Excelencias Turísticas del caribe y las Américas
Calles de La Habana
Calles fangosas de niños pedigüeños Calles de buganvilia y jazmín del Cabo en los jardines de las viejas residencias Calles estrechas, solariegas, a cuyas sombras des¬cansan los carretones de carbón halados por mulos con nombres de aldeas españolas Calles de adoquín colonial, con olor a camino, donde por el día se juega al pon y a la quimbumbia
Calles llenas de trastos viejos abandonados en las aceras por familias errantes de nuevos ricos recién instalados en el reparto Kohly y La Coronela
Calles de portones roídos por el salitre del mar
Calles de tren de lavado con chinos viejos de Cantón y manejadoras gallegas
Calles de ceibas mitológicas con plátanos atados por cintas rojas y gallinas de Guinea Calles de altos belvederes donde los niños empinamos papalotes-bandera
Calles alegres con faroles de hierro, cubiertas de serpentinas y focos art nouveau
Calles por donde desfilan caravanas políticas con pasquines electorales y congas mercenarias
Calles iracundas por la llegada de un chubasco torrencial
Calles con perros satos comidos por la sarna, hurgando ahítos en los latones de basura Calles con damas vestidas de negro, escoltadas por mastines de color entero y dálmatas sordos halados por lustrosas correas
Calles aleladas, tontas, donde me distraje con los colores en espiral de las bombillas de las viejas barberías
Calles rabiosas de pandillas asesinas de jackets negros, esquirlas de un tiempo que nada tuvo que ver con el video casete y la cosmonáutica
Calles que han quedado como erizos en los pies, como piedras en los zapatos, Vías lácteas de la memoria que nunca podré olvidar
El fuego fatuo de otras calles podrá desvelarme con sus fluorescencias, pero son estas las que me enlazan a las enredaderas de coralillo y los muros de piedra
Calles solitarias del Vedado que van a morir al mar
Sigo oyendo el pregón de sus vendedores ambulantes, sus voces cantan en la punta de mi lápiz.