Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Cruzar el Atlántico: del reto a lo cotidiano

ACOSTUMBRA­DOS A TRASLADARS­E EN LUJOSOS BUQUES TRASATLÁNT­ICOS, NO POCOS AÑORABAN MATERIALIZ­AR EL RECORRIDO ENTRE AMÉRICA Y EUROPA A BORDO DE UN AVIÓN CON EL CONSIGUIEN­TE BENEFICIO DE CONVERTIR EN HORAS LO QUE DEMORABA 15 O 20 DÍAS

- TEXTO: JORGE OSMANI MORENO PÉREZ FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIA­S

Lo que para muchos hoy es algo normal, cruzar el Atlántico en un confortabl­e jet a reacción, fue en la primera década del desarrollo de la aviación una quimera no solo para los viajeros sino para los pilotos de aquellas antiguas aeronaves.

Los primeros aviones en atravesar el Atlántico fueron volados por pilotos ansiosos de establecer un récord y protagoniz­ar una hazaña. Muchos lo lograron, pero otros murieron en el intento. Los británicos John William Alcock y Arthur Whitten fueron los pioneros en conseguirl­o por la parte norte en 1919, al salir de Canadá y aterrizar en Irlanda. En 1922, los portuguese­s Gago Coutinho y Sacadura Cabral lo lograron por el Sur. Cuatro años después alcanzaron la fama los españoles Ramón Franco y Julio Ruiz de Alda al cumpliment­ar este mismo tramo, mientras que en 1927 dio el salto el norteameri­cano Lindbergh al hacer la travesía Nueva York-París.

Con el lógico desarrollo de la aviación a partir de los años 30 del pasado siglo, se pusieron en marcha los vuelos comerciale­s con pasajeros entre América y Europa, y viceversa. Con la utilizació­n de potentes tetramotor­es anfibios, empezaron a ganar notoriedad los vuelos en dirigibles.

La II Guerra Mundial impuso una pausa obligada hasta que, finalizado el conflicto, las compañías aéreas asumieron esos vuelos con nuevas aeronaves, con escalas o puntos de reabasteci­miento.

Con la entrada en escena de los cuatrirrea­ctores, en 1958, la compañía inglesa BOAC, seguida por la norteameri­cana PANAM, establecie­ron vuelos itinerante­s sin escalas entre Nueva York y Londres, también entre la ciudad de los rascacielo­s y otras capitales europeas.

Los vuelos transoceán­icos sin escalas se fueron generaliza­ndo por otras compañías al contar con equipos como los B-707 y DC-8, que revolucion­aron el mercado aerocomerc­ial. Cuando entraron en servicio los gigantes B-747, el cruce del océano se hizo algo muy normal.

Desde aquellos tiempos hasta la actualidad, la introducci­ón de nuevas aeronaves de largo alcance y con gran capacidad de pasajeros, ha hecho que las rutas trasatlánt­icas sean unas de las más densas en relación con el número de pasajeros. Impensable para aquellos que hace casi cien años se lanzaron a la gran aventura, hoy rebasar el Atlántico o el Pacífico se ha convertido en algo cotidiano.

Los primeros aviones en atravesar el Atlántico, en la década del 20 del pasado siglo, fueron volados por pilotos ansiosos de establecer un récord y protagoniz­ar una hazaña. Los británicos John William Alcock y Arthur Whitten fueron los pioneros

Con el lógico desarrollo de la aviación a partir de los años 30 del pasado siglo, se pusieron en marcha los vuelos comerciale­s con pasajeros entre América y Europa, y viceversa. Con la utilizació­n de potentes tetramotor­es anfibios, empezaron a ganar notoriedad los vuelos en dirigibles

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El portugués Gago Coutinho (arriba) y el británico Arthur Whitten (abajo). Con el Boeing B-747 el cruce del océano se hizo algo muy normal.
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Los vuelos transoceán­icos sin escalas se fueron generaliza­ndo por otras compañías al contar con equipos como los B-707.
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Alfonso García-Valdecasas, Julio Ruiz de Alda y José Antonio Primo de Rivera (abajo).
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