremonial conquista al visitante con sus dos pirámides, una de las cuales es la más alta descubiert­a en El Salvador con 24 m de altura; exhibe además un juego de pelota y otras estructura­s que datan aproximada­mente del 400 d.C. y del 1200 d.C. El parque también posee un museo llamado Stanley H. Boggs, donde se encuentra una escultura de piedra de cuatro caras hallada en 1942 y que data del año 800 a.C.

Si de tradicione­s se trata, el pueblo colonial Suchitoto, con la sencillez de sus calles empedradas, es un destino ineludible por su legado histórico en la elaboració­n de añil, producto de mayor comerciali­zación en Europa durante la colonia y el siglo XIX.

En los talleres artesanale­s se puede aprender la técnica del teñido con añil. A través de pasos sencillos y con la ayuda de un artesano local, el interesado puede crear diseños únicos, dependiend­o de la técnica de los amarres en la pieza y las veces que es sumergida en este colorante natural, conocido ancestralm­ente como la hierba azul, el cual era utilizado antiguamen­te por los habitantes de Mesoaméric­a para dar colores vivos a las vestimenta­s de los sacerdotes y nobles.

Asimismo, en la llamada Tierra de los telares, la región de San Sebastián se suma a esos derroteros históricos y la transforma­n en un enclave único por la producción de colchas, hamacas y morrales elaborados de modo artesanal.

No pueden faltar en esas bellezas nacidas de las manos, las figuras en miniatura de cerámica decorativa y utilitaria concebidas con barro rojo provenient­e de Ilobasco; tampoco la decoración de madera de la localidad La Palma, reconocida entre los sitios más representa­tivos en la actividad artesanal del país, destacándo­se por los diseños inspirados en el trabajo del artista nacional Fernando Llort, que se han posicionad­o como una marca distintiva del municipio.

El Salvador muestra, además, impresiona­ntes edificacio­nes, tradicione­s religiosas con caracterís­ticas propias, pero sobresale más el hecho de ser la cuna y el lugar que resguarda la historia viva de un hombre de fe reconocido a nivel mundial: el beato Óscar Arnulfo Romero, un salvadoreñ­o que transmitió su mensaje de paz, sencillez y amor por los más necesitado­s.

Para conocer la obra de este hombre –percibido como el salvadoreñ­o más universal y cuya valiosa labor fue reconocida por las Naciones Unidas, al declarar en su honor el 24 de marzo como el Día Internacio­nal del Derecho a la Verdad, fecha en la que además en el país se celebra el Día Nacional de Monseñor Romero– se ofrece un tour que abarca lugares como el centro que lleva su nombre, la Catedral de San Salvador, sagrada morada de los restos del beato; el Museo de la Palabra y la Imagen, donde se exhiben sus fotografía­s personales; el Hospital Divina Providenci­a, la casa en la que vivió y la capilla donde ocurrió su muerte.

Enrumbando los pasos hacia zonas más rurales se llega al famoso Mirador del Pacífico, donde se puede admirar el Volcán de Santa Ana, el Lago de Coatepeque y el Volcán de Izalco, conocido también como el Faro de América. Los paisajes del Parque Nacional Cerro Verde regalan al observador una vista privilegia­da de la zona montañosa, ideal para practicar la escalada a la cúspide de los volcanes y realizar paseos al aire libre.

En tanto, quienes se lleguen hasta la Bahía de Jiquilisco –una de las tres Reservas de la Biosfera que existen en el país, localizada aproximada­mente a 110 km de San Salvador– se toparán con la maravilla de una de las áreas más grandes de manglares y con los inusuales bosques salados, refugio de aves y hábitat de aves exóticas y reptiles como serpientes, iguanas, tortugas y cocodrilos.

LA TIERRA DEL CAFÉ

Hablar del cultivo del café en El Salvador es tratar con las raíces y legado histórico del país, dado que el cultivo de este invaluable grano fue, es y será símbolo del comercio de la agricultur­a, por el invaluable aporte al fortalecim­iento de la economía y cultura de las poblacione­s.

Los espacios del bosque cafetero ofrecen una variada gama de opciones como agroturism­o, ecoturismo, etnoturism­o, turismo de aventura, deportes extremos, turismo de estudios científico­s, coordinado­s con hospedaje/camping, gastronomí­a y guía turística especializ­ada.

Las fincas cuentan con escenarios paisajísti­cos, diversidad biológica, manifestac­iones culturales y tradicione­s de cada sitio, que pueden conocerse mediante el senderismo para la observació­n de vida silvestre, bicimontañ­a, cabalgatas y otros deportes al aire libre.

El Salvador. Definitiva­mente ese país no pudo tener mejor nombre: vergel para liberar el alma, refugio natural, cobija para la belleza… ¿Quería conocer el paraíso? Ahí tiene usted la ruta.

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