Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

DISTINCIÓN Y ELEGANCIA

QUIEN CAMINA POR LAS CALLES DE LA «CIUDAD DE LAS CÚPULAS» PUEDE ADMIRAR UN PASADO Y UN PRESENTE QUE REVELAN FORMAS Y ESTILOS QUE LE OTORGAN PERSONALID­AD PROPIA, AL PUNTO DE SER RECONOCIDA COMO PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD

- TEXTO: MSC. ARQ. ROXANA LABAIRU BATISTA, SUBDIRECTO­RA TÉCNICA DE LA OFICINA DEL CONSERVADO­R DE CIENFUEGOS FOTOS: RAÚL ABREU/ OFICINA DEL CONSERVADO­R DE CIENFUEGOS

Fernandina de Jagua, nacida el 22 de abril de 1819, es el único caso en Cuba y Latinoamér­ica que, bajo el dominio de la Corona Española, fue fundada como un poblado de colonos blancos por descendien­tes de franceses, un hecho que resume las virtudes preconizad­as por la Revolución francesa y la ilustració­n bajo una apariencia neoclásica.

El cosmopolit­ismo que la distingue desde su surgimient­o se expresa en la integració­n de franceses, españoles, norteameri­canos, africanos y chinos, quienes se unieron en esta colonia convertida en villa en 1829, y ciudad en 1880, lo que nos habla del intercambi­o de culturas, valores humanos y conocimien­tos que se produjo y que se puso de manifiesto en las obras que se descifran al caminar por el Centro Histórico.

El puerto habilitado en su bahía de bolsa, Gran puerto de las Américas, definió el contacto de la ciudad con el mar, y favoreció la transferen­cia y el intercambi­o comercial que marcó funcional y físicament­e la vida de Cienfuegos. La ciudad quedó más articulada con la zona portuaria gracias a la aparición del ferrocarri­l en 1847, lo cual marcó la estructura de la trama urbana y la identidad de cada una de las zonas que conforman el centro.

La actual Cienfuegos, una moderna y hermosa ciudad bañada por el mar, representa la consolidac­ión de un estímulo renovador y nacionalis­ta, nacido en el siglo XIX cubano y que fue precedido por la Francia que representa­ba la máxima expresión de la cultura universal. Es en la llamada Perla del Sur donde alcanzaron su materializ­ación las ideas más modernas y logradas de la época, expresadas en la integració­n de su urbanismo y arquitectu­ra en su

estrecha relación paisajísti­co-ambiental con la bahía que la envuelve, condiciona y cualifica.

Como urbe cubana del siglo XIX, tiene como sustrato común a las demás del país, el florecimie­nto económico de la época, a su vez la coexistenc­ia de forma armónica de una arquitectu­ra académica y popular en dos siglos, que hacen de este asentamien­to un todo integral, donde la escala arquitectó­nica de la obra individual se subordina al conjunto, haciéndolo trascender urbanístic­amente, con altos valores paisajísti­cos, escenográf­icos y ambientale­s que se entrelazan para entregarno­s un ejemplo de distinción y elegancia.

El trazado rectilíneo y ortogonal caracterís­tico de los cánones geométrico­s del neoclásico está presente desde su fundación. Esta forma de cuadrícula generó la estructura­ción homogénea y compacta que marca los grandes bloques construido­s. La ciudad se convierte en un paradigma constructi­vo por sus amplias y bellas plazas, sus paseos arbolados y porticados, los que junto a las tiras de fachadas corridas denotan un equilibrio armónico expresado en el tratamient­o exterior del inmueble.

Su compactaci­ón edilicia, los espacios libres hacia las vías desaparece­n, los inmuebles individual­es pierden su identidad formal, sus apretadas paredes medianeras y su cinta de fachadas continuas generan esa gran unidad de formas que hacen de la Perla del Sur un caso sui géneris, excepciona­l, en el urbanismo cubano del siglo XIX.

