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Tras la pista de Roma

UN CONJUNTO DE ANTIGUAS CALZADAS ROMANAS MARCA EL TRÁNSITO DE LOS PEREGRINOS DESDE EL SUR DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

- TEXTO: LOURDES M. BENÍTEZ FOTOS: FABIO MARTÍN

Contrario a lo que pudiera pensarse, del metal precioso no le viene el nombre a la Vía de la Plata, una de las rutas jacobeas preferidas por los miles de peregrinos que, año tras año, emprenden la aventura de recorrer cientos de kilómetros hasta llegar al sepulcro del Apóstol Santiago.

La relación histórica con el antiguo Imperio Romano, como también con la prolongada presencia árabe en la península ibérica, es notable para este trazado que debe su origen a un conjunto de calzadas que unían el suroeste con el noroeste peninsular, un tramo de más de 450 km que conectaba a dos poblacione­s de gran importanci­a: Emerita Augusta (Mérida) –capital de la provincia romana de Lusitania fundada en el año 25 a.c.– y Asturica Augusta (Astorga).

La denominaci­ón, aunque no se conoce con certeza absoluta, parece más ligada a la presencia –siglos después– de los moros en la región y a una evolución fonética de la palabra árabe balata, que significa camino empedrado.

No obstante, se puede afirmar con completa seguridad otras cosas relacionad­as con

esta apasionant­e ruta de peregrinac­ión. Por ejemplo, que no es muy recomendab­le cubrir este trayecto entre los meses de junio y septiembre, puesto que las temperatur­as, especialme­nte en las regiones de Andalucía y Extremadur­a, suelen llegar hasta los 40oC. O que, aunque en magnitud e importanci­a no pueda compararse con el conocido Camino Francés o del Norte, la belleza de sus paisajes sobresale entre cualquier otra de las rutas jacobeas.

En la Edad Media, a medida que la península se reconquist­aba a los árabes, el trazado fue utilizado por los cristianos mozárabes del Al-Andalus para su peregrinac­ión hacia Compostela, por lo que muchos hoy también lo conocen como el Camino Mozárabe, que arropa el que se cree haya sido el hospital de peregrinos más antiguo, situado en la iglesia prerrománi­ca de San Pedro de la Nave, en Zamora.

El recorrido parte desde Sevilla hasta Zamora, y puede concluir en dos variantes. Una es atajando por Pueblas de Sanabria y Orense y la otra incorporán­dose al Camino Francés desde Astorga.

Pero antes de llegar a esta elección, los restos de la presencia romana serán abundantes en todo el recorrido, y en especial a lo largo del tramo que separa a Mérida de la Granja de Moreruela, donde es habitual toparse con algunos empedrados ya bastante desgastado­s de la antigua calzada romana.

También es muy común encontrars­e con algunos miliarios –o sus restos–, esas columnas cilíndrica­s colocadas cada milla romana (unos 1480 m), de unos dos metros de altura, con una base cúbica enterrada, y en los que se indicaba el número de milla y el nombre del Emperador que había mandado a construir o reparar dicho tramo.

Resultan llamativos además los puentes que formaban parte de la calzada y que franqueaba­n los ríos, entre ellos el construido sobre el Guadiana, en Mérida, o el de Salamanca, sobre el Tormes, que llevaría a más de uno a recordar algún pasaje de las aventuras del Lazarillo de Tormes con su amo ciego.

La Vía de la Plata es quizá el Camino de Santiago que atraviesa más ciudades Patrimonio de la Humanidad: Sevilla, Mérida, Cáceres, Salamanca y Santiago de Compostela. Pero a la par de su riqueza patrimonia­l está su atractivo culinario, un detalle que hace las delicias de no pocos peregrinos.

Sin duda alguna, la Vía de La Plata constituye una de las rutas más cautivante­s para vivir una aventura que combine naturaleza, historia y espiritual­idad, requisitos casi obligatori­os para los amantes del Camino de Santiago. Este trayecto milenario, cumple con todas las exigencias para regalarnos una experienci­a inolvidabl­e.

Los restos de la presencia romana son abundantes en todo el recorrido, y en especial a lo largo del tramo que separa a Mérida de la Granja de Moreruela, donde es habitual toparse con algunos empedrados ya bastante desgastado­s de la antigua calzada romana

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Llaman la atención los diferentes paisajes que se van encontrand­o durante el trayecto.
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Abundan las huellas de la presencia romana, sobre todo entre Mérida y la granja de Moreruela.

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