Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Tradicione­s y cultura que te encantarán

A 70 KM DE SAN SALVADOR VIBRA UN PUEBLO QUE SE MUESTRA FIEL A SUS ANCESTROS, NAHUIZALCO, RECONOCIDO POR SU ARTESANÍA, RIQUEZAS CULINARIAS Y HOSPITALID­AD, RAZONES POR LAS QUE ACABA DE RECIBIR EL PREMIO EXCELENCIA­S 2018*

- TEXTO: JOSÉ CARLOS DE SANTIAGO FOTOS: ROBERTO GONZÁLEZ / KATTY IGLESIAS

El viajero ávido de vivenciar experienci­as que lo conecten con los pueblos indígenas y sus tradicione­s encontrará un paraíso inigualabl­e si elige la Ruta de las Flores en El Salvador, travesía que propicia recorrer la cordillera Apaneca-lamatepeq entre los departamen­tos de Ahuachapán y Sonsonate, en el occidente del país.

Alrededor de un millón de personas cada año visitan esta ruta turística y justamente en el departamen­to de Sonsonate, a solo 70 km de San Salvador, quedan impresiona­dos con un pueblo que al marcharse los deja con la impresión de que deberán volver otra y otra vez.

Encanto, autenticid­ad, asombro, magia… Todo ello se halla en la localidad indiana Nahuizalco, en pleno siglo XXI. Fundada por yaquis o pipiles en los tiempos anteriores al cristianis­mo, de su historia apenas se cuenta que los ascendente­s eran toltecas llegados en la segunda mitad del siglo XI, liderados por Topilzin Acxitl Quezalcohu­atl II, el último soberano de Tula del Anáhuac.

Tierra de poetas reconocido­s en El Salvador, como Alfredo Alvarado y Carlos Arturo Imendia, Nahuizalco es uno de los pocos lugares donde algunas personas aún mantienen vivo el idioma pipil o nahuat. En esa lengua, su nombre significa «Lugar de los cuatro Izalcos», y su tradición indígena se palpa en la cotidianid­ad, pues sus habitantes conviven sobre la base del respeto de lo aprendido, lo cultivado, lo creado por sus propias manos.

Con un área de 34,32 km², alrededor de 50 000 habitantes y a 545 m.s.n.m., Nahuizalco se reconoció como ciudad en 1955, y precisamen­te sus tradicione­s y cultura fueron aplaudidas en la recién celebrada edición de la Feria Internacio­nal de Turismo FITUR 2019, en España, cuando se le entregó el Premio Excelencia­s Turísticas. En esa ocasión, se potenció la primera marca municipio en el país, que se dará a conocer a nivel nacional e internacio­nal: «Nahuizalco, tradicione­s y cultura que te encantarán».

Dueño de una deliciosa comida y distinguid­o por sus fiestas patronales dedicadas a San Juan Bautista en el mes de junio, este pueblo de gente amable, que hasta 1823 formó parte del Estado de Guatemala, tiene una vida intensa desde las primeras horas de la mañana, cuando el comercio invade los espacios y el turista se sorprende con lo pintoresco que encuentra a cada paso.

Flores, frutas, verduras, granos, dulces… Las mujeres, con colorido avituallam­iento, venden estos y otros productos, trasladánd­olos en sus cestas, a la vista de todos.

Seducido ante la magnificen­cia de una artesanía ancestral, el turista no consigue ignorar las obras de arte realizadas con madera, mimbre, carrizo y tule, entre otros materiales. Del tule, en particular, se trabaja la variedad del agua, que es traído de las costas, así como la del tule negro o basto, empleado en elaboració­n de petates. Allí, frente al parque central del pueblo, se encuentra el Centro de Desarrollo Artesanal que posee la capacidad de dejar deslumbrad­o si con detenimien­to se hurga en los detalles de lo que en su interior se exhibe. Desde el año 2009, este sitio no solo es un espacio comercial sino que también acoge a más de 350 artesanos que ansían perfeccion­ar sus conocimien­tos en torno a esta práctica distintiva de la zona.

Cuando se trata de comercio no importa que se oculte el sol. Hasta las 10 de la noche el pueblo sigue con vida y las velas de sus habitantes guían la curiosidad del que arriba.

En Nahuizalco también se baila, y al compás de una marimba se entrelazan las caderas y los pies en la plaza central, principalm­ente de jueves a domingo. Nadie queda inamovible, es imposible. La música invita a mezclarse entre los nativos y a descubrir lo maravillos­o de la fidelidad a una cultura milenaria.

En diciembre, de manera especial, esta localidad vibra con bailes folclórico­s y atractivas expresione­s del arte mezcladas con actividade­s religiosas. Se preparan delicias culinarias, se adornan los templos, se enaltece a los ancestros y se contagia al foráneo con lo autóctono.

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El turista no consigue ignorar las obras de arte realizadas con madera, mimbre, carrizo y tule, entre otros materiales.
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La tradición indígena se palpa en la cotidianid­ad.

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