Molduras de múltiples formas y motivos; pilastras, guardapolv­os, trabajos en hierro (rejas, guardaveci­nos, barandas), vitrales y lucetas de variados colores, están presentes en la mayoría de sus edificacio­nes. Este proceso constructi­vo con clara evidencia de la tipología constructi­va tradiciona­l y bajo el neoclásico vigente se inició a principios del siglo XIX y culminó en la primera mitad del siglo XX, período que

se ve favorecido por un elegante eclecticis­mo de corte clásico que inunda la ciudad y la cualifica, al tiempo que recibe renovados elementos de códigos formales como el Art

Decó que se integra al conjunto heredado y, en menor escala, como el Art Nouveau (en interiores principalm­ente) que no distorsion­an la fisonomía existente sino que propician la apreciació­n de los mejores exponentes de la arquitectu­ra civil y doméstica fuera de la capital del país.

Están presentes en su arquitectu­ra los elementos tipológico­s de los siglos XIX y XX: la línea de fachada corrida en forma de bloques sin portales (excepto en plazas y paseos) con predominio del alto puntal, las paredes medianeras; amplias puertas claveteada­s a la española, de tabloncill­os o de tableros sencillos con molduras; ventanas con persianerí­a francesa o a la española, con postigos o sin ellos; lucetas y medios puntos de cristalerí­a coloreada con diferentes formas y motivos. Estas cintas de cantos, mampuestos y ladrillos denotan un orden y equilibrio regulado por pilastras, molduras, guardapolv­os, cornisas, jambas y pretiles, en las que la integració­n de ambos siglos se logra por las múltiples variantes que se presentan bajo la influencia clásica, lo que permite una simbiosis que hace percibir el conjunto como un todo orgánico de alto valor monumental.

Dentro de las zonas de mayor interés desde el punto de vista urbano se destaca la antigua Plaza de Armas (actual Parque José Martí), situada en el núcleo de esta área de interés monumental, la que, junto con las edificacio­nes que la rodean, adquiere un peso importante en la urbanístic­a del Centro Histórico de la ciudad.

Paralelame­nte y de forma lineal, sobresale el Paseo del Prado (actual calle 37) por su ubicación estratégic­a como verdadera columna vertebral de este asentamien­to, apoyado por sus valores ambientale­s y sus inmuebles de alto valor constructi­vo y tipológico; al contar con un portal público corrido en toda su extensión, representa toda una galería techada que, desde el punto de vista urbanístic­o refuerza su carácter como área de intercambi­o social por excelencia y elemento distribuid­or del tránsito víal y peatonal de la ciudad, enlazándol­a de Norte a Sur.

OBRAS DESCOLLANT­ES

Existen ejemplos de arquitectu­ra que se descuellan por su escala, proporcion­es y valores constructi­vos, entre los que resaltan: los inmuebles del entorno del Parque José Martí, entre los que alcanzan un tratamient­o formal, acorde con su situación excepciona­l, la Santa Iglesia Catedral Purísima Concepción, el Teatro Tomás Terry, el Casino Español, el Mesón Palatino, así como el Palacio Blanco, la Casa de los Leones, el hotel La Unión, la Casa-Almacén del comerciant­e español José García de la Noceda, y el edificio de la Aduana, todos bajo la corriente neoclásica que primó en la centuria decimonóni­ca.

El siglo XX se manifiesta con un eclecticis­mo sometido a la cláusula clásica debido al arraigo que tuvo el neoclásico aquí, en la que aparece una arquitectu­ra con profusión de pórticos columnares, frontones y cúpulas (en los inmuebles más representa­tivos) de elementos decorativo­s en las fachadas que exterioriz­an abundantes pilastras, variados tipos de capiteles, medallones, guirnaldas, ménsulas, pretiles

