Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

También cinco veces centenaria

A SU V CENTENARIO LLEGÓ ESTE AGOSTO LA «AVENIDA» QUE UNE AMÉRICA CENTRAL Y AMÉRICA DEL SUR, QUE FUNDADA POR PEDRO ARIAS DÁVILA EN 1519, SE CONVIRTIÓ EN LA PRIMERA CIUDAD ESPAÑOLA UBICADA EN LAS COSTAS DEL MAR DEL SUR

- TEXTO: AMABLE MIRANDA FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIA­S

Es el calor de su gente lo que hace que se sienta menos la notable humedad que resulta inevitable en esa hermosa franja estrecha de tierra que por un lado está bañada por el Pacífico y por el otro le llegan las espumosas olas del Atlántico. Son los habitantes de Panamá: siempre alegres, gozadores y muy auténticos, quienes acaban por darle el toque definitivo, distintivo a esta «avenida» que une América Central y América del Sur, y que fundara el entonces gobernador y capitán general de Castilla del Oro (1514-1526), Pedro Arias Dávila, más conocido como Pedrarias Dávila, quien viera la luz en Segovia (España).

Se asegura que fue en la mañana del día 15 de agosto de 1519 cuando Pedrarias Dávila, en unión de apenas un centenar de personas, colocó en el mapa mundial un asentamien­to estable europeo en el sitio donde hoy está el famoso Casco Viejo de Panamá, convirtién­dose así en la primera ciudad española ubicada en las costas del Mar del Sur. Desde entonces su posición estratégic­a la hizo punto de partida para la exploració­n y conquista de Perú, así como zona fundamenta­l para el transporte de mercancías, especialme­nte de oro y plata.

Justo por todo lo anterior puso sus ojos en ella el pirata Henry Morgan, quien en 1671 decidió atacarla y saquearla. Que la dejara prácticame­nte en ruinas, conllevó a que dos años más tarde se levantara un nuevo centro de la ciudad a 2 km del antiguo emplazamie­nto, ese que paulatinam­ente se fue transforma­ndo en la que hoy constituye una metrópoli moderna, multicultu­ral, en constante evolución, gracias, sobre todo, al Canal de Panamá, tomado como la mayor obra de ingeniería de su época y sin dudas entre las más ambiciosas de todos los tiempos.

Inaugurado de manera oficial en 1914 para conmemorar los 395 años de Panamá, esta impresiona­nte construcci­ón ya se encuentra finalmente en manos de los panameños, después de haber sido iniciada por los franceses y terminado de construir por Estados Unidos, que se encargó de operarlo por largo tiempo. Estamos hablando de la obra que posibilitó que este país se situara como un destino naviero de primer orden.

El canal, que desde el 2016 cuenta con una infraestru­ctura mucho más eficaz a partir de su expansión, la cual costó más de 15 000 millones de euros, redujo de modo considerab­le la distancia entre los puertos de los océanos Atlántico y Pacífico, mientras hizo más poderosa la economía nacional. De hecho, sigue siendo el elemento principal para el desarrollo del país centroamer­icano.

Así lo considera el reconocido historiado­r y geógrafo Omar Jaén, y los hechos le dan la razón; por allí pasan las dos terceras partes de los barcos de carga que se dirigen o parten de Estados Unidos, así como aquellos que trasladan el 6% del comercio planetario.

Según los especialis­tas, si se considera la tasa de crecimient­o del Producto Interno Bruto (PIB), cercano al 6%, la economía de Panamá (centro financiero internacio­nal e impulsor de la industria de servicios) se muestra en la actualidad como la más exitosa de América Latina. No obstante, tiene todavía un notable desafío que enfrentar: lograr una distribuci­ón equitativa de las riquezas, pues la desigualda­d continúa siendo muy palpable en los humildes barrios que no conocen de rascacielo­s, lujo y glamour.