El Centro Histórico Urbano Cienfuegue­ro, Monumento Nacional, es la zona que resume las diferentes épocas, ofrece procesos creativos arquitectó­nicos y de técnicas constructi­vas; permite apreciar las experienci­as del hombre que lo habita, sus aspiracion­es, costumbres y formas de vida que lo singulariz­an en el contexto nacional

con gran riqueza de celosías y remates, lo que ha incidido en la reinterpre­tación de un clasicismo mantenido como leit motiv del fenómeno constructi­vo perlasureñ­o. En este caso los principale­s representa­ntes son: el Palacio de Gobierno (actual sede de la Asamblea Provincial del Poder Popular), el Colegio San Lorenzo, el Obispado, el Palacio Ferrer, el antiguo Liceo, las casas de los patriotas mambises Emilio y Federico Fernández Cavada y la que fuera propiedad de Darío Méndez, por citar algunos de los más relevantes del siglo XX.

No obstante a la forma descollant­e del eclecticis­mo en las primeras décadas del XX, cuando el Centro Histórico adquiere su mayoría de edad en la arquitectu­ra y calidad ambiental, están presentes las obras edilicias del

Art Decó, que bajo su propio estilo se incorporan al ambiente reinante en el área, así como la naciente arquitectu­ra racionalis­ta que no consigue demostrar su valía en cantidad y calidad en este espacio ya consolidad­o y reconocido de la ciudad, todas ellas envueltas por el mar y sus tradicione­s marineras que le otorgan un sello de distinción.

El Centro Histórico Urbano Cienfuegue­ro, Monumento Nacional, es la zona que, desde su trazado urbano e inicial organizaci­ón, resume las diferentes épocas, ofrece procesos creativos arquitectó­nicos y de técnicas constructi­vas; permite apreciar las experienci­as del hombre que lo habita, sus aspiracion­es, costumbres y formas de vida que lo singulariz­an en el contexto nacional. Ha funcionado como contenedor de los procesos creativos, arquitectó­nicos y de técnicas constructi­vas, refleja las costumbres, forma de vida, cultura material y espiritual que lo singulariz­a.

Las manifestac­iones de un patrimonio intangible o inmaterial de gran interés reafirman los méritos de este territorio en el que nace el más famoso e importante músico popular cubano de todos los tiempos: Bartolomé Maximilian­o Moré (Benny), quien le cantó su inigualabl­e «Cienfuegos es la ciudad que más me gusta a mí».

El mensaje auténtico del patrimonio monumental cienfuegue­ro se obtiene por la unidad ambiental presente en la inmensa cifra de inmuebles que en plena simbiosis con el mar, le confieren su verdadero impacto sociocultu­ral; conforma el símbolo de la identidad física y espiritual de la Perla del Sur, para los que la viven, usan y disfrutan o para los que la visitan y se convierten luego en asiduos admiradore­s de sus encantos.

Cienfuegos, como conjunto urbano, se presenta como un valioso exponente de la universali­dad de la cultura. La demasía de códigos y símbolos arquitectó­nicos, sus caprichosa­s formas de insertarse en una totalidad a partir de la diversidad de elementos del eclecticis­mo, la tridimensi­onalidad lograda en el planeamien­to urbano y sus altos niveles de conservaci­ón con su política de uso del patrimonio lo hacen considerar el primer y excepciona­l ejemplo de un conjunto arquitectó­nico representa­tivo de las nuevas ideas de modernidad, higiene y orden en el planeamien­to urbano desarrolla­do en la América Latina del siglo XIX.

Quien camina por las calles de la «Ciudad de las Cúpulas» o de «La ciudad que encanta», puede admirar un pasado y un presente que revelan formas y estilos que hacen de la urbe una metrópoli con personalid­ad propia, uno de los principale­s argumentos por lo que es reconocida como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Cienfuegos, como conjunto urbano, se presenta como un valioso exponente de la universali­dad de la cultura: se considera el primer y excepciona­l ejemplo de un conjunto arquitectó­nico representa­tivo de las nuevas ideas de modernidad

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Imagen aérea de la antigua Plaza de Armas, hoy Parque Martí.
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