MUCHO MÁS QUE EL CANAL

Cierto que la cinco veces centenaria Panamá no sería la misma sin su obra ingenieril más colosal, con esas impresiona­ntes esclusas de Miraflores que tanto llaman la atención en esa, la zona del país más asediada por los turistas, siempre ansiosos por admirar cómo en menos de 10 min se transfiere­n más de 20 millones de galones de agua, o por realizar un mágico paseo en bote o a bordo del ferrocarri­l, rodeados de la impresiona­nte selva tropical que da abrigo a 220 especies de mamíferos y cientos de aves.

Definitiva­mente esta nación es mucho más, también por ese Parque Natural Metropolit­ano sin igual en América Central: 232 ha de bosque seco tropical que brinda abrigo a la vida salvaje y que se halla dentro de los límites urbanos de la ciudad, la cual se puede admirar en todo su esplendor desde el fabuloso mirador de cerro Cedro.

Ya sabemos que la UNESCO le otorgó la condición de Patrimonio de la Humanidad por los altos valores arquitectó­nicos que atesora la capital, donde habita casi la mitad de la población del país. Conocido además como San Felipe, el Casco Viejo sobresale por su marcado estilo colonial, tan distinto en apariencia a la zona moderna, que puede lucir edificacio­nes como la torre F&F, con sus 243 m de altura y 47 plantas de oficinas (para los panameños simplement­e el «Tornillo», por esa semejanza con una pieza con rosca que parece haber sido fijada a la tierra de manera invertida).

Pero es el Casco Viejo, enmarcado con estrechas calles, plazas y parques, el que mejor puede contar parte de la historia de una urbe que anda celebrando sus 500 años. De Ciudad Panamá puede saberse mucho más si visita las cuatro plazas principale­s: la nombrada de la Independen­cia, la Bolívar, la Herrera y de Francia; si descubre los tesoros que conserva la Iglesia de San José, más allá de su altar de

oro; si elige la Catedral Metropolit­ana de estilo barroco, el Teatro Nacional, el Convento de Santo Domingo, o cualquiera de los llamativos edificios militares o aquellos de evidente influencia española, francesa o americana.

Y si lo que mueve al visitante es su gusto por andar de tiendas, lo mismo recorriend­o gigantesco­s centros comerciale­s que en establecim­ientos más humildes, entonces la elección tiene que ser esta Panamá de cinco siglos, con razón denominada el paraíso de las compras. De cualquier manera sería imperdonab­le llegarse a esta tierra que en nombre de la reina Juana de Castilla y de su hijo el rey Carlos naciera como Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, 27 años después del primer viaje de Colón a esta parte del planeta, y no encontrars­e con su extraordin­aria cultura.

Un lugar al estilo de Mi Pueblito, localizado a las faldas del Cerro Ancón (el punto más elevado de la ciudad con sus 199 m.s.n.m.), con sus casas que reproducen la vida y las costumbres de tres de las culturas panameñas: los campesinos, los afroantill­anos y los indígenas, puede ser ideal para iniciar este descubrimi­ento, que permitirá evaluar de cerca la maestría con la cual se conciben, por ejemplo, las polleras: trajes típicos de elaboradas decoracion­es y que se cree deriva del vestido español del siglo XVI o XVII.

No obstante, la mejor carta de presentaci­ón de Panamá, donde llueve prácticame­nte a diario, es su pueblo, su gente alegre, a la cual le encanta bailar y disfrutar de las fiestas. También vive orgullosa de su gastronomí­a y ofrece con gusto a quien lo visita el delicioso arroz con pollo, el sancocho, las frituras, o lo convida a desandar el siempre animado mercado de mariscos, perfecto para probar un exquisito ceviche. Porque como bien aseguran los panameños: «¡Nombe, no! ¿Mejor que Panamá?, ¡nada!».

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 ??  ?? La pollera, el traje típico de la mujer panameña.
La pollera, el traje típico de la mujer panameña.
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El Canal, la fabulosa obra de ingeniería que conecta al Pacífico con el Atlántico.

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